Manos extranjeras dan ayuda a los necesitados
Antes de las 12:00, decenas de personas empiezan a aglomerarse en la puerta de acceso a los patios de la iglesia de San Francisco, en Cuenca. Son extranjeros, la mayoría de Venezuela, que andan en búsqueda de trabajo o de paso hacia otros países.
Las mesas se llenan rápidamente para tomar el almuerzo. En la cocina varios extranjeros que viven en Cuenca tienen listos los alimentos que se preparan desde la mañana.
Dos ollas grandes están muy calientes con la sopa, el arroz y a un costado el agua aromática caliente para abrigar a los comensales en estos días de severas heladas.
Este proyecto llamado “Cuenca Soup Kitchen” comenzó hace más de un año por parte de un grupo de estadounidenses que residen en la capital azuaya.
“Muchas de las veces hacemos un llamado a las personas por redes sociales a que nos ayuden y ellas acuden”, cuenta Robert Higgins, voluntario de Estados Unidos que está al frente del programa. Él radica hace siete años en la ciudad morlaca.
Para servir el almuerzo se forman tres grupos, ya que el espacio no es muy amplio para todos. Se utiliza incluso un pequeño pasillo para colocar las mesas y sillas.
Una sopa con verduras abre el paladar de las personas que se les nota que ansían un almuerzo, ya que no cuentan con los recursos para ir a un restaurante.
Una de las voluntarias coloca un plato de arroz en el centro de la mesa y los comensales toman con delicadeza, a pesar del hambre nadie aprovecha más de la cuenta.
El agua aromática, en lugar de jugo, se puede repetir. Las jarras son colocadas en las mesas para que los “invitados” sacien su sed.
Un pan y un guineo cierran el menú que está dedicado a las personas extranjeras que no encuentran trabajo.
Erikson Álvarez, de origen venezolano, confiesa que busca oportunidades de trabajo en Cuenca, pero no ha conseguido una. “La situación está complicada y en este sitio es donde podemos alimentarnos sin costo”. Él llegó con su pequeña hija y su esposa.
Mientras Álex Rojas, también venezolano, llegó junto a su armadura, un burro hecho de trapos con lo que trabaja en las calles de la ciudad.
“Llevo dos meses y Cuenca me ha tratado muy bien, en especial la comunidad extranjera (estadounidenses) que nos ayudan en cuanto a la alimentación”, reconoce.
El almuerzo no tiene costo, pero según Higgins se necesita alrededor de $ 2.500 cada mes para alimentar a los viajeros que llegan a este sitio. “Tenemos que recurrir a las personas de buena voluntad a que nos ayuden”, comenta el extranjero.
Jesús Mendoza, de nacionalidad venezolana, argumenta que salió de su país hace 21 meses, “10 meses estuve en Medellín, nueve meses en Huaquillas y ahora dos meses en Cuenca”.
Para el venezolano, la intensión era ir a Perú, pero por la serie de trabas que ha puesto el Gobierno del país vecino decidió quedarse acá.
Según él, la situación se hace cada día más difícil, porque la Guardia Ciudadana impide que se venda en las calles y eso les ha complicado “poder sobrevivir”.
Para el extranjero es necesario que las autoridades municipales les den un espacio en los mercados, donde no ocupan los cuencanos, para obtener algo de dinero, “soy cocinero y puedo aportar en algo en esta ciudad”, sostiene.
Richard Signes y Taylor Brooke, esposos, ambos jubilados en los Estados Unidos y residentes en Cuenca, decidieron dar su aporte y se unieron al proyecto.
“Hay mucho que hacer y lo que buscamos es dar nuestra ayuda”, explica.
Ellos se integraron en agosto del año pasado. Ahora esperan que en pocas semanas más les lleguen todos sus documentos como residentes de este país. “Me han tratado muy bien en Cuenca y acá estaremos el resto de nuestras vidas”. Los esposos llegan cada martes y ayudan a preparar y servir la comida a los “clientes”.
Robert Higgins cuenta que la labor que realizan es a favor de ciudadanos extranjeros. “Son 150 personas, en promedio, que son alimentadas diariamente, y además 70 personas en las calles, pero ellos son ecuatorianos”, indicó.
Higgins es psicólogo y algunos años trabajó con refugiados “dando comida”.
El estadounidense agrega que cuando llegó a la capital azuaya vio la necesidad de apoyar a las personas que no tienen dinero para su alimentación.
El voluntario cuenta que la comida se sirve de lunes a viernes y el proyecto tendrá su duración hasta cuando haya el apoyo de personas de la ciudad de Cuenca o del exterior. (I)