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Los Ministerios de Ambiente y Agricultura coordinan sus acciones

$ 3’800.000 promueven nuevas prácticas ganaderas

La superficie de pastizales para ganadería tiene huellas de la deforestación en la Sierra ecuatoriana.
La superficie de pastizales para ganadería tiene huellas de la deforestación en la Sierra ecuatoriana.
FOTO: Miguel Jimenez / El Telégrafo
08 de diciembre de 2016 - 00:00 - Redaccion Economía

En las montañas que circundan el Valle del Quijos (Napo), unas 36.000 cabezas de ganado pastan en extensos potreros que reemplazan a los espacios que eran ocupados por imponentes árboles. En esa zona, la expansión de la frontera agrícola implicó la tala de árboles para la conformación de pastizales.

“La ganadería extensiva, si no es bien manejada, nos llevará a la deforestación a gran escala”, lamenta Luisa Puetate, ingeniera agrónoma que trabaja en una finca familiar en Baeza, donde sembró árboles e incorporó una cerca eléctrica para evitar el pisoteo del ganado.

Un proyecto difunde opciones para minimizar el impacto ambiental

Para transformar las actuales prácticas de los ganaderos ecuatorianos, el Ministerio del Ambiente (MAE), en coordinación con el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (Magap), implementa el proyecto ‘Ganadería Climáticamente Inteligente’ (GCI), una intervención cuyos objetivos rectores son revertir la degradación de tierras y reducir los riesgos de desertificación en Guayas, Santa Elena, Manabí, Imbabura, Loja, Morona Santiago y Napo.

“Buscamos incrementar la capacidad de adaptación al cambio climático, reducir la degradación de la tierra y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector ganadero, a través de la implementación de políticas intersectoriales y la aplicación de prácticas y técnicas de ganadería climáticamente inteligente”, dijo Juan Merino, coordinador nacional del proyecto GCI de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Esta intervención pretende identificar tecnologías y prácticas locales que aumenten la producción para mejorar los ingresos de los ganaderos. También el proyecto tiene como objetivos detectar buenas prácticas ambientales, reducir la emisión de gases, mantener o incrementar las reservas de carbono en el suelo y generar sistemas productivos que sean resilientes al cambio climático.

Además de contar con el apoyo técnico de la (FAO), el proyecto GCI logró una inversión de $ 3’800.000 financiada por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por sus siglas en inglés).

Las buenas prácticas son parte de la tradición agrícola del país

Árboles de matalapo con más de 50 años de edad permanecen de pie en medio de las 22 hectáreas de Ólger Castillo, un ganadero que reforesta la zona con árboles de aliso y guabilla. Además, mantiene al ganado dentro de una cerca eléctrica para que no pise el suelo y utiliza los excrementos en la lombricultura, cuyo abono servirá para regarlo en la tierra.

En Chontayacu, Mariano Vinueza ejecuta prácticas similares, pues en sus 45 hectáreas de terreno sembró una buena cantidad de árboles, como nogales, cedros, guabos y chotos, “porque no solo sirven para abonar el suelo, sino que también generan sombra a los animales”.

A su vez, Castillo relató que usa la estabulación o cría del ganado en establos en las noches. William Guerrero, técnico de la Dirección Provincial Agropecuaria de Napo, explicó que esa práctica aumenta la producción de leche porque las reses no están expuestas a las bajas temperaturas y, por ende, no demandan de más energía.

El funcionario manifestó que, para aumentar la producción en 25%, el proyecto GCI implementará también bancos de forraje (tanto de proteína como de energía), en los que se puede dar la alimentación cuando los animales están semiestabulados o en el ordeño.

“Lo más importante es mejorar la nutrición animal con el manejo de pasturas; trabajar en sistemas semiintensivos de cercas eléctricas e implementar prácticas silvopastoriles, que ayudan a subir la carga animal”, dijo Guerrero.

El técnico agregó que los productores tienen ahora entre 0,4 y 0,5 unidades bovinas adultas por hectárea por año en algunos sectores de la provincia. Lo ideal sería, sin embargo, tener dos unidades bovinas adultas por hectárea por año.

“Lo correcto es aumentar la carga bovina para no aumentar las zonas que sufren erosión del suelo y no invadir las zonas protegidas”, manifestó Marcelo Rivadeneira, presidente de la Asociación de Ganaderos de Quijos, quien dijo que “este proyecto servirá para ser más eficientes en producción y no tan agresivos con el medio ambiente, ya que cada año se deforestan más hectáreas para pasturas”.

Para Gildo Velasco, director provincial agropecuario de Napo, el proyecto GCI se complementará con el programa de ganadería sostenible que ejecuta el Magap, porque, además de disminuir la presión a los bosques, evitará ampliar la frontera agrícola. “Fomentando nuevas prácticas entre los productores, pretendemos recortar esos espacios donde no se debió hacer ganadería”. (I)

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