Las textileras se sostienen con la venta de prendas de bioseguridad
Reinventarse para crear ropa e insumos de bioseguridad, mientras las ventas de otro tipo de prendas están paradas, fue lo que hicieron varias compañías textileras para resistir el impacto económico que causó la emergencia sanitaria por el covid-19.
Manufacturas Americanas (Manamer) desde 1957 se dedica a la creación de prendas de vestir y a la importación de ropa y accesorios de moda que se comercializan, principalmente, bajo las marcas Pical y FunkyFish.
Dada la pandemia tuvieron que incluir una nueva línea de negocios, que es la que ha sostenido a la empresa en estos meses.
Andrés Ehrenfeld, gerente comercial de Manamer, explica que desde abril empezaron a elaborar productos de biocuidado, como mascarillas reusables con diversos diseños, overoles, chompas con capuchas y chaquetas con telas antifluido.
Reinventarse y estar pendiente de las nuevas tendencias de consumo de la gente es la base para que un negocio no muera.
La comercializadora La Esperanza hizo lo mismo. Esta textilera, que durante sus 22 años de existencia confecciona ropa para niños y niñas, pijamas y prendas deportivas para adultos, tuvo que agregar un nuevo giro de negocio.
“Con la pandemia el mundo entero se paralizó. Nosotros tuvimos que buscar mecanismos para subsistir y mantener la empresa para no despedir a nadie”, comenta Juan Francisco Costa, subgerente general de La Esperanza.
La compañía elabora tapabocas reusables y desechables, así como overoles con material antifluido. También adaptaron estas prendas para los niños, con bordados, estampados y sublimados para que estén cómodos.
Para lograr estas confecciones las costureras teletrabajaron. La empresa distribuyó las máquinas en sus domicilios.
Costa asegura que entre marzo y abril la empresa tuvo 95% menos de ventas. Con la comercialización de las nuevas prendas la textilera alcanzó a pagar la nómina, el seguro social y algunos impuestos. “Los volúmenes que logramos hacer fueron para sobrevivir”.
Rafael González, gerente de la línea de ropa Franco Buchelly, también cambió el giro de su negocio. Pasó de confeccionar camisas y uniformes ejecutivos, a elaborar mascarillas y trajes de bioseguridad.
Las ventas de estos productos le permitieron cumplir con algunas obligaciones. Sin embargo, actualmente trabaja con el 30% del personal. Con los demás llegó a un acuerdo para cancelar la seguridad social y darles un bono para alimentación.
Para González, quien además es presidente del sector textil de la Cámara de la Pequeña y Mediana Empresa de Pichincha, confeccionar estas prendas ya no es rentable.
Detalla que, de las 188 empresas textiles afiliadas a la Cámara, durante la emergencia laboraron 43. El 30% de ellas se dedicaron a elaborar mascarillas y overoles.
A su criterio, actualmente hay una sobreproducción de estos insumos de seguridad en el mercado. Considera que, al inicio de la emergencia, apostar por esa línea fue una opción para enfrentar el impacto económico, pero ya no lo es.
“La gente que invirtió para elaborar estas cosas está tratando de recuperar su dinero con las ventas, pero no están generando utilidades”.
Ehrenfeld reconoce que al inicio hubo gran demanda con poca oferta, por lo que fue un buen negocio. “Pero cuando crece la oferta, lo que hay que hacer es innovar, reinventar, tener cosas diferentes que el resto y ser el mejor”, dice.
El representante de Manamer cree que aún hay oportunidad de negocio, no solo de mascarillas, sino que también hay un espacio en la moda para el uso de prendas antifluidos y de protección que perdurarán por un buen tiempo aún.
De a poco, estas compañías regresan a sus líneas de negocios originales. Algunas prevén mantener a la par estos nuevos productos de bioseguridad e incorporar unos nuevos.
“Estamos constantemente buscando alternativas, reinventándonos e investigando qué hacen los países vecinos que nos ayude a sostener la empresa y a mantener a los trabajadores”, aseguró Costa.
González, en su caso, cree que debe evolucionar las prendas que ya confeccionaba para adaptarlas a las nuevas necesidades. Planifica crear camisas y chompas con tela antifluido. (I)
Mujeres confeccionistas laboran desde casa
Casa Linda, empresa dedica a confeccionar artículos textiles para el hogar por más de 80 años, no solo agregó una nueva línea de negocios, sino que ayudó a que mujeres desempleadas generen ingresos.
A su catálogo de edredones, sábanas, cobijas, cobertores, almohadas, entre otros, agregó mascarillas que las empezó a elaborar desde marzo.
La empresa no dejó de trabajar y la venta de estos tapabocas ha permitido que se mantenga en medio de la crisis económica.
Paulo Revelo, gerente general de Casa Linda, asegura que esto se logra gracias al trabajo que hacen muchas confeccionistas en casa. De 25 colaboradoras que tenía la empresa pasaron a tener 200 debido a la alta demanda.
“Reclutamos mujeres cabezas de hogar que se dedicaban al arte de la confección o tenían una máquina de coser que la desempolvaron para trabajar”, comenta Revelo.
Agrega que estas trabajadoras generan alrededor de $ 100 semanales, según la cantidad de mascarillas que confeccionen.
El ejecutivo hace un llamado a que más mujeres se unan a esta compañía para elaborar esta prenda. El único requisito
es tener una máquina de coser recta. La empresa les entregalos materiales en sus domicilios y posteriormente recoge las mascarillas.
Quienes colaboren con este giro de negocio quedarán en una base de datos de la empresa y cuando retomen las confecciones originales les podrían buscar nuevamente.
Mascarillas con filamentos de cobre
Cobre Tex Ecuador fabrica mascarillas reutilizables con filamentos de cobre puro incrustados dentro del tejido que funcionan como una barrera para impedir la transmisión de bacterias, hongos y virus. Aunque la compañía también elabora otros productos con esta fibra, como cobertores de colchón, almohada, vendas, antifaces y cobijas, los tapabocas son actualmente su producto estrella debido a que la demanda creció por la emergencia sanitaria.
Verónica Jaramillo, gerente Comercial de Cobre Tex, explica que el filamento de cobre se incorpora a fibras de algodón o de poliéster. Esto convierte a la tela en antimicrobiana. Además, le ayuda a higienizarse y esterilizarse de manera continua.
De este modo, dice Jaramillo, el tapabocas se convierte en un escudo de protección frente a todos los microorganismos, además de que mata hongos y bacterias.
La venta de mascarillas permitió que esta microempresa familiar se mantenga en medio de la emergencia. Incluso incrementaron su equipo de ventas dando trabajo a personas desempleadas.
“En tiempos de crisis es donde más se debe activar la imaginación. Los emprendedores nunca debemos dejar de imaginar porque es el comienzo para generar nuevos ingresos”, asegura Jaramillo. (I)