Era uno de los hombres más cercanos a Mariano Rajoy
Luego de desmentir publicaciones, el ministro español de Industrias renuncia
Los papeles de Panamá siguen cobrando víctimas en todo el planeta. El último caso fue del hasta ayer ministro español de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, cuyo nombre aparece como administrador hasta 2002 de una sociedad familiar que desvió dinero a los opacos paraísos fiscales siendo aún alcalde de Las Palmas de Gran Canaria.
Su renuncia no causó ninguna sorpresa, especialmente tras el escándalo que estaba provocando su nefasta gestión al negar la veracidad de los documentos aparecidos durante los últimos días. Puede decirse que Soria se cavó su propia tumba política en el intervalo de 72 horas en las que mintió reiteradamente sobre su participación en la empresa radicada en las Islas Jersey, un diminuto archipiélago dependiente del Reino Unido situado en pleno Canal de la Mancha, frente a la costa francesa de Normandía.
Para un país tan golpeado por la corrupción como España, donde se han descubierto tramas ilegales complejísimas y defensas de honradez inverosímiles, el harakiri político de José Manuel Soria es la última novedad.
El ya exministro reaccionó con una contundencia tan desorbitada al filtrarse su nombre en una lista de Panamá que llegó a jurar en varias ocasiones que si se probaba su relación con las Islas Jersey dimitiría “ipso facto”. Pues bien, aquellos primeros indicios que tanto le irritaron han terminado siendo pruebas irrefutables y el dirigente del Partido Popular (PP), completamente acorralado, no le ha quedado otra opción que abandonar su puesto.
Ayer comunicó su decisión irrevocable al presidente del gobierno en funciones, Mariano Rajoy, que la aceptó de inmediato. Soria también renuncia a su acta de diputado y a la dirección ejecutiva del PP en Canarias.
Pero sus compañeros de partido todavía se preguntan quién le asesoró para actuar con semejante temeridad. “¿Cómo ha sido tan inconsciente de creer que no se descubrirían sus intereses en Jersey que, aunque nada éticos, no son delito?”, se preguntaba ayer un diputado socialista en el Congreso.
Ni el propio exministro fue capaz de responder esta inquietud en el comunicado oficial de su dimisión difundido a la prensa, aunque admite que ha pesado “la sucesión de los errores cometidos a lo largo de los últimos días, (…) debidos a la falta de información precisa sobre hechos que ocurrieron hace más de veinte años; sin perjuicio de que ninguna de tales actividades empresariales haya tenido relación ni vínculo de tipo alguno con el ejercicio de tales responsabilidades políticas”.
Este caso es un duro golpe para el PP porque Soria no era un ministro cualquiera. Se trataba de un peso pesado del Gobierno, uno de los hombres que mayor influencia ejercía sobre el presidente Mariano Rajoy.
De carácter afable en las distancias cortas, solía bromear a menudo sobre su extraordinario parecido físico con José María Aznar. Pero solo se parecían en el aspecto.
El saliente ministro fue profesor de macroeconomía y economía Internacional en el Centro de Estudios Comerciales de Madrid desde 1984 a 1989. Fue elegido alcalde de Las Palmas de Gran Canaria en 1995, cargo que renovó cuatro años después con mayoría absoluta.
Allí fue donde comenzó a flirtear con las redes opacas de corrupción que atraparon a muchos de los políticos canarios. Soria fue acusado de cohecho, tráfico de influencias y prevaricación que llegaron a ponerle contra las cuerdas pero que no le noquearon.
Su supervivencia le sirvió para ascender en el PP de forma imparable. En 2012 se convirtió en ministro, su sueño reconocido, pero también su gran pesadilla ya que ha sido el primero que, ejerciendo su labor en funciones, renuncia al cargo.
Soria reconoció únicamente “los errores cometidos a lo largo de los últimos días” en sus contradictorias explicaciones públicas. El lunes se mostró sorprendido e indignado tras aparecer su nombre relacionado con una empresa en Bahamas. Desmintió la noticia y pidió una investigación.
En un gota a gota continuado, el martes apareció como secretario de la firma UK Lines registrada en el Reino Unido, lo que volvió a atribuir a un “nuevo error”.
La publicación de un documento mercantil británico que demostraba lo contrario, le obligó a admitir, un día después, que la compañía había sido fundada por su padre. Aseguró no haber participado en ella. Esto también fue desmentido por la reproducción posterior de un acta de la empresa con su firma, al tiempo que varios medios afirmaban que Soria había sido hasta 2002 administrador de una empresa ubicada en el paraíso fiscal británico de Jersey. (I)