Con respecto al mismo período del año anterior hubo un crecimiento del 6,5% en compras
El consumo con tarjetas de crédito aumentó en $ 64 millones entre junio y agosto
Con un sueldo que supera los $ 1.000, Paulina Gallegos, diseñadora gráfica de 29 años, soltera, destina unos $ 300 en vestimenta y entretenimiento mensualmente.
Normalmente adquiere sus productos en tiendas de centros comerciales, donde un vestido le cuesta entre $ 90 y $ 120 dependiendo del local, la marca y el tipo de material que se usó en la confección. Cuenta que prefiere recorrer los almacenes para encontrar precios convenientes y así disminuir los gastos.
El resto del sueldo de Paulina es distribuido en el arriendo de la vivienda ($ 250), servicios básicos, internet ($ 100) y alimentación ($ 200). La forma de pago preferencial es a través de las tarjetas de crédito.
Si bien en el país existe la percepción de una crisis económica, el consumo de los ecuatorianos, mediante la facturación con tarjetas de crédito, refleja otro comportamiento.
De todos los consumidores, la clase media es la que más usa este medio de pago. Según un informe de la Superintendencia de Bancos del Ecuador, las compras con el documento plástico acumulan hasta agosto un total de $ 4.300 millones.
De esta cifra más de $ 2.500 millones corresponden a crédito rotativo (cuotas mínimas) y $ 1.800 millones en diferido (pagos fijos).
Con relación al mismo período de 2014, el consumo con tarjetas de crédito aumentó el 6,5% ($ 267’450.635).
Mientras que, entre junio y agosto la facturación subió $ 64 millones, pasando de $ 520,5 millones a $ 584,5 millones, respectivamente.
El 16% del consumo con tarjetas se realizó entre enero y agosto en supermercados ($ 675,1 millones), manteniendo la tendencia durante el año.
Siguen los rubros de salud con el 8% ($ 373,3 millones), servicio de transporte aéreo 8% ($ 338,7 millones), vestido y calzado 6% ($ 268,2 millones) y vehículos y repuestos 6% ($ 255,8 millones). (Ver infografía).
En total en estos primeros 8 meses del año se realizaron 55’098.688 transacciones con un endeudamiento promedio de $ 78,46 por cada tarjetahabiente.
De acuerdo al último reporte de la Superintendencia, hasta junio de 2013 había 1’900.000 tarjetahabientes, es decir un promedio de 1.6 tarjetas de crédito por cada uno. El 85% es de tarjetas principales y el restante adicionales.
Roberto Palacios, analista y profesor de la Escuela de Negocios de la Espol (Espae), indicó que las tarjetas de crédito son la extensión del poder de compra. “Nuestra gente no es tan culta financieramente hablando, como para prever el problema y ajustar inmediatamente su consumo”.
El catedrático explicó que hay un consumo rutinario que ocurre hasta que viene un ajuste en la economía de un hogar, y este gasto es soportado por el crédito preaprobado, es decir la tarjeta. “Las personas consumen y se acostumbran a este nivel de consumo. Cuando la economía se afecta, el consumo continúa inercialmente hasta que se ajusta a la situación prevaleciente”, dijo.
Palacios señaló que los negocios privilegian el efectivo y ofrecen pagos sugeridos sin intereses. “Eso es señal de que hay poco circulante y que se están moviendo las ventas”, indicó el analista, quien acotó que el sector de consumo de básicos, como alimentos, ha flexibilizado su oferta y ofrece créditos a 3 meses sin intereses de forma regular, incluso almacenes que antes no lo hacían antes.
Pero en el universo de las tarjetas también hay ciudadanos que prefieren pagar sus compras en efectivo a través de sus tarjetas de débito y no endeudarse con el dinero plástico.
Según la Superintendencia, entre enero y julio de este año se facturaron $ 78’973.945 por medio de 4’864.139 tarjetas de débito de los bancos privados.
Precios más alcanzables
Washington Sigcha tiene 33 años y es conductor de una empresa privada. Gana al mes alrededor de $ 600, de los cuales gasta un aproximado de $ 150 en entretenimiento. Expresa que antes la cifra era superior porque asistía a lugares donde los precios eran elevados para su economía.
Acude a mercados para comprar alimentos. Y adquiere ropa en centros comerciales populares porque, los costos de las prendas son bajos en comparación a otros locales. No usa tarjeta de crédito porque está acostumbrado a cancelar al contado.
Dijo que no le gusta endeudarse y pagar varias cuotas durante meses.
Para Gloria Endara, contadora de 47 años, quien junto con el sueldo de su esposo tiene un ingreso de $ 1.500, hay que buscar precios más asequibles y ahorrar dinero para enfrentar cualquier crisis.
Endara dijo que los gastos familiares son distribuidos entre arriendo ($ 300), alimentación ($ 250), salud ($ 250), vestimenta ($ 200) y entretenimiento ($ 100).
La mujer compra una parte de los alimentos y productos de aseo personal en supermercados o micromercados (enlatados, embutidos, carnes). Las frutas y verduras las adquiere en ferias libres o mercados populares. Argumentó que la diferencia de precios es significativa cuando se trata de hortalizas.
Crédito de la banca privada
El saldo total del crédito destinado por parte del sistema bancario privado, incluye aceptaciones, avales, fianzas y garantías, cartas de crédito y provisiones por cartera de crédito, alcanzó $ 21.681 millones al cerrar septiembre.
Del total de financiamiento entregado por la banca privada, $ 15.038 millones fueron asignados al crédito a la producción (sectores productivos, vivienda y microempresa), lo que significa el 69,4% del total.
Mientras que el crédito destinado al consumo fue de $ 6.643 millones, que representan el 30,6%.
En términos anuales se contabilizó un decrecimiento de 0,74%, lo que representó $ 46 millones menos en crédito de consumo otorgados por los bancos privados. (I)
La relación deuda-ingreso llega al 31,5%
El crédito de consumo experimentó un crecimiento pujante de alrededor del 20% anual en los últimos 10 años, gracias a su expansión entre la incipiente clase media de América Latina. El 22% de la población adulta en la región dispone de al menos uno de los más de 390 millones de plásticos que hay en el mercado, según la firma BSLatam.
Expertos dicen que este producto, con el que muchos latinoamericanos accedieron por primera vez a un servicio bancario, puede convertirse en un problema familiar, ante una creciente desaceleración económica en la zona. El negocio de las tarjetas de crédito ha tenido gran éxito por la facilidad con la que se otorgaron los plásticos, afirmó Michelle Evans, analista de Euromonitor International, en una publicación del diario El País de España.
“La simplificación en el proceso de solicitud dio lugar a que más latinoamericanos sean capaces de tener una tarjeta”, comenta. En 2014 el número de plásticos aumentó en la región el 9,1% y este año se estima que haya un repunte de 8,6%, según BSLatam.
El éxito económico de Latinoamérica, que crecía a un ritmo entre 4% y 5% anual en la última década, permitió que más de 70 millones de personas salieran de la pobreza y que la clase media se expandiera hasta llegar a los 181 millones de personas (el 34,3% de la población). Bajo este escenario, los bancos vieron una gran oportunidad para hacer negocio e incrementar los márgenes, señala Sergio Navajas, especialista de la unidad financiera del Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin).
De acuerdo con el Banco Mundial, en 2011, solo el 18% de los adultos de Latinoamérica tenía al menos una tarjeta, pero para 2014 la proporción llegó hasta el 22%. “El problema fue que muchos de los nuevos clientes incluyeron al crédito concedido como parte de su ingreso mensual y no como una deuda que había que cancelar en un plazo determinado”, explica Navajas.
De su parte, Michelle Evans, analista de medios de pago de Euromonitor Internacional, dice que el proceso de selección para obtener una tarjeta de una tienda es a menudo menos estricto que el requerido por las marcas internacionales como Visa, MasterCard o American Express.
“Este fenómeno llevó a un mayor endeudamiento de las familias”, resalta Navajas. En los países latinoamericanos, la relación entre la deuda y el ingreso de los hogares es de 31,5%, según Euromonitor. En 2019, el ratio alcanzará el 40%. La mayor parte de las deudas es por hipotecas y crédito en tarjetas.
Para Georges Hatcherian, de Moody’s, existe un riesgo inminente de que los latinoamericanos dejen de liquidar sus deudas. “El endeudamiento no está en niveles explosivos, pero hay que considerar que la región está en una desaceleración, lo cual afectará las perspectivas de empleo y de ingreso familiar”, considera. (I)