“Solo sé cocinar ceviches y llapingachos, por ahora”
Lleva su pequeña y rubia melena bien escondida bajo el casco que usa en los entrenamientos y competencias ciclísticas. Diana Marggraff es, al momento, la mujer más destacada en el pedal extremo de montaña y está segura de llegar a ser campeona mundial.
No se imagina lejos del mundo en que se formó desde los 6 años. Incluso estudiará fotografía deportiva para seguir vinculada con la especialidad. Reside en Alemania y hace poco estuvo de paso en Quito; antes de su regreso a Europa conversó con FANÁTICO.
¿Fue fácil adaptarse a la cultura del Viejo Continente?
Relativamente sí, porque conocía algo de las costumbres de allá, ya que mi padre es suizo. Hice rápidamente amistades con pedalistas profesionales que me ayudaban para intervenir en las distintas carreras, porque mis recursos económicos eran limitados.
¿Cómo sustentó su estadía?
Tuve el apoyo de la Concentración Deportiva de Pichincha (CDP), por lo que pude viajar para la rehabilitación; pero allá la vida es muy cara y para solventar los gastos trabajé en mi otra pasión: la fotografía. Hice una pasantía en eso y desde agosto de este año comenzaré mis estudios.
¿Qué tal la experiencia como fotógrafa deportiva?
Fue sensacional, porque pude llegar a sitios a los que como deportista en una competencia no he podido. Me emocioné al ver todo eso de lo que uno se pierde como ciclista, ¡pero también por esa fascinación me perdí de tomar unas cuantas fotos!
¿Qué extrañó más de Ecuador?
Además de mi familia, lo que más uno añora es la variedad de frutas y verduras que existen acá. Allá es muy difícil conseguir un jugo natural, por los elevados costos. Solo una banana representaba un dólar. También los platos típicos, por eso aprendí ya a cocinar algunos.
En el ciclismo extremo las lesiones son permanentes. ¿Le ha tocado alguna complicada?
He tenido varias; la última, en octubre de 2009, en la Copa Mundial de Austria. Fue la más dura, porque se me rompió la rótula de la rodilla izquierda en una caída simple, pero fuerte.
Hasta la rodillera se quebró, después vine a Quito y el médico no encontró la lesión, pasé cinco meses sin saber el porqué de la molestia. Esa negligencia hizo que la recuperación fuera muy larga.
¿En algún momento pensó que ahí terminaba su carrera?
Sí, porque no podía ni pedalear, el dolor era muy intenso, pero no iba a desistir y rendirme; por mi cuenta busqué otros especialistas y con más exámenes al fin descubrieron cuál era la lesión, entonces preferí tratármela en Alemania. Por fortuna todo ha marchado muy bien.
¿Ahora ya está todo superado?
No del todo, porque me dicen que debo hacerme dos cirugías más, ya que tengo un daño en el cartílago, que no se regenera. Pero gracias a los avances de la medicina parece que hay cómo hacer una recuperación. Vamos a ver; eso es algo que siempre está en mi mente.
¿Qué le falta por conseguir en el ciclismo extremo?
Deseo ser la mejor del mundo y para eso estoy diseñando un plan. Espero que el Ministerio del Deporte me ayude con la preparación. Estoy consciente de mis fortalezas y espero que hasta el 2017 ese anhelo se cristalice.
¿Ha pensado en el retiro de la actividad deportiva?
Sí, pero la respuesta es siempre la misma: seguiré hasta que tenga movimiento. Sé que en algún momento no tendré la fortaleza para competir, por eso espero asumir la preparación de las nuevas generaciones de ciclistas o quizás dedicarme a la fotografía.
Con tanto entrenamiento, ¿le dio el tiempo para ir a la universidad?
Sí, soy tecnóloga en comercio exterior, pero no por vocación sino por las facilidades que me dieron en el colegio Alemán para continuar los estudios y porque debía tener una profesión.
Esa carrera nunca la he ejercido y no sé si en algún instante lo haga. No me siento motivada ni con la pasión de hacerlo. Lo mío es el mundo de la bicicleta, del que nunca deseo deslindarme.
¿Era buena alumna?
Digamos que normal, pero debo confesar que en los estudios superiores no lo fui mucho. No me dediqué como debí porque no lo hice por convicción sino por necesidad.
¿Y qué tal se defiende en el mundo gastronómico?
Estoy aprendiendo, porque ya me toca. Solo sé cocinar ceviches de camarón y llapingachos, por ahora; pero pronto podré preparar muchos otros platos para disfrutarlos cuando esté lejos.
¿Qué hace en su tiempo libre?
Lo que siempre trato es de disfrutar con los amigos, de tener una vida social, ir al cine, pasear, etc.., pero a veces por la carrera que llevo eso es difícil.
¿Y la vida personal?
Eso es algo que siempre ha sido complicado para mí, porque los novios que he tenido no han sido profesionales como yo, entonces no me comprendían.
Pero ahora estoy con un alemán, Noa Grosman, con quien tengo una bonita relación. Vamos a ver qué pasa en el futuro.