Paulina coronó el “Techo del mundo” en su tercer intento
Es menuda, pero decidida. La andinista Paulina Aulestia apenas mide 1,50 m de estatura y gracias a su pasión por las montañas se convirtió en la primera mujer ecuatoriana en coronar la cima del Everest (8.848 msnm).
Fue el 21 de mayo cuando la bandera tricolor lució en todo su esplendor en la cumbre de esa mítica montaña. “Todo ocurrió muy rápido, apenas tuve como 10 minutos en la cima y sinceramente no disfruté de la magnitud de lo que alcancé. En ese momento lo que me inquietaba era tener las fotos para los auspiciantes”, confiesa Paulina, que pese al ajetreo, lo primero que hizo fue divisar todo el panorama de los Himalayas.
En Ecuador, su esposo Diego Valencia era el encargado de monitorear toda su trayectoria y comunicar la buena noticia al resto de la familia. Sobre todo a sus padres, Nancy Enríquez y Gonzalo Aulestia, quienes fueron los primeros en felicitarla. “Estamos muy orgullosos de ella porque es una mujer que ha demostrado que con pasión y esfuerzo todo es posible. Es un ejemplo para todos. Sabemos que lo que se propone lo consigue”, refirió doña Nancy.
Paulina confiesa que en el último tramo, previo a llegar a la cumbre, subió por unas escaleras de hasta 4 metros de alto, inestables, que se movían en cada escalón.
Por momentos sufrió al pensar que podría caer. Sin embargo tenía muy claro en su mente la idea de llegar a la cumbre. “Es un espacio muy pequeño, en el que uno apenas se puede mover y se redujo más aún porque llegaron en simultáneo otros 20 montañistas”.
No fue la primera vez que Paulina escaló el Everest. Lo hizo en dos ocasiones anteriores y ambas sin el final esperado.
En siete años la quiteña concluyó su proyecto de llegar a las cumbres más altas del mundoEn el 2006 llegó hasta los 8 mil metros y tres años más tarde alcanzó los 8.600 m. La razón solo la entendió en este mes, cuando a más del contacto con los sherpas contrató a un guía suizo especializado en el Everest, quien fue el encargado de vigilar que los campamentos instalados estén a la altura idónea. “Las otras veces, quizás por mi condición de mujer, me fue complicado que ellos obedezcan con precisión las indicaciones. Creo que también conspiró el idioma, pero esta vez todo se corrigió”, confesó Paulina.
En todo momento estuvo correctamente asistida. Su preparación física, sicológica y espiritual le ayudaron. “Todo encajó y llegó en el momento preciso, hasta el clima mejoró. Pudimos escalar en una temperatura óptima en el Everest, como es los -30º y unos vientos de 50km/h. No cabe duda que era el día indicado, no había opción de retroceder”.
Su apego a las montañas comenzó hace 2 décadas, cuando se inscribió en el club de andinismo de la Universidad Central, institución en la que consiguió su título como abogada, profesión que ejerce en simultáneo con su pasión por los nevados.
Cuando inició su preparación más exigente, en busca de las siete cumbres (2006), lo hizo bajo la tutela de Rafael Martínez, quien ha sido su guía y entrenador.
“Rafa”, como lo llaman sus discípulos, que son la mayoría de los andinistas nacionales, hoy está en Nepal intentando con otro de sus pupilos (Patricio Tisalema) llegar a la cumbre del Everest, esta vez en un solo día.
Los entrenamientos de Paulina siempre fueron en solitario. No es parte de ningún grupo, pero tiene relación con todos sus colegas y de ellos aprende. La primera cima que coronó fue la del Aconcagua (6.952msnm), la más elevada en América del Sur.
Le siguió el Elbrus en Rusia, con 5.462 msnm, el más alto de Europa; el Kilimanjaro en Kenia, con 5.895 msnm, el más elevado de África. El McKinley en Alaska, con 6.194 msnm, el pico más elevado en América del Norte; Vinson, 4.897 msnm, el más alto del continente antártico. El Kosciusko en Australia, con 2.228 msnm, pese a ser el de menor altura de las cumbres, fue el que más inconvenientes le causó. “Hay una cordillera y todo parece igual cuando se sube. No se puede divisar rápidamente el pico más elevado, por eso tuve que subir y bajar algunas ocasiones hasta dar con el punto exacto”.
Aún extenuada por las 7 semanas que pasó en Asia, su siguiente meta es conseguir el título como instructora de alta montaña y compartir sus experiencias.
Sus vivencias le sirvieron además para inclinarse hacia su otra ocupación: charlas de motivación, que las comparte con su esposo. No tiene hijos, pero sus sobrinos llenan el espacio infantil en su vida. A sus 45 años está contenta con lo logrado y se siente realizada en todo aspecto.
Sabe que su nombre será un referente para todas las mujeres en el Ecuador y eso la compromete aún más. “Hoy existe una compatriota en quien fijarse para saber que todo se puede lograr”.