Entrenamiento exigente para ir a la máxima cumbre del mundo
Su figura apenas se divisa entre la penumbra que a las 04:00 cubre a la Capital. Solo los focos del alumbrado público y los semáforos iluminan Quito. La mayoría aún duerme y el andinista ambateño Patricio Tisalema, en su domicilio de
La Floresta, en el centronorte, alista el equipaje para cumplir su día de entrenamiento en el Guagua Pichincha, al suroeste de la ciudad.
Es menudo, no pasa del 1.65 m, pero muy ágil. Gracias a ello ha logrado ascender a las cumbres más altas de los nevados en el mundo entero. Una chompa impermeable lo protegerá en el recorrido a la cima de la montaña quiteña.
Un termo con café muy caliente no puede faltarle al hombre que se desvela con lecturas de motivación y crecimiento personal. La otra gran pasión y profesión en la que invierte su tiempo es tomar gráficas.
Puede desviar incluso su objetivo montañero por ajustar al detalle sus equipos fotográficos y buscar el mejor ángulo para captar una imagen.
Estuvo en el Everest, Aconcagua, Kilimanjaro y en todos siempre puso la bandera tricolor en la cúspide en señal de su victoria. De cada uno de sus ascensos guarda las gráficas que meses atrás presentó como parte de una exposición en la capital y anhela llevarlas a otras provincias e incluso trascender las fronteras.
Mientras espera la llegada de su guía espiritual y de expedición, Rafael Martínez, no resiste la tentación de abrir el termo. Un envolvente e intenso aroma de café se desprende al tiempo que acerca una taza para beberlo. Va en una camioneta 4x4 que lo lleva a su objetivo. Los kilómetros pasan y él no deja de recordar sus aventuras vividas por igual en los Andes ecuatorianos como en los Alpes suizos.
Domina el inglés, francés, alemán y japonés. Estudió cada uno en los distintos centros de idiomas. Vivió dos años en Japón y conoció mucho de esa cultura. “Me impresionó sobre todo el respeto que tienen por la vida humana y la naturaleza”.
Al fin sale “Rafa” y tras un saludo cordial ingresa al vehículo para continuar en la ruta hasta la elevación que da su nombre a esta provincia. La oscuridad impide divisar en su totalidad el ganado vacuno que en los costados de la vía de segundo orden empiezan a moverse.
La población de este lugar se dedica a la ganadería. Hay chivas, burras y vacas. De las dos primeras especies se extrae la leche que es comercializada por su “fama” de curar enfermedades respiratorias.
La camioneta debe recurrir al sistema de doble tracción para continuar la ruta. Son caminos tierrosos con algo de rocas y curvas muy cerradas. A partir de los 3 mil metros de altura el deportista suele recurrir a la bicicleta hasta alcanzar el refugio a los 4.500 msnm. Eso le permite efectuar una ruta más exigente para probar el estado físico. Pero “Pato” esta vez prefiere continuar el trayecto en el auto.
El cielo quiteño paulatinamente transforma el negro de su cielo por un impresionante azul. El andinista dosifica sus energías y ya está a 3.500 msnm. Es indispensable un receso para graficar el cautivante amanecer a las 05:45.
El frío es intenso. No pasa de los 5ºC. Ni los guantes ni el gorro ayudan a combatir con éxito la baja temperatura. Por eso es necesario moverse, al menos en una ligera caminata. Cada aliento se asemeja a una bocanada de humo. Es el vapor que se dibuja para calentar el ambiente.
La velocidad del viento es constante. Llega al menos a 10km/h. Pero al mirar el horizonte un reconfortante panorama es la recompensa. Nítidos asoman los picos del Cotopaxi, Antisana, Illinizas, que forman parte de la emblemática Avenida de los Volcanes, ruta difundida internacionalmente que identifica a la cordillera de los Andes.
Tras la pausa el montañista y su “senséi” como por momentos lo llama, siguen escalando una empinada pared en la que se divisan los frailejones y los “almohadones” verdes con una leve capa de nieve.
Los pequeños copos blanquecinos destellan luminosidad y se dividen en los 7 colores del arco iris. El paisaje es conmovedor, aunque la travesía se complique por lo rocoso del terreno. Patricio, para evitar un infortunio, se apoya en los bastones y con agilidad corre montaña arriba. Él prefiere un pañuelo como protector de su cabeza. Es uno de los implementos que todo andinista lleva a una travesía por la diversidad de usos que puede darle.
Sirve para mojar y refrescar a un desmayado, taponar una herida o como un inmovilizador en caso de una fractura. Con humor dice que lo usa para mejorar su “look”.
El calzado es especial y muy cómodo. Utiliza botines reforzados en los tobillos para protegerlos de posibles torceduras y con suela antideslizante que facilita el paso. El ascenso prosigue. Se encamina a los 4.500 msnm y el viento veraniego es más intenso.
Según “Rafa” la velocidad se acerca a los 30km/h. Es perceptible la exigencia que el cuerpo hace para respirar con la habitualidad de siempre. A momentos los latidos del corazón se aceleraran y golpean con fuerza sobre el pecho. No existe la cantidad de oxígeno suficiente para dar largos pasos, éstos deben ser cortos y muy pausados para cumplir con la distancia trazada sin implicaciones físicas notorias.
Por ello los andinistas, en los recorridos que pasan los 5 ó 6 mil metros de altura suelen llevar tanques de oxígeno para ayudarse.
Tisalema comenzó su aventura montañera a los 19 años cuando formó parte de una excursión al monte Fuya Fuya en la provincia de Imbabura. “Ahí descubrí que mi vida debía dar un gran giro y estrecharse totalmente con la naturaleza”.
Para ese entonces Patricio cursaba la carrera de Geología en la Escuela Politécnica Nacional, pero no estaba totalmente convencido de que ese sería su futuro. Desistió de continuar esos estudios y se inclinó por el turismo de alta montaña.
En el 2006 inició el proyecto “Las siete cumbres” en las que se propuso llegar a la cima de los nevados más altos en cada continente. Así alcanzó el Aconcagua (6962 msnm) en Argentina. Mckinley (6194 msm) en Alaska, el Kilimanjaro de 5.895 msnm en África.
En Europa está el Elbrus de 5.642m y el Maciso de Brinzon en la Antártida con 4892 msnm, el Kosciuszko de 2.230 msnm en la Oceanía, en el Everest con 8.848 msnm en el Himalaya (Asia), el nevado más elevado del mundo.
Su mayor reto al momento es retornar a la cima del Everest, pero en esta ocasión en un solo día. En esa tarea se encuentra totalmente centrado. Tiene el auspicio del Ministerio del Deporte, Concentración Deportiva de Pichincha y entidades privadas.
Cada expedición representa un egreso económico de entre 60 y 70 mil dólares. Entre los artículos que nunca faltan en una expedición están las barras energéticas y enlatados.