Parkour, el arte de controlar el miedo en un respiro
Respira, toma impulso, corre y salta. A sus 23 años, David Vaca es un experto “traceur” (trazador) y cada día busca vencer mayores retos a través del parkour.
Originaria de Francia, esta práctica brinda la capacidad de desplazarse en cualquier entorno, superando muros, gradas y fosas solo con las habilidades del cuerpo.
David, ibarreño radicado en Quito, comenzó a desarrollar destrezas hace cuatro años; ahora es uno de los exponentes más experimentados de la Comunidad Parkour Quito y es el instructor de un taller permanente que se ofrece en varios espacios de la Universidad Central del Ecuador.
Decisiones en un segundo
El instinto de conservación, la concentración mental y la adecuada coordinación de brazos y piernas son los ingredientes que hacen del parkour un deporte completo.
En opinión de Jean Pierre Grandes, quiteño de 20 años de edad, esta disciplina se halla íntimamente ligada a la naturaleza, pues sus adeptos aprenden a replicar los movimientos de animales como el mono o el gato. Una de las posiciones básicas es el “monkey”, que consiste en caminar con las cuatro extremidades, similar a un chimpancé. También están los roles (trampolines) y la “precisión”, que mezcla el salto y el equilibrio.
“Brincar bien es saber despegar y mantener el equilibrio al momento de caer”, describe Jean Pierre, quien después de sumar dos años y medio de entrenamiento perfecciona trucos más complejos, entre ellos los saltos mortales.
Un aspecto fundamental en un “traceur” o “traceuse” (trazadora) es respetar el lugar y el cuerpo, por eso define al parkour como el arte de desplazarse de un punto a otro de la manera más eficiente, es decir, sin sufrir daños.
No obstante, como en todo proceso de aprendizaje, las experiencias son las que otorgan aptitud; las caídas y el dolor indican las limitaciones de cada deportista, pero a la vez le enseñan en cuál movimiento debe mejorar. El objetivo es siempre ir más lejos. “El miedo alerta, si aprendes a controlarlo podrás sortear barreras y ser libre, eso es lo que te anima a superarte todos los días”, cita Jean Pierre.
Pero no solo se trata de adquirir pericia. A criterio de Carlos “Yeyo” Viteri (20 años), el parkour brinda seguridad a sus exponentes y les ayuda a tomar decisiones en otros ámbitos. A él, por ejemplo, le impulsó a ingresar a la Facultad de Ciencias Físicas Matemáticas de la Universidad Central y no renunciar a los estudios de tercer nivel.
Brinda la posibilidad de desplazarse de un lado a otro solo con las habilidades del cuerpo
“Estuve a punto de desistir debido a que en las evaluaciones de la Senescyt (Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación) mi perfil académico daba para estudiar Ciencias Físicas Matemáticas, pero yo deseaba seguir Arquitectura. Resolví entonces que debía continuar, no darme por vencido”, revela.
El adiestramiento en el “arte del desplazamiento” es una forma de vida difícil de desechar. “Yeyo” se alejó luego de lesionarse la muñeca y el pulgar derechos; volver a ensayar le tomó año y medio, sobre todo por el temor a fracturarse de nuevo.
Sin embargo, tras evaluar todo lo que ganó gracias a esta disciplina urbana, Viteri resolvió retomar. “Con el parkour aprendí a romper barreras mentales y a dejar fluir toda mi potencialidad, nada es imposible”, asevera.
Al igual que él, Pablo Panchi (18 años) y Gabriel Pineda (13 años) tienen sus propias motivaciones. Pablo disfruta mucho con la expresión corporal y la posibilidad de dominar la gravedad con su peso; Gabriel se siente listo para no dejarse atrapar por malhechores.
“Ingresé junto a cinco compañeros del colegio La Salle, de ellos no queda ninguno dentro del grupo. Yo continúo porque me agrada hablar a través de mi cuerpo, eso sin contar que me fascina estar en el aire, de hecho me prepararé para ser piloto comercial”, detalla Pablo.
Mientras Gabriel, progresivamente, afianza su autoestima: “Estoy ocho meses en esto, me permite hacer cosas inimaginables, como caer de pie igual que un felino. No lo hago para impresionar a nadie, lo hago para mí, porque me siento bien. Antes, cuando salía tarde de clases, temía que me asaltaran. Ahora es distinto, sé la manera apropiada de correr y dejarles el polvo a los ladrones”. Respecto a la presencia de mujeres en el parkour, David Vaca afirma que en los dos últimos años empezaron a unirse a la comunidad. El taller tiene dos alumnas de un total de 19 inscritos.
Complemento
Hay quienes encontraron en el parkour un complemento a otras prácticas. Vaca comenzó su faceta deportiva con el taekwondo, más tarde se interesó por el capoeira y ahora goza con las vueltas y saltos del desplazamiento, cuyas técnicas han afinado su desempeño en las artes marciales.
A Érika Ruales (21 años) le atrajo porque le dio fortalecimiento muscular; ella es “traceuse” desde 2011 y siente que, gracias a esta capacitación, optimizó su rendimiento en el taekwondo y en el acroyoga (fusiona yoga, acrobacia y métodos de sanación).
Karatecas, yoguis, escaladores y malabaristas, que ahora forman parte del grupo, hallaron lo mismo: un modo valiente de obtener flexibilidad y equilibrio. Pero, Vaca aclara que el parkour no es exclusivo para deportistas, cualquier ciudadano puede cultivarlo, lo único que se requiere es tiempo, atrevimiento, constancia, ropa y calzado cómodos. Ah, eso sí, tratándose de una actividad que involucra agilidad de respuesta y reflejos, es recomendable no tener sobrepeso.
La edad es importante en la medida del estado físico del interesado, en la Comunidad Quito Parkour existen trazadores que se iniciaron a los ocho años y hay adultos de más de 50. Si una persona se siente en forma para correr y saltar, podrá ejecutar los ejercicios.
Ciudades como Guayaquil, Cuenca, Ibarra, Ambato y Riobamba ya cuentan con sus comunidades.
Un método militar de origen francés
El parkour se originó en la década del 90; el propósito de quienes lo aprenden es convertirse en ciudadanos activos, fuertes de mente y cuerpo; capaces de actuar apropiadamente ante una emergencia. Su mentalizador es el francés David Belle, quien se basó en el “método natural” del oficial de marina Georges Hébert (París, 1875-1957), que desarrolló un método de entrenamiento que prioriza los saltos, carreras y formas de equilibrio aplicados por aborígenes africanos.
Según el aleccionador David Vaca, con este deporte el atleta alcanza resistencia a la fuerza y a la velocidad, así como explosividad y elasticidad. De lo que se conoce, en Ecuador los primeros cinco exponentes surgieron en Quito en 2007; en la actualidad hay cerca de 700 personas que entrenan en dicha jurisdicción. La participación de la mujer es todavía mínima: en la capital hay siete “trazadoras”.