Si pudiera, el Barcelona de España no dudaría un instante en guardar a Lionel Messi en una cajita de cristal no bien termina sus partidos o sus entrenamientos. Los catalanes tienen por él un cuidado supremo, lo adoran como a una deidad pagana, le sacan lustre como una joya.

Y lo peor que les puede pasar es tener que mandarlo a la Argentina, donde no le tienen ni por asomo aquella consideración. Pues bien: esta vez, lo enviaron en un chárter privado que aterrizó directamente en Rosario para evitar el engorro de los aeropuertos multitudinarios y la invasión a su vida privada, que siempre está y mucho más ahora que va a ser padre, aunque nunca haya hablado oficialmente del tema.

Las medidas de seguridad dieron sus frutos, claro, hasta que llegó el momento de la exposición pública y de la conferencia de prensa que ofreció apenas unas horas después de sumarse a la concentración de la selección argentina. Allí, mientras los periodistas deportivos preguntaban, condescendientes, sobre fútbol, una comunicadora de un programa políticamente incorrecto lo felicitó por su paternidad: “Esto es para los que decían que solamente la embocabas en el arco”, disparó la ironía a quemarropa. Y se quedó esperando una sonrisa que jamás tuvo lugar entre sus labios.

En cambio, el crack se acomodó el cabello, incómodo con la situación, y quedó tan descolocado que no pudo prestar atención a la pregunta de la misma periodista, al punto de que la contestó a medias. Ni hace falta aclarar que el micrófono pasó rápidamente a otras manos y no hubo oportunidad para la repregunta.

Por lo demás, y aun en su estilo, corto y seco, Messi trató de responder todo lo que le tiraron. Por ejemplo, por el rival, un Ecuador que se ha convertido un poco en la bestia negra de Argentina y que últimamente le pone difíciles las cosas: “Debemos tener la pelota la mayor cantidad de tiempo posible y estar bien parados para no sufrir en el contraataque de ellos. Creo que ellos van a jugar así, de contra.

Lo ideal sería encontrar rápido un gol que nos ponga en ventaja para abrir el partido”. Con respecto a los pocos espacios con los que contarán en ataque, Messi reflexionó que “siempre fue así porque el argentino es un equipo muy respetado. Hay que crear muchas situaciones de gol y aprovecharlas, y la selección dispone de los jugadores para hacerlo”.

Messi llegó ayer por la mañana al predio que la AFA tiene en Ezeiza, muy cerca del aeropuerto internacional. Lo acompañaban Matías, uno de sus hermanos mayores, y Juanjo Brau, el kinesiólogo del Barcelona que va con él a todos lados -algo así como su ángel guardián- y que ya es uno más de la delegación argentina. El lunes, “Lio” tuvo la posibilidad de pasar un tiempito en familia en su casa de Arroyo Seco, en las afueras de Rosario, su ciudad natal.

Ese suele ser su refugio. Allí escucha cumbia y pasa las horas con sus íntimos: primos y amigos que se acercan a disfrutar algunas horas con él a puro mate. Allí, también, la “Pulga” puede saborear sus comidas favoritas: “Los asados que hace mi papá y las milanesas que prepara mi mamá”.

Es su rincón en el mundo, el lugar donde aprovecha para sentirse uno más. Pero nada de salir: su presencia en cualquier lugar público genera un revuelo y lo vivió en su propia carne el año pasado. Rosario es una ciudad súper futbolera y que se divide en dos: Newell’s (el equipo del que es hincha y en el que aspira a jugar algún día, cuando deje Europa) y Rosario Central. Pues bien: un hincha de la contra le gritó algo inconveniente en un restaurante y casi terminan todos a los golpes, los que acompañaban a Messi y los amigos del joven.

Cuando se enteró de que las entradas para el partido del sábado están virtualmente agotadas, el crack se puso contento: “Es bueno que la gente se acerque a la selección. Esperemos estar todos juntos en el objetivo de clasificarnos cuanto antes al Mundial de Brasil”.

Él es, justamente, uno de los que más hacen por acercarse. Ayer, antes de la rueda de prensa, compartió un rato con veinte chicos de 10 a 15 años, todos con capacidades especiales, provenientes de dos escuelas de Ezeiza. Se lo nota mucho más cómodo en esas situaciones, que propicia Unicef, y de hecho se rió bastante con ellos. Allí no es el mejor del mundo, no es la estrella del Barcelona ni de la selección argentina sino simplemente Lionel Messi.