Los nuevos rostros femeninos del deporte de alto rendimiento
La menuda figura de Paola Pérez gira una y otra vez sobre la pista atlética de Miraflores, en Cuenca. Mira constantemente su reloj y recuerda que el gran objetivo es bajar su marca (1 hora 32 minutos) en los 20 kilómetros marcha.
Paola lleva 12 años dentro del atletismo, 11 de ellos en marcha. Solo el primer año de su carrera lo dedicó a las pruebas de semifondo. Como muchos jóvenes deportistas, “soñaba despierta”, quería salir a competir en otros países y sacar adelante a su familia.
Pero la realidad era cruel. Las instituciones deportivas no la apoyaban lo suficiente por falta de presupuesto y más de una vez pensó en el retiro y en dedicarse a trabajar en otra cosa.
Las motivaciones de Paola en el atletismo fueron Mónica, su hermana mayor, que la inició en la actividad; y sus padres, Luis Pérez y Rosa Saquipay, quienes pese a sus bajos ingresos (él latonero, ella empleada doméstica) le impidieron renunciar.
Aunque jamás se sintió discriminada por ser mujer, la cuencana (23 años) considera que para las deportistas es más difícil mantener constancia dentro de la actividad. Su hermana Mónica, por ejemplo, dejó el atletismo para dedicarse de lleno a criar a sus hijos.
Situaciones como esta la ponen a pensar en que los grandes logros exigen grandes sacrificios. Vale la pena entonces, para ella, madrugar para entrenar y desvelarse para estudiar. Solo así, asegura, alcanzará resultados para clasificarse a otros Juegos Olímpicos y sacará su licenciatura en Educación Básica en la Universidad de Cuenca.
Vencer el miedo
Lo primero es terminar con el tabú, luego darle cara a las desigualdades. Lissette Antes no le presta atención a los comentarios. Tener los músculos definidos y verse fuerte no la hacen sentir menos femenina. Le gusta la lucha libre y punto.
Su primera experiencia olímpica en Londres 2012 le dejó en claro que no hay retos imposibles. El noveno lugar en la categoría 55 kilos es una invitación a ser más constante para convertirse en una de las mejores del planeta.
Su incursión en el deporte comenzó hace 6 años, llevada por sus hermanos Mayra, Dennise y Jean, quienes también pisaron el tapiz. Al principio no le gustó, pensaba que era demasiado brusco, además, eso de aprender tanta técnica terminaba con su paciencia.
No obstante, el talento afloró y el agrado también; ahora no se ve sin practicar lucha. Con 21 años de edad, sabe que tiene mucho tiempo por delante, hay Juegos Bolivarianos, Sudamericanos, Panamericanos y Mundiales por ganar. No se refiere a los Juegos Olímpicos ante la posibilidad de que el Comité Olímpico Internacional (COI) deje fuera de su mapa la lucha libre.
En fin, eso no la detiene, hay muchas razones para perseverar, entre ellas ayudar a su madre (Denny Castillo) y graduarse de bachiller. Doña Denny es su fortaleza: pese a no contar con el apoyo del padre de Lissette, supo sacar adelante a sus “retoños”.
Nacida en Santa Elena, pero con 13 años de residencia en Loja, la exponente se alegra al constatar que cada vez hay más chicas dentro de la lucha. “Hay que vencer el miedo y no detenerse”, expresa.
Jaque a la mediocridad
Además del castellano, domina el alemán y el inglés, tiene una beca para estudiar psicología deportiva en la Universidad de San Luis (Misuri, Estados Unidos) y es Gran Maestra de ajedrez. Nada mal para una chica de 22 años.
Gracias al “deporte ciencia”, Carla Heredia aprendió a pensar bien para decidir bien. Ama el ajedrez porque es una de las pocas actividades en las que mujeres y hombres pueden competir en igualdad de condiciones, no cuenta la fuerza física, la potencia o el tamaño. Solo la velocidad de pensamiento, la inteligencia y la experiencia.
La actividad en las cuadrículas forma parte de su vida desde los 8 años de edad; desde entonces ha cosechado campeonatos Nacionales, Bolivarianos, Sudamericanos, Panamericanos y en 2010 se convirtió en la primera ecuatoriana en clasificar al Mundial Absoluto de la Federación Internacional de Ajedrez.
Sin embargo, ganar reputación no fue sencillo. Todavía recuerda los 8 mundiales juveniles a los que no asistió por falta de presupuesto. Ella cumplió, se esforzó para clasificar, pero nunca encontró el apoyo de las organizaciones deportivas.
Aunque se decepcionó, el amor de sus padres, Alicia Serrano y Edgar Heredia, fue más fuerte y evitó que abandonara la actividad. En la actualidad las cosas han cambiado, desde hace 4 años recibe el auspicio de Concentración Deportiva de Pichincha y del Ministerio del Deporte. Está feliz por la inversión en nuevos exponentes.
El apoyo de la familia
Las sirenas no existen, pero aquella afirmación se pone en duda cuando se ve nadar a Samantha Arévalo. De convicciones consistentes y mirada apacible, la joven representante de Morona Santiago es un claro ejemplo de que los resultados se cosechan a base de confianza.
Si bien vino al mundo el 30 de septiembre de 1994, el universo deportivo sabe de ella desde hace 14 años. Cuando tenía 7 años su padre, Leonardo Arévalo, la introdujo en el triatlón, pero desde los 10 se inclinó por la natación.
Don Leonardo y doña Elsa, su madre, jamás le impidieron desarrollarse como nadadora, le enseñaron a ser responsable en los entrenamientos y en los estudios. Cuando resolvió ser deportista profesional, su familia secundó esa decisión.
Hasta ahora, asegura, nunca recibió tratos desiguales por ser mujer; la relación con sus “colegas” varones se ha llevado con respeto, no por nada los dos entrenadores con los que ha trabajado durante su carrera son varones: Ariel Cabanas y Juan Fernando Enderica.
Los únicos indicios de inequidad quedaron en el pasado, recuerda cuando la falta de respaldo económico ponía en apuros a los atletas que no eran de las ciudades grandes. Afortunadamente en la actualidad existe una política deportiva más equitativa.
Su mayor preocupación es reflejar en medallas y buenos cronometrajes el esfuerzo que realiza. A mediados de febrero participó en el Grand Prix de Orlando (Estados Unidos) y bajó sus marcas en todas las modalidades en las que intervino, entre ellas en los 800 metros libres, reduciendo el crono de 8 minutos con 49 segundos que estableció en los Juegos Olímpicos “Londres 2012”. Ahora su tiempo es de 08m46s.