Las gradas del coliseo Los Quitus temblaron en final de ecuavoley
El graderío del coliseo Los Quitus (centro de Quito) tiembla cada vez que las barras saltan eufóricas para alentar a sus equipos. Rollos de papel que utilizan en las sumadoras y otros trozos cuadriculados arrancados de los cuadernos, aún con rasgos caligráficos, “inundan” la cancha.
Está por empezar el cotejo final del torneo de ecuavoley colegial quiteño. Se enfrentan el Instituto Central Técnico y el colegio Juan Montalvo. El humo de las bengalas se concentra en el ambiente. Las instalaciones cerradas, casi en su totalidad, contribuyen con aquello.
Por momentos, respirar resulta difícil. Para aliviar el malestar hay quienes recurren a pañuelos. Mientras tanto, en el rectángulo de madera los protagonistas calientan. Pero se vuelven imperceptibles por la cantidad de humo existente.
Las pocas ventanas que existen están cerradas. Los pequeños huecos en los vidrios no ayudan. Las cuatro puertas de un metro de ancho y dos de largo tampoco facilitan la evacuación de ese penetrante olor a pólvora quemada.
Eso no perturba a los estudiantes, quienes ajenos a ese panorama continúan gritando. Una que otra palabra agresiva y varias señales obscenas no faltan en esos cánticos que se asemejan a los que se escuchan en los estadios de fútbol.
Extensas banderas con los colores de cada institución se despliegan sobre las cabezas de quienes se encuentran en los graderíos. El rojo y azul identifican a los montalvinos; el amarillo, rojo y verde, a los centrales.
Son los emblemas de una pelea que trasciende el campo de juego. Muchos espectadores, que no son estudiantes, desvían su atención a los intercambios verbales entre barras.
En la cancha los centrales se muestran superiores desde el inicio. Logran una ventaja de 7 a 0 y eso les permite tener la confianza suficiente para relajarse y concentrarse.
Del otro lado el nerviosismo es latente. Ninguna indicación de la entrenadora Mariela Donoso surte efecto. La diferencia se incrementa y fácilmente termina el primer set con un 12 a 1.
Es hora del descanso. En el camerino ambos adiestradores intentan trasmitir las últimas instrucciones técnicas a sus chicos. Néstor Tapia lo hace para mantener la regularidad del trío compuesto por Juan Tipantuña, Dennis Chamorro y Fabricio Romero. Su colega hace lo mismo para mejorar la actuación del equipo conformado por Luis Cando, Cristhian Hurtado y Jhonatan Rojas.
Una bandera del Central Técnico en poder del rival es motivo para detener el cotejo. Las autoridades exigen la entrega del emblema, pero el autor del hurto recibe un golpe que lastima su ceja.
De vuelta a la cancha, Juan Montalvo logra conectar dos puntos que lo aventajan, pero los centrales retoman la concentración y el partido se empareja. Desde ahí, los campeones no perdieron los puntos. Remontaron el marcador y finalmente lograron su primer título.
El júbilo estalla entre los campeones y el intercambio de botellas no falta. Para evitar un inconveniente mayor, los policías ordenan el desalojo de los perdedores.