La historia de una atleta que hizo su vida “a la carrera”
Rosa Alba Chacha mantiene fresco en su memoria aquello que sucedió el 10 de octubre del 2010. Esa fecha es una de las más importantes de su carrera, pues fue cuando ganó el pasaporte para competir en los Juegos Olímpicos de Londres.
La noticia llegó luego de ganar la Maratón de Buenos Aires con un registro de 2.37.17, a tan solo tres segundos del récord femenino de la prueba.
Recuerda con satisfacción lo alcanzado en suelo “gaucho” con el estímulo de uno de sus entrenadores, Freddy Vivanco, quien al verla totalmente agotada mientras iba por el kilómetro 37, a punto de abandonar la prueba, cuando su cuerpo le había dicho ¡basta!..., le gritó: “Rosa Alba, hazlo por tu familia, por tu hija Génesis, por tu Ecuador”.
“Eso fue como si me hubiese puesto una inyección. Levanté la cabeza, soporté el dolor y lo di todo para ganar los 42 kilómetros”, relata.
La maratón es la prueba más dura, larga y de gran resistencia física en el atletismo. Es la especialidad en la que la atleta de 29 años, de origen ambateño, competirá en Londres. “Voy a correr por todos los ecuatorianos, me siento contenta y motivada con la responsabilidad que esto implica”, dice con orgullo mientras hace una pausa en el entrenamiento en el parque La Carolina.
Se muestra relajada ante la invitación de FANÁTICO para conocer sus planes de preparación y otras facetas. Por un momento se sumerge en sus pensamientos, que la remontan a su infancia.
Relata que sin haber conocido a su padre, quien había abandonado a su madre al enterarse de que se encontraba embarazada, debió adaptarse a las circunstancias, aunque en algún momento le preguntó a su progenitora sobre quién era el autor de sus días; pero sin esperar mayores explicaciones, “porque lo que me importaba era estar con mi familia y Dios sabe cómo hace las cosas”.
Rosa Alba (así le gustan que la llamen sus amigos y compañeros) se introdujo un tanto por azar en el mundo del deporte base. ¿Y cómo ocurrió?... Su madre, quien laboraba en una hacienda en Ibarra, la obligaba a acompañarla para cumplir con las obligaciones propias de su trabajo; además, todos los mandados debía hacerlos rápidamente, “a la carrera”.
El cuidado de los animales, y en especial del ganado vacuno, la entrega de leche, la recolección de yerba para los conejos, la atención a las aves, eran, entre otras, las ocupaciones diarias que para ella se iniciaban desde las 4:00.
Cumplidas aquellas tareas junto a su madre, corría rumbo a la escuela. Y, porque todo lo hacía rápidamente, los vecinos, trabajadores de la hacienda y habitantes del sector le pusieron el mote de “la ardilla”.
Paulatinamente y por lo anotado, Rosa Alba fue adquiriendo un especial apego por el atletismo. “Desde ahí me gustó este deporte, una vez vi un video de Rolando Vera y me dije, quisiera llegar a ser como él, representar al país”, sostiene.
Ya en la capital, su inclinación por este deporte cobró mayor interés y desde los 9 años participó en las carreras de “El Chasquisito” y “Ciudad de Quito”, y mientras el tiempo transcurría, compartía los estudios y el deporte. Sus primeras competencias oficiales las cumplió como atleta de los registros de Pichincha.
Como toda joven, no podía desatender los llamados del alma: Rosa Alba se enamoró de Jaime Catota, ahora su esposo y otro de sus entrenadores.
Los encuentros en las pistas y competencias eran frecuentes. “Creo que fue amor a primera vista, vi en Jaime a alguien tranquilo, con gran personalidad y consciente de lo que es el atletismo”, confiesa, y así nació un romance que llevó a la pareja al altar hace una década.
El nacimiento de Génesis Noemí en el hogar Catota-Chacha fue una gran alegría, aunque hubo alguna dificultad en el parto (cesárea), por lo que debió esperar más de siete meses para reiniciar su rutina de prácticas.
Se confiesa solidaria con las personas que sufren de cáncer, dado que una de sus hermanas murió hace 20 años víctima de esa enfermedad, hecho que le motivó para ser parte de las carreras que organiza Solca.
El atletismo le ha dado la oportunidad de labrarse un porvenir. Adquirió una casa, que está pronta a estrenar; además posee un auto para trasladarse a los lugares de entrenamiento. “He puesto mucho corazón, fuerza y lágrimas para lograr lo que tengo”, concluye, altiva.