Kick Boxing, un rito de “honor y sencillez”
Los zapatos de pupos le quedan apretados. Ya no los usa con la frecuencia de antes. Le ocurre desde que el kick boxing pasó al primer lugar de sus preferencias.
Para patear, le bastan los pies descalzos. Las oportunidades de viajar, de competir en representación del país, “inclinaron la balanza”, y ahora la pasión de Diego Cevallos son los combates.
El fútbol es apasionante, pero las oportunidades de desarrollarse profesionalmente son pocas, así como las opciones de ganar una medalla.
Mónica Vargas y Alfredo Cevallos, padres de Diego, se quejan de la falta de atención de los medios de comunicación a disciplinas como el kick boxing. “No es justo”, dicen, cuando ven que los periodistas se desesperan por obtener la reacción de un futbolista extranjero que llega al país para reforzar algún equipo.
Pero la recompensa, asegura Diego, son las medallas, salir al exterior y conocer a deportistas de otras naciones. El fútbol, tal vez, no le habría brindado la oportunidad que el pasado fin de semana le dio el kick boxing: ganar dos medallas de oro en la división menos 48 kilogramos del Campeonato Panamericano que se cumplió en Foz de Iguazú, Brasil.
Diego fue el de mejor rendimiento en las modalidades semicontact y en light contact. En Gonzalo Gómez, en tanto, el gusto por el kick boxing es mera influencia de Édison Gómez, su padre. A los 4 años ya entrenaba con él, ya que admiraba cómo le enseñaba a los alumnos de su academia.
Son afinidades. Unos prefieren las prácticas que liberan adrenalina; otros actividades intelectuales como el ajedrez, y hay quienes escogen los deportes de masa, pero Gonzalo se decanta por las disciplinas que mezclan “honor y sencillez”.
Gonzalo también obtuvo dos preseas de oro en Brasil: una en semicontact y otra en light contact. Compitió en la categoría juvenil, división 55 kilogramos. Su padre no se quedó atrás, volvió con fuerza, no logró medallas de oro, pero sí dos de plata en la categoría máster, 85 kilogramos.
Desde hace 13 años no disfrutaba de la sensación de subir a un podio. La última vez que lo hizo fue en Lima durante el Sudamericano de Full Contact de 1999, en donde se adjudicó el título. Luego, una lesión en la rodilla derecha lo obligó a retirarse. Asegura que disputar las finales de semicontact y light contact le devolvió la juventud (tiene 46 años). “Si hubiese contado con mayor ritmo de competencia posiblemente habría triunfado en Brasil”, dice.
Preocupaciones
A criterio de Beber Espinoza, entrenador de la Selección Nacional de esta disciplina, no contar con el respaldo de una federación y no ser un deporte olímpico son las “desventajas” del kick boxing local. Las únicas instituciones que respaldan a los deportistas son las asociaciones y las federaciones provinciales. Concentración Deportiva de Pichincha (CDP) costeó parte del desplazamiento de los deportistas.
Édison Gómez, quien además es el presidente de la Asociación de Kick Boxing de Pichincha, dice que CDP les colaboró con 2.500 dólares y que ellos pusieron 3.000 dólares más. Para trasladarse a Rusia el próximo año con el fin de participar en otra competencia mundial tendrán tres alternativas: autofinanciarse, presentar un proyecto al Ministerio del Deporte o conseguir auspicio.
El temor de ambos es que los peleadores, quienes gracias a sus medallas panamericanas clasificaron a los Juegos Mundiales de Deportes de Combate, no cuenten con recursos para viajar y presentarse. Por el momento, los chicos retoman su vida normal, y están inquietos porque pelear fuera de las fronteras les acumula tareas escolares que tendrán que cumplir con responsabilidad.
Diego Cevallos tiene 14 años, estudia en el Liceo Policial de Quito, y Gonzalo Gómez, de 16, está en el colegio San Miguel de Los Bancos de ese cantón pichinchano del mismo nombre. Igualarse les demandará esfuerzos, por eso pasarán la Navidad y el Año Nuevo entre cuadernos, plumas y libros.