Fernando Alonso hizo rugir las gradas de Montmeló siete años después. Ayer reeditó el triunfo que más feliz le había hecho hasta el momento, el que siempre recuerda en sus repasos biográficos. De aquel 2006 en su azul Renault, en plena eclosión de su fenómeno en España, a este mayo de 2013, con gloria en rojo Ferrari, más maduro, más completo y con el ansia de siempre.

El piloto asturiano dio un buen golpe en casa y ante su gente. Ganó por fuerza, tesón y la correcta estrategia de su equipo. Victoria y pellizco en la general a Sebastian Vettel, al que mira ahora a 17 puntos. Ya son menos y queda mucho Mundial.

El título vestido de la mítica marca de Maranello es su objetivo firme y esta vez parece que su armamento es de categoría. Si el sábado acabó reclamando a los suyos mejores al coches, ayer les aplaudió con el corazón. Este monoplaza sigue sin ser el más rápido los sábados, pero en carrera nadie tiene mejores músculos. Es fuerte, veloz, cuidadoso con las ruedas y lo controla un piloto durísimo, implacable si le responde la mecánica.

Desde comienzos de temporada sabe el asturiano que al fin le han puesto a su disposición un material de primera, competitivo, poderoso. El ritmo de carrera del Ferrari fue superior durante toda la marcha.
Kimi Raikkonen (segundo por tercer GP consecutivo) y Felipe Massa acompañaron al español en el podio, relegando a Sebastian Vettel al cuarto lugar.