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El Telégrafo
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El Sol salió para festejar al campeón Deportivo Quito

El Sol salió para festejar al campeón Deportivo Quito
18 de diciembre de 2011 - 00:00

Los últimos días había llovido y Quito estaba habitada de frío y neblina. Pero ayer el Sol no tuvo recelo para pintar el cielo de azul y los hinchas del Deportivo Quito el estadio Olímpico Atahualpa de rojo, papel confeti y un repicante griterío que se escuchó por todo el norte de la capital ecuatoriana. Desde el arranque del partido, el astro rey fue un espectador más de un partido tenso, brusco y cerrado.

Y como un reflector potente, ese astro luminoso alumbró todo el tiempo a un jugador, que por merecidas cualidades futbolísticas hizo del ahora campeón un equipo solvente. Con el número 10 en su espalda, Luis Fernando Saritama fue el mejor jugador de este partido y, quizá, lo dirán los que más saben, del campeonato. Alrededor de él giró el cotejo, la creación de jugadas, la marca del contrario y tres pases gol que de concretarse hubiesen dado más gloria a este muchacho con 300 partidos a su haber, con el de ayer.

Por eso fue el encargado del levantar el trofeo y al hacerlo todo el trajín del año futbolístico se transformó en bullicio, pasión y estallido de todos los sentimientos.

Hubo pocas dudas y, al contrario, una sola certeza: el Deportivo Quito hizo todos los méritos para colocarse como el campeón nacional del fútbol ecuatoriano del año 2011. Y ayer demostró, con algo de nerviosismo y hasta desesperación, que su exitosa campaña, nunca antes registrada en su propia historia, merecía el premio mayor y el mejor homenaje.

Con 32 mil asistentes y medio millón de recaudación, el partido de ayer reveló también a un Emelec (ahora vicecampeón merecido) aguerrido, empecinado en aguar la fiesta quiteña y, por lo mismo, cuando llegó el gol de Matías Alustiza, en el minuto 88 del cotejo, esa ofensiva “eléctrica” aflojó los nervios de la hinchada quiteña y desató la euforia en las gradas del estadio.

Fue una jugada limpia, solvente, impecable. Tras el pase perfecto de Osvaldo Minda, el derechazo de Alustiza, desde fuera del área, no hizo más que ratificar la condición de campeón del Deportivo Quito, que se vino labrando fecha a fecha desde el inicio del torneo.

Y es cierto: Emelec no dejó jugar en el primer tiempo, empleó fuerza y marca para impedir las llegadas de los delanteros, pero tampoco propuso jugadas de creación y menos de peligro. Pedro Quiñónez y David Quiroz pusieron calidad y fuerza en la defensa y ataque, en la marca y en el servicio. Incluso parecería que la expulsión de Morante, en el minuto 53,  le inyectó adrenalina a los jugadores, pues inmediatamente se lanzaron a la búsqueda del gol que impidiera la conquista fácil del campeonato para su rival.

El D. Quito intentó en cinco ocasiones reventar el arco contrario, pero fue ineficaz. Pero todo cambió en el segundo tiempo. Los técnicos leyeron al rival y supieron mover el esquema para concentrarlo en el medio y soltar la marca. En particular Carlos Ischia tuvo la inteligencia y la prudencia de administrar a sus pupilos para cerrar en el mediocampo cualquier “fuga”, pero Emelec le puso en apuros desde el minuto 60 hasta el 80.

Por eso, cuando todo parecía que terminaría en empate, el espacio dejado por la defensa de Emelec fue aprovechado con habilidad, inteligencia y rapidez por Alustizia.

A la hora del festejo y coronación el sol quiteño brilló más que nunca. El confeti resaltó la calidad de su luz. La hinchada derramó lágrimas, los jugadores volvieron a dar la vuelta olímpica por tercera vez en menos de diez años, los dirigentes respiraban a pulmón lleno y la adrenalina se convirtió en emoción pura, gritos de felicidad.

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