El Iron Runner se vivió entre hielo, lodo e intenso sol
A 40 grados, aunque suene exagerado. Esa era la temperatura aquella mañana del domingo 10 de junio, fecha en que se desarrolló el Iron Runner, una carrera con obstáculos, que prometió ser una competencia para “gladiadores” y así lo fue. Desde la entrada al lugar, se sentía que la piel hervía, a causa del sol.
El evento se desarrolló en el km 35 de la vía a la Costa. Al ingresar al sitio, una gran fila de carros ocupaba la angosta calle y una marea de personas esperaba ansiosa que empezara la competencia. Sobre el terreno se veían cuerpos atléticos que vestían sus respectivas mallas y ropas de gimnasio, pero también estaban los que fueron solo a apoyar.
Unas llantas unidas entre sí y una cama de redes ubicada más adelante fueron los primeros retos, los mismos que hicieron derramar las primeras gotas de sudor y enrojecer los rostros de los deportistas.
Más adelante, tras trotar a través de un campo macizo, llegó la hora de embarrarse de lodo, después de rodar por una resbaladera y caer en una especie de fango, lo que complicó aún más la travesía de todos los atletas.
En esta parte, se observaba el trabajo en equipo, como lo hizo el grupo de los Bomberos de Guayaquil, liderados por la teniente coronel Erika Poveda, quien apoyaba a sus 24 chicos y a los rezagados, a quienes les daba la mano cuando quedaban enterrados en la ‘poza’ de lodo.
Ni un mínimo de espacio quedaba limpio en las camisetas, medias, zapatos y pantalonetas que lucieron los deportistas al inicio de la competencia. Todos estaban sucios de manchas cafés.
Los impedimentos para continuar el recorrido no terminaron, pues más adelante los deportistas se toparon con un muro de plywood, lleno de pequeñas presas para poder acceder al otro extremo (como aquellas que se utilizan en escalada deportiva).
El que no pasaba, no tenía perdón, y la persona responsable de este juego le indicaba que tenía que hacer 20 flexiones de pecho. “Algunitos” que no eran tan delgados caían en su intento y sin esperar la orden se lanzaban a la tierra para cumplir con el ejercicio.
Después, venía un reto que consistía en pasar al otro extremo del columpio agarrado de cabos. Esta prueba fue una de las menos complicadas para quienes practican crossfit, puesto que es parte de su rutina de ejercicios, cuando miden la resistencia de sus brazos, colgándose de las barras. Asimismo, los que se caían, cumplían con las requeridas flexiones de pecho.
Luego continuaron por la superficie de tierra hasta que se toparon con otra inclinada loma, la que debían escalar con soga. A estas alturas ya se habían recorrido unos 40 minutos, y algunos se tomaban un pequeño descanso bajo la sombra del árbol que encontraran.
También pasaron por una bananera y cambiaron su rol de deportistas por la de empleados de carga, pues con unos saquitos de arena corrieron entre palos y piedras.
Los rayos del sol no bajaban, al contrario, se intensificaron, azotando la piel de los competidores, pero luego llegó la parte reconfortante: la piscina de hielo, en cuyo espacio se sumergieron completamente, ya que en la mitad había una tabla. El agua se mantenía congelada, pues un carro lleno de granizado lanzaba, cada cierto tiempo, una porción de hielo a la pileta.
Los gestos de los competidores de ambos sexos e inclusive las malas palabras no se hicieron esperar, puesto que, a pesar de sentir alivio, como expresaron algunos, también fue como un “dolor” necesario para bajar la intensidad de la adrenalina que corría por sus cuerpos.
Pero el Iron Runner no terminó allí, sino que aún faltaba subir una rampa. Allí el trabajo en equipo se volvió a palpar, ya que para todos era complicado escalar solos. Arriba, varias manos amigas colaboraban en la tarea con sus compañeros y desconocidos.
Ahora sí culminó la carrera y el arco que decía “llegada” fue la mejor imagen que observaron los gladiadores. Algunos arribaban cojeando, otros sonriendo, pero cansados.
Nadie lucía triste, puesto que, a pesar de que no hicieron el mejor tiempo, llevaban en sus mentes un buen recuerdo de esta “locura”, como la calificó Vanessa Velásquez, una cuencana que asistió en compañía de sus primos Mauricio Pino, Telmo Barrera, Jonathan y Franklin Pino, además de su hermano Henry. Ellos participaron como familia.
“La prueba fue extremadamente dura y más para nosotros que venimos de la Sierra, pero la terminamos bien; poniéndole corazón. Es la primera vez que lo hacemos, pero el próximo año esperamos volver a venir”, indicó. (APS)