El ecuavoley “salta” desde los conventos a las calles
No hay versiones exactas en torno al surgimiento del ecuavoley, deporte practicado en todas las regiones de nuestro país. Poblados, caseríos, pueblos pequeños, parroquias urbanas y rurales de distintas regiones comenzaron a escribir una historia rica en anécdotas y curiosidades que hacen de esta actividad deportiva algo propio de los ecuatorianos.
Desde hace ya lejanos tiempos, el voleibol ha cautivado, inclusive, a los más renuentes a practicarlo. Todo apunta a que este deporte nació en el convento franciscano, ubicado en el corazón del centro colonial de Quito, según refiere el padre investigador John Castro, párroco y director del Museo del Convento de San Diego, ubicado en el suroccidente en la capital.
Según el religioso, con el advenimiento de curas vascos al país, quienes trajeron consigo el juego de la pelota de esa nación, o el juego de cañas, una especie de toros de pueblo, incluyendo el rejoneo. En un escenario abierto, como la plaza San Francisco, en el siglo XVIII, también se promovió el juego de pelota que se practicaba en el convento.
En los ratos de ocio, después de la oración, el culto, los estudios de la biblia y otras actividades propias del catolicismo, los frailes y hermanos practicaban algo muy parecido al voleibol, con varios jugadores en cada lado de un canchón de tierra (en donde hoy funciona el colegio San Andrés), con dos postes y una soga de cabuya tendida entre ellos para que la pelota pudiese pasar por encima de ella, sin reglamentos ni puntaje determinado, sino hasta cuando caían agotados, sin vencedores ni vencidos.
El instrumento en aquel entonces era una pelota de trapo y posteriormente la de caucho que trajeron los vascos; sin embargo, en las crónicas de los conventos que detallan las actividades y acontecimientos diarios, tal vez por considerarlo intrascendente, del voleibol no se registra ninguna información.
Este deporte no era complicado para los religiosos, pues bastaba con recogerse el hábito, sujetarlo al cordón de la cintura y ponerse a jugar, porque si no había algún juego, había que inventarlo, y ese fue el voleibol, que se practicaba dentro del convento, pero una vez que se dio apertura para el ingreso de los feligreses, por disposición del Concilio Vaticano, comenzó a difundirse en la población que habitaba en la capital.
El ecuavoley es un deporte que nace en los conventos y se desarrolla en el pueblo ecuatoriano, de ahí su denominación, anota el historiador.
Tres jugadores por lado. La razón de esta integración definitiva de los equipos se considera que fue establecida como una guía espiritual en nombre de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero -además- porque no había el número suficiente de jugadores.
Fue entonces cuando los franciscanos, varios ya ancianos, se sentaban a mirar el juego que en aquellas instancias no salía de los conventos, pero tenía un espacio propio para su práctica, “porque hacer deporte era mejor que el agua bendita para las tentaciones”, sostiene el franciscano en su relato.
Cuando los frailes salieron hacia distintos destinos con la misión de recoger limosnas y donaciones durante varios días, en una serie de parroquias, como Pintag y pueblos aledaños, el voleibol fue más conocido por las enseñanzas de los hermanos en horas de la tarde, cuando disponían de tiempo luego de la catequesis y el rezo, como una distracción para los parroquianos.
En los albores del siglo XVIII, que marcó el proceso libertario, hubo frailes que abandonaron los conventos y pasaron a desempeñarse como capellanes de los patriotas -según el párroco- y comenzaron a enseñar el juego a los militares.
Hasta el año 1865, luego de un peregrinaje por los distintos conventos construidos en el país, que en aquel entonces eran alrededor de 200 y que, por cierto, no eran muy grandes, la gente de los alrededores comenzó a jugar el voleibol, marcando sus propias estipulaciones.
Ciudades como Quito, Cuenca, Guayaquil, entre otras, lo acogieron con interés, dada la influencia que tuvieron los militares y policías en los distintos repartos, cuando les correspondió cambiar de lugar de permanencia, para utilizar el tiempo libre en la práctica del voleibol.
La evolución de este deporte y su difusión en el territorio ecuatoriano, con características tales como jugar con tres deportistas en posiciones fijas -ponedor, servidor y volador-, además de utilizar la pelota de cuero número 5 que se emplea en el fútbol, motivaron la elaboración de un reglamento para normar el juego.
No se ha llegado a establecer el origen del puntaje para cada partido (15), que generalmente se realiza en dos “quinces” y, de ser necesario, en un tercero, aunque se presume que el juego se adaptó al voleibol internacional en los Estados Unidos, partiendo desde los 12 puntos.
Sin embargo, debieron transcurrir muchos años, a partir de 1943, cuando se da luces al voleibol de tres o voley criollo, para que se lleve a efecto el primer campeonato de ecuavoley, que tuvo lugar en Quito en 1958, auspiciado por uno de los periódicos capitalinos, con la idea de sentar bases para el desarrollo de esta actividad como intrínsecamente ecuatoriana.
Esta identificación ha ganado su espacio dentro y fuera de los linderos patrios, una vez que los migrantes en España, Italia, Estados Unidos y otras latitudes se han encargado de promover este deporte en donde se han encontrado.
Jorge Carrera Chinga, un personaje quiteño, identificado desde hace 40 años con este deporte, quien lo practicó por mucho tiempo, para luego dirigir a equipos y escribir las particularidades del voleibol, lo bautizó como ecuavoley, porque es una disciplina propia que se practica diariamente y en todos los rincones de la patria, con reglas establecidas y por gente de todos los estratos sociales, e inclusive se realiza de manera profesional con cruce de apuestas de por medio.