A sus 70 años, Muhammad Ali sigue luchando
Su cuerpo, que fue de acero, está ahora curvado; sus gráciles pies ahora se arrastran; sus brazos temblorosos son sujetados por su mujer y su hija y su voz apenas se escucha: Muhammad Ali, el que para muchos es el mayor boxeador de todos los tiempos, cumplió ayer 70 años “noqueado” por el Parkinson.
Cada aparición pública puede ser la última del que fuera rey del ring, que celebró su cumpleaños en su ciudad natal, Louisville. El sábado se le pudo ver en una gran fiesta en Louisville. Los cerca de 350 invitados, lo recibieron con con aplausos y con gritos de “Ali, Ali”.
El ex púgil sigue siendo el luchador que fue y que se convirtió en una de las grandes leyendas del deporte. Ali fue un grandioso artista de los puños, trastornó el sueño de muchos que se pegaron al televisor en todo el planeta para seguir sus peleas.
Cuando aún se llamaba Cassius Clay y tenía 12 años quería castigar a todo el que le robara la bicicleta. Seis años más tarde, en Roma, a los 18 años, el astuto chico se convirtió en campeón olímpico. La medalla de oro acabó en el río Ohio porque le negaron la entrada en un restaurante de su ciudad natal debido al color de su piel.
Un nuevo reconocimiento de oro tuvo en 1996 cuando con las manos ya temblorosas encendió el fuego olímpico en los JJ.OO de Atlanta.
Aunque alguien no lo haya visto pelear, conoce su grito de guerra: “Soy el más grande”. “He sacudido el mundo”, gritó en 1964 tras conseguir su primer título mundial ante Sonny Liston.
Después se convirtió al islam, pasó a llamarse Muhammad Ali y empezó a hacer historia con su grácil movimiento de pies, su rapidez, sus reflejos para evitar los golpes rivales y por “flotar como una mariposa y picar como abeja”.
La sanción de tres años que recibió en 1967 por no hacer el servicio militar obligatorio en señal de su oposición contra la Guerra de Vietnam, corroyó el arte de Ali, que perdió los títulos de la WBA y del WBC. Cuando regresó al ring (1970), ya no era tan rápido ni sus pies se movían con ligereza, pero sus peleas fueron más espectaculares que nunca y fue de nuevo campeón.
En el recuerdo quedan, sobre todo, sus peleas con su gran rival, Joe Frazier, que murió en noviembre. El 8 de marzo de 1971 en Nueva York Ali sufrió ante Frazier la primera derrota de su carrera. El tercer duelo entre ambos, el 1 de octubre de 1975, la mayor pelea de la historia del boxeo con 14 rounds que solo culminaron cuando Frazier, tan masacrado como Ali, dijo “basta” por orden de su entrenador.
Pero Ali, como muchos boxeadores, no supo poner fin a su carrera en el momento adecuado. Ya afectado por el Parkinson, perdió el 11 de diciembre de 1981 en una triste pelea ante Trevor Berbick. Combate, conocido como “Drama en las Bahamas”.
Sigue siendo imposible de demostrar que los 29 mil golpes recibidos en la cabeza durante su carrera hayan sido la causa del Parkinson. Ali, padre de nueve hijos y casado en cuatro ocasiones, no se lamenta de nada y asume la enfermedad como “una prueba de Dios”. “Morirás un día, así que hay que estar preparado para ir al cielo y vivir feliz eternamente”.