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A 33.000 pies de altura los hinchas de la "Tri" corearon el "Sí se puede"

A 33.000 pies de altura los hinchas de la "Tri" corearon el "Sí se puede"
01 de junio de 2012 - 00:00

El silencio era absoluto mientras el avión que trasladaba ayer a la “Tricolor” de Quito a Buenos Aires, haciendo una breve escala en Guayaquil, aterrizaba en la capital argentina cerca de las 20:00 locales (18:00 hora Ecuador).

De repente el grito de guerra característico del equipo nacional se apoderó del ambiente cuando un hincha anónimo lanzó con ronca voz un “sí se puede, sí se puede…” que contagió a los tripulantes y a los jugadores, quienes corearon el tradicional cántico, e inclusive un fuerte “carajo” se le escapó a algún simpatizante del equipo, arrancando el aplauso de los miembros de la aeronave, que abandonó suelo nacional a las 12:29.

Pero eso no fue todo lo que se vivió en el vuelo chárter de la aerolínea Tame que rentó la FEF para el desplazamiento a suelo “albiceleste” de la selección. 

El abogado Jaime Toral, vestido totalmente de negro y con una especie de boina del mismo color, se convirtió en  relacionista público improvisado, pues llamaba a los jugadores uno por uno para que se tomaran fotos con los afortunados hinchas que formaron parte de la delegación, luego de cancelar entre 1.650 y 1.800 dólares para compartir las 5:31 horas que duró la aventura con la “Tri” sobre las nubes.

Uno de los primeros futbolistas en acceder al requerimiento de Toral fue el mediocampita Christian Noboa, quien posó ante las cámaras fotográficas, de video y hasta modernas tablets.

Luego fue el turno del más esperado: el extremo del Manchester United, Antonio Valencia. Su gorra blanca, en cuyo costado inferior izquierdo destacaba  la cuenta de Twitter @AntonioV25, lo hacía distinguir del resto de seleccionados a 33.000 pies de altura, ya que la mayoría lucía una de concentración de color azul con el escudo de Ecuador enfrente.

Las camisetas de la selección parecían haberse multiplicado, pues todo el mundo estiraba la mano con una casaca, con la finalidad de que “Toño” le estampara su rúbrica. “Antonio, Antonio”, lo llamaban, y él con una sonrisa abrazaba al hincha de turno y esperaba que la luz de la cámara captara la instantánea.

Luego de cumplir con los fanáticos volvió a su asiento y tomó unas barajas para continuar jugando con Jaime Ayoví.
Los naipes eran azules, como el  equipo del que la “Yoya” siempre se ha declarado hincha: El Club Sport Emelec de Guayaquil. 

Más atrás, el defensa Geovanny Espinoza disputaba otra partida de cartas con Joao Rojas y Adrián Bone. La baraja usada por la “Sombra” era de color rojo, la misma tonalidad de su club actual: Deportivo Quito.

El zaguero central, que disputó el cotejo de la pasada eliminatoria ante el mismo rival de mañana a las (17:30),    llevaba entre  sus dedos el dinero ganado.  

Luego de unos minutos llegó la hora del almuerzo, cuyo menú para la selección fue especial y planificado por el cuerpo médico de la “Tri”: pollo a la plancha, doble porción de ensalada con lechuga, tomate y palmito, además de  frutas tales como  sandía, melón, piña y uvas.

Luego de comer, los hinchas nacionales volvieron para cumplir su misión: conseguir el autógrafo de Valencia, pero ahora el asunto era más complicado porque el corredor parecía el de la Metrovía en hora pico. Quien deseaba conseguir la ansiada firma debía eludir a otros que se movían con la misma consigna.

Cuando no podían hacerlo, las aeromozas se convertían en sus cómplices y se acercaban con las camisetas al volante del equipo inglés.

Quienes sí se fueron con las casacas llenas de firmas fueron los hijos del ex tenista Pablo Campana, Junior, de 14 años, y Leonardo, de 12, pues la posición en la que estaban –detrás de los jugadores- era privilegiada. No solo tenían camisetas de la “Tricolor” autografiadas, sino las del Manchester; la titular y la alterna.

Marcelo Iglesias, piloto de la aeronave, anunció que se iba a servir empanaditas y todos volvieron a sus lugares religiosamente. El avión pasó por Perú, Chile y finalmente entró al área “albiceleste”. Cuando el piloto comunicó por los altoparlantes que comenzaba el aterrizaje las luces se apagaron.

Una vez en tierra, la espera fue eterna, pues los carros que trasladarían a los jugadores tardaron casi una hora en llegar hasta la terminal aérea bonaerense.

Por fin los tripulantes de la aeronave pudieron abordar tres buses con destino al hotel Intercontinental, en donde cerca de 100 hinchas ecuatorianos esperaban a la “Tri”. “Estuvimos aquí esperando desde temprano, pero los jugadores entraron muy rápido y no me pude tomar fotos con nadie”, dijo Alejandra Paz, una quiteña de 18 años que estudia para ser tripulante de cabina.  

Éricka Álvarez, también capitalina, que estudia lo mismo, sí pudo observar a su ídolo, Máximo Banguera. “Estoy feliz por haber divisado a Banguera y al ‘Chucho’ Benítez, que fue el único que saludó”, refirió la joven de 18 años.

Otro de los que se apostó a las afueras del hotel fue Pablo Rosero, de 23, quien estudia ingeniería mecánica. “Vi al ‘Toño’ y fue increíble porque fue como tener un pedacito de Ecuador acá. Hace un mes compramos las entradas, que nos costaron 150 pesos ($35) y sabemos que vamos a ganar”, indicó.

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