Larga Distancia
Oymyakón, la ciudad más fría del planeta
A 7 mil kilómetros de la capital rusa, en el corazón de Siberia, más de mil personas aprendieron a vivir en el frío extremo: casi 50 grados bajo cero, temperatura que alcanza la ciudad rusa Oymyakón, donde los peces se congelan a los 10 minutos de ser extraídos del río.
Al permanecer congelados, es posible guardar los peces en los sótanos de las casas al igual que la leche que jamás permanece en estado líquido; incluso la gasolina de los autobuses se solidifica si se apaga el motor.
En 1926, Oymyakón registró el récord histórico con una temperatura de menos 72,1 grados centígrados. Los meses de primavera y otoño son más templados.
Al estar enclavada entre montañas, el aire se estanca en la ciudad y crea los extremos de temperatura. De acuerdo con el blog de viajes del investigador y especialista en meteorología Mario Picazo, los habitantes viven en casas unifamiliares de madera; no hay hoteles.
Con tanto frío —relata este investigador estadounidense— no es extraño que desayunos, comidas y cenas consistan en suculentos platos energéticos: pescado de río, carne de reno y caballo son habituales en el menú diario, y nunca faltan las mermeladas de mora, la mantequilla y el té servido a cualquier hora del día.
Los fines de semana —indica— muchas familias se reúnen para jugar ajedrez y las damas chinas o disfrutar de un torneo de ping-pong. Por la noche, uno de los lugares más visitados es la Casa de la Cultura donde la gente disfruta del karaoke.
En algunas viviendas, hay un lavabo con un pequeño dispensador de agua a modo de cuentagotas. Este es el principal inconveniente de muchas casas; como las tuberías se congelan, no tienen agua corriente, lo que significa que no hay ducha ni inodoro.
Una de las experiencias más duras e incómodas para quienes visitan esta ciudad es salir a la calle y caminar a casi 50 grados bajo cero para ir al baño. Según Mario Picazo, profesor en el Departamento de Meteorología de la Universidad de California, algunos colegios en Oymyakón están acondicionados gracias a la central térmica de carbón situada a unos 200 metros de varios establecimientos educativos. “Todos dependen de la calefacción: si deja de funcionar un día entero, se congelan las tuberías y se rompen. La reparación y puesta en marcha es una labor casi imposible en pleno invierno”.
El mayor problema es que no todos los establecimientos educativos tienen calefacción, lo que obliga a los estudiantes a escuchar la clase con el abrigo puesto.
Los jóvenes de esta urbe sueñan con tener un café, teléfonos celulares, un cibercafé o que la discoteca vuelva a funcionar. Pero, desgraciadamente, el equipo estéreo lleva años estropeado.
Al menos, la Casa de la Cultura organiza veladas de baile una vez por semana. Como las casas no tienen agua corriente, hay 2 maneras para tener lo justo para lavarse y cocinar: que la transporte un camión cisterna que extraiga el agua directamente del río o ir personalmente a buscarla y cortar bloques de hielo para luego fundirlos. “Yo me quedo con lo del camión cisterna, porque no tengo ni palabras para relatar el frío que pasé ese día en la moto de nieve a toda velocidad con una temperatura de 49 grados bajo cero. Sin duda, ha sido el frío más extremo que jamás he sentido. Con el viento en la cara, experimenté una sensación térmica de menos 80 grados. Terrible”, relata Mario Picazo, quien ha conducido series de televisión en las que da cuenta de los climas extremos en sus continuos viajes a diferentes países.
Según el especialista, la geografía y la climatología de la zona se unen para convertir a Oymyakón en el pueblo habitado más frío por diversos factores: su ubicación en una latitud bastante septentrional provoca que haya menos horas de luz; su posición en el corazón de un continente donde las masas de aire son muy frías y la presencia de un anticiclón permanente que se encarga de mantener el tiempo frío y con poco viento (y una altitud de 740 metros ayuda a que el aire sea más gélido).
El hielo y la nieve perpetuos en invierno rebajan algún grado más. Además, el aire que se enfría en lo alto de la montaña desciende hasta el punto más bajo en el que se queda estancado ante la falta de viento, enfriándose por días y días.
Cuando en Oymyakón, la temperatura llega a menos 52 grados dan un día libre en la escuela. Además, como lo señala un artículo publicado en el diario español El País, el gran acontecimiento del año es el Festival del Polo de Frío. Entonces, Dschis Chan, el señor del invierno yakuto, encarnado por el profesor de gimnasia de la localidad, invita a sus colegas Padrecito Invierno de Moscú y Santa Claus de Finlandia a comer filetes de reno y a consumir vodka. La última vez, Santa Claus casi echa a perder la fiesta porque se bebió nada menos que 10 botellas en 48 horas para combatir el frío. Oymyakón es uno de esos lugares que casi literalmente son el fin del mundo. Está localizado a 2 días en vehículo desde la ciudad más cercana, Yakutsk, donde los 200 mil habitantes soportan una temperatura media en enero de menos 40 grados. Una parte del camino se recorre sobre la autopista de Kolyma. F construida por encargo del líder soviético Stalin y los trabajadores eran presos de los gulags siberianos. Miles murieron en esas condiciones tan extremas y fueron enterrados bajo el pavimento.
Stalin quiso abrir el pueblo, rodeado por montañas ricas en oro, plata y otros materiales preciosos, al mundo y asentar de paso a los nómadas sacha de la zona. Antes, solo vivían ahí los cazadores de renos entre mayo y octubre; ahora es habitado todo el año.
Congelados
Para combatir el frío, los habitantes toman el ‘té ruso’ que, en realidad, es vodka.
En esta ciudad, se descongelan enormes cubos de hielo para el consumo de agua.
Oymyakón antes de los años veinte y treinta del siglo XX era un enclave estacional para pastores de renos.
Con la llegada del régimen soviético se estableció una población permanente en esta región, cuyo clima es extremo.
En invierno, los vehículos quedan cubiertos por la nieve. Este clima también conlleva riesgos para la salud.