Tejiendo Historias
Medicina ancestral, sabiduría que no desaparecerá
Pese a los avances en la medicina moderna, hay muchas enfermedades para las que la ciencia no encuentra respuesta. Varias personas acuden a tratamientos alternativos ya sea porque los médicos no tienen un diagnóstico para los síntomas que padecen o porque simplemente confían más en la medicina tradicional.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la medicina tradicional es un conjunto de conocimientos, aptitudes y prácticas basados en teorías, creencias y experiencias indígenas de las diferentes culturas, sean o no explicables, usados para el mantenimiento de la salud, así como para la prevención, el diagnóstico, la mejora o el tratamiento de enfermedades físicas o mentales.
Los conocimientos de la medicina ancestral han sido transmitidos de generación en generación. Algunos de los males que cura son los espantos y las recaídas.
Enrique Cachiguango afirma ser un “caminante de esta medicina” y recuerda que todo lo aprendió de sus antepasados.
“Mi abuelo, mi madre y mi padre conocían esta medicina, yo me crié con estos conocimientos; es más, yo nací en la casa con una partera”, comenta Cachiguango, quien es oriundo de Otavalo, Imbabura.
Aunque la mayoría de personas relacionan la ancestralidad con el pasado o lo antiguo, en los pueblos indígenas tiene otro significado. Ellos tienen una visión diferente del tiempo. Cachiguango asegura que no hay pasado, presente y futuro, y que el tiempo no es lineal sino cíclico. “Lo que fue alguna vez volverá a ser aunque con otros aportes, pero ese tiempo vuelve”, comenta.
En ese sentido —señala— lo ancestral no existe en los pueblos indígenas. Para ellos la ancestralidad es la inspiración original que la naturaleza ha provocado en los seres humanos, la cual va acompañada de las tradiciones de cada pueblo.
La medicina ancestral tradicional andina es todo un sistema de salud que se ha mantenido vivo gracias al esfuerzo y defensa de los pueblos indígenas a través de los siglos. Esta medicina también tiene niveles o especialistas.
Dentro del mundo kichwa del norte existe el yachakuk que es el aprendiz; el herbolario que conoce todo sobre las hierbas medicinales; la partera; el fregador o huesero que se encarga de las lesiones; el kuyphichak que es quien diagnostica y hace tratamientos con cuyes; el riquk que diagnostica leyendo la vela; el hampiyachak que es el sabio de la medicina y, finalmente, el yachak que es el máximo sabio de la comunidad.
Todos ellos ocupan elementos de la naturaleza. Por ejemplo, en ocasiones utilizan el corazón o núcleo de la piedra para los tratamientos.
Cachiguango aclara que la medicina ancestral no puede tratar enfermedades modernas como el sida, el cáncer o el ébola.
“Sí habría la posibilidad de curar estas enfermedades, pero habría que cambiar completamente el sistema de vida. La medicina tradicional ancestral no puede, como la medicina convencional, frenar de un plumazo cualquier enfermedad”, explica Cachiguango.
La medicina ancestral cura las enfermedades conocidas como etnoculturales. Algunas de ellas son el mal viento, los ojeados, el espanto y las recaídas, entre otras.
Según Carmen Cumba, de 54 años, partera desde hace 38, los médicos convencionales no pueden curar estos males. Ella es de la comunidad de Alambuela (Imbabura) y comenta que varios enfermos, después de estar hospitalizados, van a la comunidad para ser curados. Recuerda que algunas de sus amigas fallecieron mientras daban a luz, incluso su primer hijo murió en el parto. Fue entonces que decidió ser partera.
Aprendió los conocimientos de su madre y de su abuela. Aprendió cómo revisar a la mujer embarazada, qué peligros pueden correr la madre y el bebé, cómo atenderlos, cómo debe acomodarse la madre para dar a luz y qué hierbas le puede recomendar. También realiza una ceremonia para curar del espanto a la parturienta, para ello combina tierra, agua, aire y fuego. Ahora atiende partos en varias comunidades del norte. Además, cura las torceduras y resfriados.
Estas tradiciones medicinales se relacionan directamente con la cosmovisión de la comunidad y su espiritualidad, y buscan que el paciente se conecte con la Tierra.
“La visión del mundo es que toda la naturaleza, el átomo de la materia, la célula animal, la molécula del agua, son seres vivos que tienen inteligencia propia. El taita yachak hace que el enfermo se reconcilie, a través del ritual, con su enfermedad, que acepte su realidad. Cuando el paciente acepta empieza el proceso de sanación. En otras palabras, está conversando con sus células enfermas para que se curen”, explica Cachiguango.
Para él, la modernidad está pensando en una lógica tal vez académica, de cálculo y de evidencias, mientras que la medicina ancestral se rige por una lógica de la emotividad, es intuitiva; una lógica del amor y de sentimientos.
Para el mundo indígena la medicina ancestral es una sabiduría sin tiempo, es una sabiduría que surge de la tierra.
“En el mundo indígena el ser humano no hace conocimiento, el ser humano solo aprende, la que realmente hace el conocimiento es la madre naturaleza y, según nosotros, es el libro más antiguo que existe”, añade Cachiguango.
Sabidurías
La Organización Mundial de la Salud reconoce estos saberes ancestrales
Según la OMS, la medicina tradicional abarca diferentes terapias y prácticas que varían entre países y entre regiones. En algunos lugares se denomina medicina alternativa o complementaria.
La medicina tradicional se utiliza desde hace miles de años para contribuir a la salud humana, en particular como proveedores de atención primaria en el ámbito comunitario. De acuerdo con la OMS, a partir del decenio de 1990 se ha constatado un resurgimiento de su utilización en muchos países desarrollados y en desarrollo.
Según la Organización Panamericana de la Salud, este tipo de medicina es parte de la cultura de un pueblo, no hay sociedad que no haya desarrollado algún sistema de medicina, es decir, un sistema ideológico o doctrinario acerca de la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, y más concretamente sobre las causas de las afecciones, la manera de reconocerlas y diagnosticarlas, así como las formas o procedimientos para aliviar, curar o prevenir las enfermedades para preservar y promover la salud.