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Los gatos también sufren de diabetes

Los gatos también sufren de diabetes
03 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción de7en7

La diabetes es un problema común en el gato y actualmente el primer trastorno hormonal que afecta a estos animales. Suele presentarse en gatos mayores de ocho años (10 a13 años).

Afecta más a gatos obesos y por lo tanto a castrados y tiene una mayor incidencia en el Birmano. Se trata de un desorden caracterizado por la presencia de una hiperglucemia (exceso de azúcar en sangre) persistente. La diabetes mellitus en gatos es una peligrosa, pero cada vez más frecuente, enfermedad en los felinos que acorta la vida del animal sin el tratamiento adecuado. Un gato que padece diabetes no tiene la capacidad de crear toda la cantidad de insulina (hormona) que precisa para que su cuerpo funcione del modo correcto. En otras ocasiones, lo que ocurre es que la insulina que genera no ha aprendido a trabajar de forma adecuada.

Esta hormona llamada insulina, aunque pequeña, tiene su importancia. Los gatos, como las personas, no son capaces de utilizar los alimentos que ingieren a través de la dieta de modo directo.

Su cuerpo necesita romper los carbohidratos y proteínas de la comida en componentes más sencillos que sí puedan ser utilizados por los órganos y músculos felinos. Uno de estos elementos es la glucosa, que aporta al animal la energía que necesita.

 Debemos tener en cuenta que un 20 por 100 de gatos desarrolla lo que llamamos “diabetes transitoria”, por lo usual dentro de las 4-6 semanas de establecer el diagnóstico e iniciar el tratamiento. En estos gatos, la hiperglucemia, glucosuria (glucosa en orina) y signos clínicos diabéticos se resuelven y la insulinoterapia puede suspenderse. Algunos no requieren más insulina luego que se disipa el acceso inicial de diabetes mellitus clínica, mientras que otros gatos experimentan insulinodependencia permanente semanas a meses después de la resolución del estado diabético previo.

 Los signos clínicos incluyen más apetito (polifagia), más sed (polidipsia), mayores volúmenes de orina (poliuria) y pérdida de peso, aunque no necesariamente todos estos síntomas deben estar presentes. Es frecuente que cuando las personas acuden a la consulta les preocupe el hecho de tener que cambiar constantemente el sustrato de la bandeja del gato.

Los signos clínicos adicionales comprenden letargia, menor interacción con la familia, falta de comportamiento de acicalado y desarrollo de un pelaje seco, deslustrado, desgreñado.

Al mismo tiempo, tienen menor capacidad de salto, debilidad del tren posterior o postura plantígrada (los tarsos contactan con el suelo cuando el gato camina).

Estas alteraciones de la marcha están relacionadas con una complicación frecuente en el gato diabético que es la llamada polineuropatía diabética. La complicación más grave y que puede poner en peligro la vida del gato es la cetoacidosis diabética. Otra complicación que puede originar la diabetes es la lipidosis hepática, que ocasionará aumento del tamaño del hígado.

El diagnóstico de esta enfermedad se basa en la identificación de una elevación permanente de los valores de glucosa en sangre.

Se habla de permanente, porque una medición única de la glucosa sanguínea en ayunas tiene un valor limitado en gatos. Existe lo que llamamos “hiperglucemia por estrés”, en repuesta tanto a un estrés psicológico, como a una enfermedad no relacionada con la diabetes.

Muchos gatos, cuando son sacados de casa para un viaje o una visita al veterinario, sufren elevaciones fisiológicas de glucosa, por lo que no resulta muy complicado, sacar conclusiones de un exa,em en la que la glucosa se presente elevada.

En los gatos en los que persistan los síntomas de la diabetes o en los casos en que se produzcan complicaciones, se aconseja llevar a cabo más controles. El nivel de fructosamina en sangre puede ser útil a la hora de confirmar que la diabetes está poco controlada. Cuando el gato no responde satisfactoriamente al tratamiento, se debe llevar a cabo un estudio de las causas. Hay múltiples razones por las cuales el tratamiento puede haber fracasado, pero es posible que el culpable sea la dosis, por lo que el primer paso a valorar es la manera en que el dueño ha dosificado la medicación.

Si la dosis es la correcta, entonces habría que profundizar en los motivos de la mala respuesta al tratamiento. Los errores y las inconstancias en el suministro de la medicación son también una fuente normal de problemas. El almacenamiento y uso de la insulina debería seguir las recomendaciones del fabricante, ya que los cambios de temperatura o el manejo brusco pueden reducir la viabilidad del producto. La insulina debería mantenerse refrigerada para evitar temperaturas extremas y los viales deberían ser agitados cuidadosamente, para evitar la desnaturalización del producto.

La exploración, la medición de glucosa en sangre y una curva de glucosa son las primeras medidas a tener en cuenta para averiguar si la medicación es efectiva y los efectos de la misma los adecuados. A partir de los resultados obtenidos, se podrán hacer entonces los ajustes necesarios, en cuanto a la dosificación y las frecuencias de administración de la medicación.

El medicamento de elección para tratar esta patología hormonal felina es la insulina, y en la actualidad la que está dando los mejores resultados es la llamada glargina (nombre comercial, Lantus).

 Se trata de una nueva insulina sintética recombinante humana. Esta insulina fue diseñada para causar un aumento leve sostenido de la concentración sérica de insulina que controle la producción de glucosa hepática.

Lo cierto es que este medicamento se había ensayado ya en gatos y los resultados publicados con anterioridad al año 2006, no indicaban mejores resultados con ésta sobre otras insulinas utilizadas anteriormente, en especial las PZI (insulina protamina zinc). Sí es cierto que había publicaciones que demostraban su eficacia en gatos que no se controlaban demasiado bien con otras insulinas.

Este tratamiento tiene muchas ventajas con respecto a las insulinas anteriores, como es que permite un mejor control de la glucemia, los riesgos de hipoglucemia se reducen de manera considerable y se controlan mejor los “gatos rebeldes”. Una parte muy importante del tratamiento del gato diabético incluye la alimentación. Esta debe ser baja en carbohidratos y rica en proteínas. Son dietas  formuladas y las hay en forma de latas y de comida seca. Tienen la ventaja de reducir la elevación de glucosa  mejorar el control clínico y reducir las necesidades de insulina.

Fuente: www.elmundodelgato.com/

Dulce felino

La prioridad principal en los primeros días de tratamiento es asegurar que no se produzca hipoglucemia (algunos gatos son muy sensibles a los efectos de la insulina).

Es conveniente medir los niveles de glucosa en sangre en el momento de la inyección, y hacer una curva de glucosa a las 12 horas. Lo ideal es realizar una curva de glucosa diaria durante los tres primeros días de tratamiento.

La obesidad es un factor desencadenante de la diabetes en el gato, que proviene de la excesiva ingesta calórica, promovida por el elevado consumo de alimentos.

Cada día son más (aunque las cifras no son alarmantes) los gatos diabéticos, quizás como consecuencia de que cada día son más los que sufren de obesidad.

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