Un ecuatoriano revive el dolor del conflicto yugoslavo
Wladimir Chávez (Quito, 1977) resultó ganador del VI Concurso Nacional de Novela Miguel Riofrío, por El olor de las flores quemadas, cuyo fallo se anunció en diciembre por un jurado conformado por los escritores Luis Salvador Jaramillo, Carlos Carrión y Eliécer Cárdenas Espinoza.
La semana pasada, el padre de Chávez recibió el galardón, pues desde 2001 el autor migró a Noruega, donde actualmente es profesor de Literatura y Cultura Latinoamericana y Española en la Universidad Regional de Østfold.
De vez en cuando da conferencias. La próxima será en marzo en Tailandia para hablar sobre libros. En la actualidad trabaja con un proyecto sobre enfermedad y literatura en Ecuador.
El olor de las flores quemadas es una narración híbrida en la que el autor mezcla la novela histórica con elementos de novela de amor y de diario de viajes, así como de texto recopilatorio de testimonios.
La obra se narra como si fuera un trabajo periodístico en el cual se cruzan los testimonios de las fuentes. Su trasfondo es la guerra de los Balcanes (1991 a 2001).
Hace diez años, Chávez visitó Serbia, y Bosnia y Herzegovina, provincias yugoslavas afectadas por la guerra. Sintió las fracturas y acumuló testimonios y datos históricos.
Tuvo una estancia en Dinamarca, en donde conoció a una refugiada de Bosnia.
Residir en Escandinavia lo hizo presenciar la llegada de muchos migrantes del conflicto balcánico. De allí que en su novela se entremezclen elementos de otras personas y autobiográficos.
Los testimonios de los personajes principales, Holger y Jelena son verdaderos.
El primero es un estudiante alemán de Geografía que patrulló Bosnia junto a las tropas de la OTAN.
Jelena es la anfitriona del grupo con el que viajó a Belgrado en 2010.
“A mi modo de ver, Holger es la conciencia de Occidente. Ha llegado para evitar que se sigan cometiendo más masacres. Pero sin quererlo, Holger es la OTAN o la ONU: es la comunidad internacional que ha reaccionado tarde al conflicto, que ha permitido que las masacres se ejecuten debajo de sus narices”, cuenta Chávez.
La ayuda internacional llega con Holger después de 200 mil muertos y cientos de miles de refugiados.
Si considera que esta es una propuesta híbrida es también por las reflexiones que hace de la ficción y la realidad, sobre la diferencia entre el periodismo y la literatura.
“Me parece que cuando se trata de escribir sobre un tema tan serio como la guerra se debe tener cuidado. Yo no he tenido la posibilidad de experimentar los estragos de la guerra -afortunadamente- y hubiera parecido arriesgado, sino pretencioso, inventar esos pasajes (Holger y Jelena)”, dice el autor.
“Lo que sí hice fue transcribir testimonios, conservando los nombres de las personas que me contaron esas historias”.
La primera escena de esta novela es una mujer de mirar sombrío que ama a su hijo, a pesar de que quedó embarazada después de una violación.
“Lo que le ocurre (y su presencia al inicio de la novela) se explica con el pasar del argumento y, sin importar su naturaleza ni su origen, se vuelve icónica: es la imagen del sufrimiento de la inocencia durante los conflictos bélicos”, sostiene Chávez.
El narrador se limita a sintetizar la historia de la mujer del inicio, describiendo en un par de momentos, y de manera breve, sus reacciones y actitudes.
Piensa que son los lectores quienes pueden darle una carga moralista o no.
“Personalmente —dice Chávez— creo que quien debe tener la decisión final sobre el aborto es la mujer: es ella quien decide sobre su cuerpo. Este derecho es especialmente importante en caso de violaciones”.
Al ser cuestionado sobre la coyuntura que podría envolver a este primer personaje le sorprende que el abuso sexual que sufrió a manos de combatientes enemigos pueda ser interpretado no solo desde una coyuntura local, sino además muy actual.
Agrega que “esto pasaba tanto en los Balcanes de los años 90 como en el Ecuador de ahora. Los humanos somos muy parecidos. Nuestros problemas son parecidos, no importa en qué comunidad o circunstancia nos encontremos”.
“Y desafortunadamente, la violencia hacia la mujer ocurre tanto en tiempos de paz como en época de guerra. Pero a pesar de eso, alimentamos esperanzas”.
Para Chávez este premio ha sido una gran alegría. Ha vivido mucho tiempo fuera del país y su contacto con el mundo editorial en Ecuador es limitado. Aun así está por publicar un conjunto de relatos con el Centro de Publicaciones de la PUCE.
“Los premios literarios sirven para eso, para dar visibilidad a un texto. Ojalá que El olor de las flores quemadas tenga visibilidad porque creo que los testimonios lo merecen”, dijo. (I)
Libro ganador
VI edición del premio
El jurado estuvo conformado por Luis Salvador, Carlos Carrión y Eliécer Cárdenas.