Fabián Velasco supo fijarse en el imaginario urbano de las calles de Quito por su trabajo como músico, actor y zanquero. Su ritmo corporal ocupaba los espacios de la ciudad sin problematizarse por el acecho de las autoridades y a pesar de que varias facetas, que atravesó para hacer música urbana, se deshilacharon, nunca abandonó lo que quería. “Este es mi experimento y trabajo personal de que sí se puede”, dijo Velasco en una entrevista para la Casa de la Cultura.

Velasco nació en 1962. A los 10 años empezó su afición por el teatro y sus estudios en el conservatorio. En sus inicios en la actuación integró el grupo Ollantay, del que más tarde sería maestro y con el que comenzó a innovar e improvisar en el teatro de la calle, cada fin de semana, en el Centro Histórico.

Años más tarde, consolidó su personaje ‘El hombre orquesta’, que, según decía cada vez que le preguntaban sobre su origen “nació jugando”, al ver un hombre orquesta por primer vez en la película de ‘Mary Poppins’. “El Hombre Orquesta es un viejo loco hecho el músico”, dijo en una entrevista al diario quiteño Últimas Noticias.

Para Velasco, el teatro sobre las tablas era una especie de monólogo y una forma de ensayo. En cambio, decía que hacer teatro en la calle requería de otras habilidades, como la de alzar la voz, dilatar al máximo el movimiento e integrar así en un solo personaje un conjunto de ideas.

Una buena parte de la popularidad que ganó en la calle es fruto de los al menos 11 años que integró la banda Los Perros Callejeros, junto a Héctor Cisneros y Diego Espinoza y otros músicos que se fueron sumando y restando.

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Velasco se dedicó a hacer música con ellos desde 1991 en la Plaza del Teatro o en uno de los parques o plazas del Centro Histórico. La fama que hicieron los llevó a abrir el concierto de Manu Chao y ser parte de la producción hollywoodense Proof of Life, producción de Hollywood que se filmó en el país.

En 1998 Los Perros Callejeros grabaron la ‘Guajira Mora’, una canción que integra el soundtrack de la película ‘Ratas, ratones y rateros’, dirigida por el cineasta ecuatoriano Sebastián Cordero. Luego de la desintegración total de la banda, Velasco continuó trabajando en la música, el teatro y la calle.

De su lado tenía la experiencia de aquel secuestro al ‘Hombre Orquesta’, cuando las autoridades en Lago Agrio le quitaron los tambores, “pero como buen guerrero urbano, no se hizo lío y más bien aprovechó que sus hijos, al igual que él, ya se habían convertido en indomables, en seres para los cuales el sonido es una resbaladera andina por la cual resulta muy divertido deslizarse y empezó a tocar con ellos para acompañar la percusión.

Velasco creía que “siempre el actor, además de cumplir su rol debía tener un instrumento mínimo”, en su caso era el saxofón y un bombo en la espalda, instrumentos con los que se las ingenió para producir percusión y armonía a la vez.

Su muerte se produjo el martes 13 de mayo en su domicilio. No se conocen las razones, pero se sabe que no hay indicios de que haya sido una muerta violenta. Sus amigos y quienes en algún momento fueron espectadores de su historia con la música mostraron sus condolencias en redes sociales. “Fabián Velasco es uno de esos personajes sin los que Quito será un poco menos Quito”, afirmó uno de los usuarios que lamentaban su partida en Twitter.