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El Telégrafo
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Alicia Alonso, la bailarina encantada

En 1995, Alicia bailó por última vez, en Italia. Ella se convirtió en un mito y llevó al ballet cubano a los grandes escenarios del mundo.
En 1995, Alicia bailó por última vez, en Italia. Ella se convirtió en un mito y llevó al ballet cubano a los grandes escenarios del mundo.
Foto: Archivo / EFE
18 de octubre de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

Como un hada, suspendida en el aire, sus brazos revoloteaban mientras se elevaba sobre las puntas de sus zapatillas. Parecía que Alicia Alonso flotaba en el escenario con su tutú y su peinado asido, pero tenía en su memoria las dimensiones del escenario y los fotogramas de la coreografía.

“Cuando yo bailaba, yo daba felicidad, alegría, y sobre todo, pensaba que estaba dando vida, porque como yo la sentía, yo la entregaba, en especial, algo muy importante para mí”, dijo en un programa de la televisión cubana hacia 2010.

Este 17 de octubre de 2019 dejó de existir en La Habana a sus 98 años Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, quien se convirtió en un ícono de la danza clásica.

El Ballet Nacional de Cuba se trasladó a la ciudad de Matanzas, a 104 kilómetros de la capital, para hacerle un homenaje a la maestra de varias generaciones de bailarines en la isla antillana.

La primera bailarina Viengsay Valdés, directora artística del Ballet Nacional de Cuba, está llamada a ser la sucesora de Alicia Alonso. En declaraciones a El Telégrafo, dijo que “hay muchas cosas que definen a Alicia, pero su tenacidad, determinación, constancia y pasión por la danza, hacen que sea una gran heroína para sus alumnos”.

Contó que siempre que la Maestra escuchaba a algún bailarín cerca tras una ejecución le decía “respira, respira”, para que se oxigenara y pudiera continuar su presentación. “Alicia será eterna”.

Alicia AlonsoAlonso dejó de bailar en 1995, a sus 74 años. Tras su muerte, sus discípulos del Ballet Nacional de Cuba le hicieron un homenaje. Foto: Archivo / EFE

La Maestra recibió en vida homenajes nunca prodigados a otras personalidades. En 2015, el Gran Teatro de La Habana asumió su nombre. Hay también un perfume que le hace homenaje, una manera, quizás, de agradecer su excelencia en el arte.

Fue cercana al poder. En 2013 se publicó La bailarina y el Comandante, un libro en el que explica la relación entre Alicia Alonso, Fidel Castro y el ballet en Cuba.

Alicia fue hija de Antonio Martínez Arredondo, teniente veterinario del ejército, y de Ernestina del Hoyo y Lugo, pero al iniciar su carrera tomó el apellido de su primer esposo, también bailarín, director y coreógrafo, con quien fundó la Academia de Ballet Alicia Alonso.

Inició sus estudios en Cuba, pero tuvo que viajar a Estados Unidos, donde pudo hacer presentaciones en comedias musicales de Broadway, el Ballet Caravan, el Ballet Theatre de New York, el Ballet de Washington y el Ballet Ruso de Montecarlo. Con ello pudo fundar luego la Academia cubana.

Debutó en 1938, en Broadway. En 1939 ingresó al American Ballet Caravan, antecedente del actual New York City Ballet. Se incorporó al Ballet Theatre of New York, en 1940, año de su fundación.

La exquisitez de su baile le valió el grado de Prima Ballerina Assoluta por el dominio de un repertorio de 134 títulos de obras de la tradición romántico-clásica y creaciones contemporáneas. Los premios nacionales e internacionales le llovieron.

En 1943 bailó “Gisselle” por primera vez. Ese día terminó con los pies ensangrentados, pero fue la compensación de un esfuerzo, que se vio coronado cinco años después, cuando fundó su compañía Alicia Alonso.

El 28 de noviembre 1995, en el Teatro Massini de la ciudad italiana de Faenza, decidió hacer un alto en su carrera, pero en la isla bailó por última vez el 2 de noviembre de 1993.

La revista cubana La Jiribilla publicó que ese día hubo una enorme tensión y desasosiego, porque Alicia iba a bailar el pas de deux del segundo acto de “Giselle”, para celebrar los 50 años de su debut en ese papel, en el American Ballet Theatre.

“El pas de deux terminó y el teatro se vino abajo. Sobre Alicia llovieron pétalos de rosas, detalle un tanto kitsch, pero que llevó al paroxismo al respetable”, describió el cronista.

Cuando Alicia bailaba lo hacía con una gran dificultad aunque el público no lo notara. Padecía de desprendimiento de las retinas de sus ojos. Cuando aún era muy joven le dijeron que escogiera entre su vista y la danza y todos supimos qué ocurrió. Tras varias operaciones, los médicos le recomendaron no volver a bailar, pero ella se empecinó en seguir haciendo lo que más amaba.

Cuando se hizo mayor, daba clases a las bailarinas. Su destreza con las manos era tal que los alumnos comprendían el compás de sus pasos, sin reparar que la maestra estaba sentada en una silla. Tenía un hablar pausado, como queriendo que sus palabras danzaran como ella.

En 2018 el Ballet Nacional de Cuba cumplió 70 años y fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación. “Usted sabe que cuando se abre la cortina, usted va a salir a escena,  tiene que sentir, antes de salir a escena, uno se para ahí, piensa y sale, y se tiene que llevar esa fuerza de agarrar al público..., y uno sale..., no importa el personaje que tenga. Uno debe sentir el personaje y entregarlo al público inmediatamente”, decía sobre su aparición en los escenarios.

Bailó con Jorge Esquivel, Vladimir Visíliev; André Eglevsky; Rodolfo Rodríguez, Azari Plisetski y Erik Brunh, entre otros. Su grandeza está en la contribución al arte danzario de la isla y del mundo. (I)

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