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Una obra de León Tolstoi es ilustrada

Una obra de León Tolstoi es ilustrada
20 de febrero de 2013 - 00:00

Madrid, España.-

“La muerte de Ivan Ilich”, de Tolstoi, es para muchos -entre ellos Nabokov y Ghandi- la mejor novela  de la historia. Ahora esta obra, de algo  más de cien páginas, que habla sobre el sentido de la vida y un espejo en el que hay  que  mirarse hoy más que nunca, aparece con ilustraciones de Agustín Comotto.

Esta novela fue una de las últimas  escritas por León Tolstoi (Yasnia Poliana, 1828-Astapov, 1910) cuando estaba en una crisis que le llevó hacia un cambio espiritual. Ahora vuelve, pero complementada por la mirada en color del ilustrador argentino Agustín Comotto, de la mano de Nórdica Libros y con traducción de Víctor Gallego.

La novela de Tolstoi narra la historia de Ivan Ilich, un funcionario de la administración zarista obsesionado por ascender en su carrera -como el resto de sus compañeros- para poder mantener un bienestar familiar y social del que siempre ha gozado, y que le permita seguir perteneciendo a la alta sociedad burguesa, material, prejuiciosa y falsa en la que se mueve.

Publicada en 1886, “La muerte de Ivan Ilich” reúne ilustraciones en color que le dan, si cabe, un aire más liviano, sin perder la gran intensidad de este libro, cuyo desarrollo se brega más en el interior del propio ser humano que en las vicisitudes externas. Todo un desafío para Comotto. “El texto es muy intenso, alguien lo definió como la novela perfecta, por la dificultad que reviste escribir tanto en tan poco recorrido de texto, y justamente eso, entre otras cosas, hace que ‘La muerte de Ivan Ilich’ sea muy difícil de ilustrar”, explica  Comotto, cuyos trabajos se pueden ver en México, Venezuela, Argentina o Estados Unidos.

Comotto asegura que es un texto en el que no sucede  absolutamente nada y que los ilustradores se nutren de las cosas que pasan, ya que ello dispara la imagen. “Pensé -dice- que era muy fácil hacer el típico trabajo dramático, plagado de rostros torturados del protagonista con muchos claroscuros, pero decidí tratar el texto de una forma mucho más simbólica que narrativa”.

“Digo simbólico -aclara- porque he repetido elementos a lo largo del libro que me parecen significativos a la hora de definir qué le pasaba por la cabeza al pobre Ivan Ilich. Así, tazas de café, ejes cartesianos y repeticiones varias surcan el plano machaconamente. Que cada lector saque sus propias conclusiones y piense por qué están esas cosas paseándose por ahí”.

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