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El último ataque contra caricaturistas en París pone en debate los límites de la libertad de expresión a escala planetaria

¿Todo está perdonado, Charlie Hebdo?

¿Todo está perdonado, Charlie Hebdo?
17 de enero de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

La palabra yihad significa guerra santa, términos que para Occidente tienen un regusto medieval con reapariciones impredecibles y sorprendentes a lo largo de la historia y cuyo final aparente también fue el fin de los enfrentamientos violentos entre cristianos y protestantes.

La palabra yihad, despojada del regusto histórico de su traducción, y quienes la enarbolan –los yihadistas– son, para la opinión pública de este hemisferio, el enemigo moderno que se filtra a través de los medios masivos, conmoviendo al mundo entero con su fundamentalismo, provocando reacciones tan disímiles que van de la intolerancia total, pasando por el exotismo de ‘los otros’ (musulmanes), al apresamiento de quien difiere del luto por las víctimas del ataque contra la sede del semanario Charlie Hebdo, atribuida de forma generalizante a una religión y a un mundo que se desconoce y no termina de aceptar.

En ese marco, el humorista francés Dieudonné M’Bala fue detenido hace 3 días para ser interrogado por escribir en su cuenta de Facebook que se sentía como ‘Charlie Coulibaly’. Frase que contiene un juego de palabras: combina el extendido lema ‘Je suis Charlie’ (‘Yo soy Charlie’) con el apellido de uno de los 3 hombres armados que fueron abatidos en el operativo posterior al ataque, durante el secuestro que perpetraron en un supermercado kosher en París, el 8 de enero.

Según la agencia Reuters, la Fiscalía francesa abrió el lunes una investigación por un posible delito de ‘enaltecimiento del terrorismo’ contra Dieudonné, quien ya se había enfrentado a acusaciones por antisemitismo y por haberse burlado del asesinato del periodista estadounidense James Foley a manos de insurgentes islamistas.

Como para exacerbar la paradoja de esta detención en tiempos donde la libertad de expresión está en boca de los líderes de cada nación, el ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, dijo esta semana que los líderes europeos deberían trabajar conjuntamente con las compañías de internet para acabar con los discursos del odio y con el contenido que enaltezca el terrorismo.

Esto mientras la policía federal belga efectuaba una amplia operación antiterrorista en 3 puntos del país que terminó con 2 víctimas mortales, presuntamente yihadistas europeos. La fiscalía del país en el cual los hermanos Kouachi, ambos franceses, consiguieron las armas para el atentado contra los caricaturistas, aseguró, el 14 de enero, que había interceptado una célula compuesta por varias personas, algunas de ellas recién retornadas de Siria, con intenciones de cometer “un atentado de envergadura y de manera inminente”, según aseguró en conferencia de prensa el magistrado federal belga Thierry Werts.

Entre tanto, la rama yemení de Al Qaeda asumió la autoría del ataque de París, ciudad que junto a Berlín y Bruselas suma una cantidad de 27 detenidos por hechos relacionados al yihadismo, a la guerra santa que el islamismo radical extiende, con el grito «Alá Ajbar» (¡Alá es el más grande!), mediante ejecuciones, atentados, decapitaciones, violaciones, lapidaciones y otros actos de barbarie a los que no les falta difusión a través de internet u otros medios de comunicación cuyos contenidos circulan con excepcionales cortapisas en Occidente.

«Todavía somos Charlie»

Mahoma llora en el último número del semanario satírico Charlie Hebdo con un alcance 50 veces mayor al de sus ediciones anteriores, que bordeaban las 60 mil copias.

La portada de la nueva edición publicada el miércoles pasado tuvo, inicialmente, 3 millones de ejemplares en los quioscos parisinos. Una pieza de colección, un homenaje cuyo valor en Francia es de 3 euros y cuya tirada ascendió a 7 millones luego de que sus lectores se volcaran a adquirirla.

El dibujante y portadista de esta edición, Renald Lucier, ‘Luz’, quien dijo “Todavía somos Charlie” tituló “Todo está perdonado” a la revista cuyo nuevo redactor jefe, Gérard Biard, definió como “la más importante para nosotros, porque el país se enfrenta a un gran debate sobre la laicidad”.

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