Literatos y periodistas formulan sus interpretaciones frente al ataque terrorista
El atentado contra Charlie Hebdo pone en discusión a intelectuales
La obra e historia de la docena de fallecidos en medio del ataque perpetrado en Francia contra el semanario satírico ‘Charlie Hebdo’ —entre quienes se cuenta su director, Stéphane Charbonnier— y la decena de heridos —4 aún se debaten entre la vida y la muerte— conmovieron al mundo esta semana.
Las imágenes del atentado fueron difundidas de la forma que, en torno a este tipo de casos, es característica en Occidente: mediante la reproducción masiva de cada registro visual y audiovisual en internet y el resto de medios de comunicación.
Sin embargo, los antecedentes de este hecho lamentable —que incluyen amenazas e intimidaciones hechas desde 2006— tuvieron una difusión mínima frente a los disparos perpetrados por hombres vestidos de negro y enmascarados, en la sede de la revista, situada en el bulevar Richard Lenoir, de París. Desproporción que parece aumentar después de que Francia y los franceses fueran señalados como objetivos por los principales movimientos yihadistas pese a que ninguna organización se ha atribuido el ataque.
En su edición del 8 de enero, el diario español El País, a través de Carlos Yárnoz, subdirector de la coordinación de la información diaria y corresponsal en París, iniciaba el reporte sobre este hecho con la frase: “El terror se apoderó ayer (miércoles) de Francia con un bárbaro ataque contra el corazón de los valores de la República y de Occidente en general”. Difundía así una perspectiva que distingue la moral de ambos hemisferios. Por otro lado, y casi al mismo tiempo, su colega, articulista y profesor de la Escuela de El País, Miguel Ángel Bastenier, citaba, sin revelar su nombre, a una autoridad musulmana de París en la red social Twitter. La frase del musulmán se remitía a los límites de la actividad del semanario: «A las viñetas hay que contestar con viñetas».
Esto mientras la asociación mundial de escritores PEN International, defensora de la libertad de expresión, difundió un comunicado en que el escritor indobritánico Salman Rushdie —quien fue condenado a muerte por el ayatolá Ruhollah Jomeiní, que en un edicto de 1989 lo acusó de “blasfemo” por el contenido de la novela Los Versos satánicos— rechazaba el crimen como una forma de defensa al “arte de la sátira, que siempre fue un motor de la libertad, y contra la tiranía, la deshonestidad y la estupidez”.
Rushdie, quien alguna vez afirmó que su vida tuvo un giro con la publicación de su irreverente obra —tejida a través de un barroquismo que acompaña a la polémica que genera— dijo también que «La religión, una forma medieval de la sinrazón, cuando se combina con armamento moderno se convierte en una amenaza real para nuestras libertades». En días pasados, otro escritor controversial, el francés Michel Houellebecq, fue criticado por la novela ‘Sumisión’, en la que, según la revista literaria The Paris Review, un musulmán llega al Palacio del Elíseo, sede presidencial de Francia, luego de obtener al apoyo de fuerzas políticas en lo que el autor llama “una aceleración de la historia, pero —recalca— no puedo decir que sea una provocación, porque no digo cosas que considere falsas solo para poner nerviosos a los demás. Condenso una evolución que, a mi entender, es verosímil”.
La publicación coincidió con la fecha del atentado y con el giro que Houellebecq dio a sus creencias frente al Islam al manifestar que “en el fondo, el Corán es mejor de lo que pensaba, después de releerlo… o más bien de leerlo. La conclusión es que los yihadistas son malos musulmanes”. Finalmente, otro francés, el sociólogo Alain Touraine, parece aclarar el embrollo de las posturas frente a Oriente luego del atentado que no representa a todo este hemisferio.
Touraine declaró, vía telefónica a Infobae, que sería una equivocación juzgar a todos los musulmanes que viven en Francia por las acciones de 3 personas. Y puntualizó: “tenemos, grosso modo, un millar de ciudadanos franceses que partieron a la yihad. No tengo reparos en admitir que en la considerable masa de musulmanes que se sienten maltratados, despreciados, marginados, haya un pequeño número —específicamente un millar— que tomen esta identidad de enemigos. Sienten que se los trata como enemigos, entonces dicen ‘sí, soy un enemigo y hago la guerra contra ustedes’. De hecho, había franceses entre los que degollaron rehenes del Estado islámico”.