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"Sin darme cuenta, los recuerdos empiezan a ser mis epitafios"

Desde 1978 el poeta residía en México, primero en el Distrito Federal, y luego en Villahermosa, donde murió.
Desde 1978 el poeta residía en México, primero en el Distrito Federal, y luego en Villahermosa, donde murió.
Foto: Juan Jesús López
10 de marzo de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Fernando Nieto Cadena (1947-2017) era recordado como el más guayaquileño de los poetas ecuatorianos. Aunque nació en Quito, no le gustaba que se lo recordaran. “No sé por qué”, dice su amigo Jorge Velasco Mackenzie, pero resalta que él amaba Guayaquil.

“Guayaquil es una invención, una más, para alimentar y satisfacer nuestro imaginario colectivo y particular y no sentirnos huérfanos de historia. Lo que alguna vez vivimos y experimentamos como ciudad, en lo que a mí respecta, a fuerza de nostalgizarla se fue diluyendo entre saudades y recuerdos”, decía Nieto Cadena en una entrevista realizada por Luis Carlos Mussó y publicada en la revista cartóNPiedra, en 2014.

Cuando Roberto Bolaño antologó a once jóvenes poetas latinoamericanos en el libro Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego, el chileno le pidió a Miguel Donoso Pareja que escribiera el prólogo. En una carta, Fernando Nieto Cadena, uno de los poetas antologados, le advertía a su paisano que “cuidado vas a hacer el hijueputismo de decir que he nacido en Quito”.

Desde 1978 el poeta residía en México, primero en el Distrito Federal, luego en Ciudad del Carmen (Campeche, en la Riviera Maya) y después en Villahermosa (Tabasco), donde fue hallado sin vida ayer, según el medio local Tabasco Hoy.

Nieto Cadena fue un incansable coordinador de talleres literarios, escribió el libro de cuentos Si quieren los vuelvo a escribir, en 1971, y fue autor de un sinnúmero de poemarios, como Los des(en)tierros del caminante, obra con la que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera  Andrade, 1989. La Universidad Juárez Autónoma de Tabasco publicó la antología Duro con ella.

“Nosotros creíamos que podíamos arreglar el mundo. Éramos unos utopistas. Mi posición ideológica y creo que la de Fernando jamás cambiaron, pero sí la idea de influir con nuestra obra en las estructuras sociales del país. No éramos solo escritores, queríamos enfrentar a la poesía con el poder. Esa idea era metafóricamente muy interesante”, dijo Velasco Mackenzie frente a la playa, al enterarse la noticia de la muerte de su amigo.  

La relación de Nieto Cadena con Velasco Mackenzie resultó larga, ya que él fue quien lo llevó a trabajar a la Universidad Técnica de Babahoyo, donde fue docente por 33 años. Nieto Cadena era el decano y llevó con él a varios autores de su generación, interesados, como él, en temas que nadie más miraba, como la música popular, la marginalidad y una posición ideológica frente al mundo.

Antonio Correa Losada recuerda a Nieto Cadena como el más divertido de los poetas de su generación, “un verdadero innovador de la poesía, con un gran sentido de la alegría. Su humor era fino, agradable,  también manejaba naturalmente el argot popular del puerto; Fernando era un gordo afable. Su participación en la revista guayaquileña Safa cucaracha, junto con Fernando Artieda y otros más, era destacable”.

También participó en la legendaria revista Sicoseo. En la entrevista que le hizo Mussó, decía: “Cada vez me convenzo más de que Sicoseo fue una aspiración de utopizar el presente porque el futuro siempre estaba a la vuelta de la esquina”.

Según el medio Tabasco Hoy, “el poeta Juan De Jesús López, Rodrigo Arteaga Portillo y Miguel Obrador Garrido Capellini, así como la comunidad literaria, se están organizando para incinerar sus restos mortales y rendirle un homenaje”.

“Lo reconozco / no sé decir adiós ni siquiera a lo que más amo / Leo los diarios en la espera de encontrarme con la noticia de mi muerte /  ¿Me duele no morir? / no sé, se mueren mis amigos / sin darme cuenta los recuerdos empiezan a ser mis epitafios”, anticipaba, sentía el más guayaquileño de todos. (I)

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