Sebastián Lelio: “Hago cine para tocar lo que no entiendo, lo que no soy”
Con un Óscar bajo el brazo, el cineasta Sebastián Lelio se estrena ahora en inglés con Disobedience, una historia de amor entre dos mujeres repudiadas por la comunidad judía ortodoxa de Londres, con la que el chileno se reafirma como un virtuoso destilador de emociones.
Durante una entrevista en París con la agencia EFE, el director, de 44 años, cierra a menudo los ojos antes de responder a una pregunta. Como si contactara con su fuero interno. Como su cine, introspectivo, que expone lo más íntimo del ser humano ya sea a través de una mujer madura en Gloria, de una transexual en Una mujer fantástica o ahora con dos homosexuales.
Protagonizada y coproducida por la actriz Rachel Weisz, quien propuso a Lelio la dirección mientras escribía Una mujer fantástica, Disobedience es ante todo una reivindicación del derecho a decidir de cada uno, una oda a la libertad.
Tras abordar la transexualidad, se centra ahora en la homosexualidad femenina. ¿Responde ello a un interés por las minorías?
Nunca pienso en las películas desde el punto de vista LGTB. Mi aproximación es completamente emocional: hay algo en los personajes que me moviliza, que me remueve lo suficiente para dedicarle dos años de mi vida.
El cine lo entiendo como un puente, una posibilidad de tocar lo otro, lo que no soy ni entiendo.
¿Por qué cree que hay menos películas que hablan de la homosexualidad femenina que de la masculina?
Si todavía está pendiente la fiel representación de la femineidad heterosexual, imagínate la homosexual. Pero se está entrando en una era donde la representación de lo que pasa en la sociedad se está poniendo al día. No solo tiene que ver con el LGTB, sino con todo lo que está sub-representado. El mainstream ha tendido a ser muy monotemático.
¿Cómo logró recrear la cerrada comunidad judía ortodoxa del norte de Londres?
Me metí en la pata de los caballos porque no soy ni británico ni judío y me puse a hablar de una comunidad que ni siquiera los londinenses conocen. Tuve cuatro consultores durante la escritura, ortodoxos, pero más progresistas. Estaba tan obsesionado tratando de captar la textura social de esa cultura que el número durante el rodaje subió a 12. Únicamente no los podíamos llamar durante el sabbat.
¿Teme alguna reacción contra esta película por parte de esta comunidad?
Por ahora no ha habido ninguna porque todavía nadie la ha visto en Inglaterra. En Estados Unidos, donde ya se ha estrenado, ha habido mucho público judío, aunque no sé cuántos ortodoxos porque no ven mucho cine. En algunos blogs la analizaban punto por punto y pasaba la prueba kosher.
En Estados Unidos, la única escena de sexo entre ambas mujeres, íntima y explícita, está dando mucho que hablar. ¿Cómo la preparó?
Es el corazón de la película, su inconsciente, donde están las pulsiones más reales. Yo siempre dibujo mis películas y para la escena del sexo dejé cuatro páginas en blanco.
Me preguntaba cómo hacer -sin una gota de desnudez- una escena altamente erótica en una era en la que estamos sobreexpuestos al sexo como nunca y donde ya nada nos impresiona.
Además de celebridad, ¿el Óscar por La mujer fantástica le ha dado confianza?
Filmar confiado no va conmigo ni lo recomiendo.
El Óscar me permite seguir trabajando. Se abren más posibilidades de hacer cosas que siempre he soñado, como la ciencia ficción, uno de mis anhelos de niño. Ahora eso es menos lejano.
Está ultimando un remake en inglés de Gloria, con Julianne Moore. ¿Por qué?
Había mucha oferta para ese remake. Yo siempre dije que no hasta que conocí a Julianne. Entre tanto, el mundo pegó un golpe de timón hacia el Medioevo: ocurrió el Brexit, el resurgimiento de la extrema derecha, el ISIS, Trump...
De pronto una historia de una mujer de 58 años en Estados Unidos que quiere seguir bailando y gozando se vuelve urgente y política.
¿Qué viene después?
Vacaciones. Tengo algunos proyectos, pero todavía es demasiado temprano para hablar de ello. Quizás no sea en Chile.
¿En Hollywood?
... (sonrisa). (I)