¿Se debe a alguien la caricatura?
El nombre del evento era retador y provocador: ‘Los caricaturistas frente al Yasuní, el poder de la caricatura como medio de expresión’. Sin embargo, ninguno de los participantes planteó con profundidad, por fuera de sus caricaturas, su posición frente a la decisión del Gobierno de extraer petróleo de los bloques ITT que se ubican en el Parque Nacional Yasuní; únicamente mostraron sus caricaturas en las que, para quienes ya conocen sus trabajos, era previsible lo que iban a dibujar.
¿Cómo piensa un caricaturista, que es un comunicador social, esta coyuntura nacional? ¿Los dibujos que realizan a diario se sustentan en sus principios personales o en la relación que tengan con el gobierno de turno? ¿En Ecuador, se puede hacer una caricatura que no tenga que ver con el poder? ¿Acaso la caricatura nacional perdió esa capacidad de traducir las contradicciones de la cotidianidad humana, para concentrarse exclusivamente en los absurdos de la política local?
Ninguna de estas inquietudes fueron desarrolladas por los ponentes. Tampoco hubo la posibilidad de efectuarlas al finalizar el conversatorio. El evento consistió en contar con un mediador, un discurso de apertura y uno de clausura a cargo de la decana de la Facultad de Comunicación y del rector de la Universidad SEK, respectivamente; y un micrófono abierto para que los caricaturistas reflexionen sobre su oficio y sobre los “embates” que atraviesa el periodismo ecuatoriano actualmente.
Eran seis representantes nacionales de este género a quienes se había convocado para el encuentro organizado por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Internacional SEK: Kata (Alberto Carcelén), Jaime Pozo, Bonil (Xavier Bonilla), Calvin (Fabricio Gavilánez), Asdrúbal (Asdrúbal de la Torre) y Kléver (Kléver Moreno). Cinco de ellos trabajan para medios de comunicación privados, excepto Calvin, quien dibuja para EL TELÉGRAFO, diario público de Ecuador.
Lo que sí se mencionó y discutió compartidamente, excepto Calvin, fue la relación desigual entre el periodista, el ciudadano y el poder ejercido desde el Estado o sistema político en el que se viva. Inclusive, la decana de la Facultad de Comunicación, Rosa Solórzano de Cervantes, citó al venezolano Claudio Briceño: “La caricatura es el medio de expresión idóneo de muchos acontecimientos que la gente no puede o no quiere decir a voz viva, ya sea porque el sistema no lo permite o bien porque el dibujo se presta para hacerlo de una manera más directa y durarera”. También, la maestra de ceremonias del evento, tomando las palabras de Geroge Orwell, dijo: “Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”.
Por su parte, y en esta misma línea, Kléver señaló que el caricaturista y el poder son como “esos matrimonios que siempre andan al borde del divorcio, pero que siempre terminan viviendo felices”, mientras que Bonil destacó que en Ecuador “antes, tal vez, dibujábamos sobre el no poder, ahora dibujamos sobre el poder, ya que está más consolidado políticamente.
El periodismo debe responder al ciudadano frente al Estado. Yo, como individuo y ciudadano, me siento indefenso frente al Estado”. Y terminó enfatizando que lo más importante es “que seas ético”.
Jaime Pozo, quien trabaja en Revista Vistazo, al igual que Bonil, compartió su preocupación en relación a que “el ciudadano frente al Estado está siempre en indefensión. La caricatura que apela al humor, que es una forma humorística de expresión, tiene que funcionar como una válvula de escape. No tenemos la documentación de que se haya asesinado a caricaturistas, pero sí lo ha hecho al revés. La pluma es más poderosa”, dijo.
Finalmente, Calvin destacó que cada caricaturista tiene su concepto de la política que está viviendo y para quien está dibujando. “Yo no creo en la imparcialidad. Sí pienso diferente, dibujo diferente, aunque eso pueda incomodar a muchos”.