Rafael Díaz Ycaza, el poeta de la urbe
El poeta guayaquileño Rafael Díaz Ycaza, uno de los autores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, falleció ayer a los 87 años.
Además de su trabajo en la poesía se destaca su pasión por la cátedra (la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil fue uno de los centros donde ejerció) y su labor cuando presidió la Casa de la Cultura Ecuatoriana. En 1977 creó la colección Letras del Ecuador, que promovió la literatura del país y alcanzó alrededor de cien títulos.
Según el diccionario biográfico de Rodolfo Pérez Pimentel, de joven, Díaz ingresó al diario El Universo, ayudado por el reconocido Joaquín Gallegos Lara, a quien el autor recién fallecido consideró su “maestro en humanismo”.
“En 1944 Abel Romeo Castillo publicó una selección de sus poemas en la Página Literaria de El Telégrafo bajo el título: Un promisor poeta nuevo, con un elogioso comentario. El domingo 28 de mayo apareció en la misma sección otro poema suyo titulado Carta a Velasco, que terminaba así: “El pueblo tiene honda raíz revolucionaria / Velasco”. Y por coincidencia, esa misma noche estalló la famosa revolución, relata dicho diccionario. Aunque el autor guayaquileño nunca mostró una filiación política, siempre tuvo ideales progresistas.
“Fue creador de las más importantes colecciones literarias que superaron el centenar de títulos”El germen de su poesía, según el poeta Luis Carlos Mussó, “siempre fue el mar, que encontró como reflejo de lo insondable que somos los humanos. Pero también el habitante de condición humilde frente a su entorno, esto es frente a su paisaje (reconstruido por la poesía) y con inclusiones de elementos populares. El amor y sus misterios abarcó buena parte de sus textos”.
Díaz fue catedrático de literatura en la Católica. “Siempre quiso que los estudiantes se involucraran. Llevaba a otros escritores a las aulas para que compartieran impresiones sobre las letras y sobre sus proyectos específicos; esa fue su faceta de aporte a la difusión de la literatura, un gran esfuerzo personal e institucional como presidente de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas. Ahí, de primera mano, conoció lo que estaba gestándose, por su intervención se publicaron promesas que hoy son cifras altas de nuestras letras y también a quienes eran figuras consolidadas”, resume.
Marcelo Báez, otro poeta guayaquileño, recuerda: “Fue el mejor presidente de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, en sus dos etapas. Creador de una de las más importantes colecciones literarias, la colección Letras del Ecuador, que superó el centenar de títulos. Su labor como editor fue incansable en todos los géneros”. Y añade: “Algo que pocos conocen es su vinculación con el mundo de la publicidad. Su capacidad poética fue capaz de crear eslóganes muy ingeniosos para algunas marcas”.
“Como prolífico escritor, con más de veinte obras publicadas, su valía no está solamente en su poesía sino también en su narrativa. Prometeo el joven y otras morisquetas (Premio Aurelio Espinosa, 1986) es uno de los cuentarios mejor conceptualizados en nuestra literatura. Como poeta tuvo una calidad sostenida, sobre todo en Botella al mar (1964) y Señas y contraseñas (1978). Su poder poético radica en un lenguaje inventivo, eufónico, capaz de un humor irreverente y una ironía única”, destaca Báez, quien también cree que “debe ser reconocida su labor como editorialista durante más de veinte años en diario El Universo”.
Díaz Ycaza empezó a ser reconocido por su trabajo intelectual desde muy joven. Desde tercer curso en el colegio Vicente Rocafuerte ganó consecutivamente el Primer Premio del Concurso de Literatura hasta que se graduó.
Entre sus reconocimientos están el Premio Nacional de Cuento José de la Cuadra (1967) y el Premio Nacional Eugenio Espejo en 2011.