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El Telégrafo
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Una muestra deja al espectador ver su propio espejo

Douglas Macharet es un pintor empírico, autodidacta, que sigue la línea de lo abstracto con obras que delinean siluetas y momentos desfragmentados.
Douglas Macharet es un pintor empírico, autodidacta, que sigue la línea de lo abstracto con obras que delinean siluetas y momentos desfragmentados.
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
10 de octubre de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Un ensamble entre ciencia y misticismo dio vida al espíritu de Presagios Oníricos, del guayaquileño Douglas Macharet.

Una muestra que retrata la demencia colectiva en 33 obras hechas con diferentes técnicas de óleo y de grabados como punta seca, acrílico, acuarela, lápiz acuareable, tiza pastel y distintas dimensiones en torno al tema.

Psicólogo de profesión, Macharet debe una parte de esta exposición a su experiencia en el Instituto de Neurociencias y en otras instituciones educativas, donde atendió a personas que padecen trastornos mentales y que les retrató sus almas de acuerdo a su visión artística.

Inaugurada el pasado 3 de octubre, en la Casa de la Cultura, la exhibición presenta  retazos y pasajes de esta experiencia, sumados a temas personales y combinando con estudios metafísicos y de rituales de varias tribus, bajo un proceso de creación basada en la autohipnosis.  

En palabras del artista, su propuesta es una metáfora en la que el espectador podrá verse a sí mismo, convirtiendo a la obra en su propio espejo. También podrá construir su propia narrativa para palpar su pensamiento y beber de la fuente onírica de su espíritu.

“Yo venía investigando sobre chamanes de distintas partes de América Latina y me di cuenta de que todo lo que se estudia en la teoría de la psicología, de todos sus enfoques, en realidad tiene el mismo orden, los mismos patrones y me hablaron de la autohipnosis, algo que se aplica en la psicología”, cuenta Macharet.

Recuerda que un viaje que hizo a Bolivia lo llevó a conocer a una pareja de una tribu de Somalia, que lo adoptó simbólicamente y de acuerdo a sus costumbres, como un discípulo de sus enseñanzas.

Este matrimonio le anunció un presagio sobre el encuentro con una mujer que cambiaría su vida. Y así sucedió años después, cuando conoció a una francesa y mantuvo una seria relación que terminó con el viaje de ella hacia su país.

“Como decía Bangock: ‘Un artista siempre está inspirado cuando tiene el alma rota’”, anota el pintor, quien a partir de su despecho creó “Etapa de duelo”, una de las obras que conforman la muestra y creada como una figura abstracta en una forma  desfragmentada.

Macharet no es un pintor de academia, al contrario, su desarrollo ha sido orgánico, además de empírico y autodidacta, tomando  talleres con docentes amigos.

Dice que antes de aprender a leer y escribir, a los 4 años, se dedicaba a pintar sin saber los nombres de los colores.

Más adelante, cuando reconoció esta faceta artística, repasó la vida y obras de pintores de renombre que hoy son sus referentes.
“Por ejemplo, Escher me encanta y emociona hasta las lágrimas; también de los grabados de Goya y de Guayasamín he admirado su empeño y trabajo, en cambio de Picasso, la dedicación”.

Presagios Oníricos también destaca su pasión por la mitología griega. En su obra “El teatro de los sueños”, a más de resaltar los colores, plasmó a una mujer ascendiendo a ser diosa, también el sacrificio del cordero y gallo y un autorretrato de su accionar con la paleta en mano.

Este artista que por su experiencia como psicólogo aprendió a vivir con la demencia, nos entrega sus propios cuestionamientos de vida y una parte de su ensayo sobre el psiquismo que habla de la civilización como el verdadero manicomio. (I)

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