La Casa de la Música suma un nuevo piano
Por: Gustavo Lobato
Uno de los mayores aportes de la cultura occidental al desarrollo de la humanidad es el piano. Mas allá de ser un instrumento musical de complejas estructuras acústicas y de sorprendentes resultados musicales es fundamentalmente la fuente de inspiración tanto de compositores como de intérpretes. Se estableció en el siglo XIX como el centro de la atención musical y, desde entonces, su repertorio no ha dejado de crecer.
Grandes compositores como Beethoven y Mozart fueron también grandes intérpretes de este instrumento y establecieron la tradición de la composición musical para el piano que más tarde los compositores-pianistas del siglo XIX, como Liszt, Schumann y Chopin, la desarrollaron.
De esta tradición emergieron también los compositores vanguardistas de finales del XIX y comienzos del XX, como Debussy, Ravel y Scriabin. A comienzos del siglo XX, los gigantes ballets interpretados al piano por Stravinski y las obras revolucionarias de Schönbergy Bela Bartok cambiaron para siempre el panorama pianístico. Ya en pleno siglo XX, el regreso al romanticismo del siglo XIX con las obras monumentales de Rachmaninoff, pareció que era el único camino para recuperar el curso de lo establecido, cosa que no ocurrió porque el piano preparado de las obras de John Cage había tomado impulso y condujeron al piano a otros mundos sonoros.
De todos modos, el piano continuó siendo un elemento fundamental en el lenguaje contemporáneo no solo de la música académica sino también la popular y se tomó el ragtime y el jazz para empezar y más tarde el son y la salsa. Al mismo tiempo, grandes intérpretes surgieron para dominar el repertorio cada vez más exigente del instrumento y celebridades como A. Rubinstein, Murray Perahia, Glenn Gould, Daniel Baremboim, parecen haber nacido para depurar todo lo que hasta entonces se había escrito para este fantástico instrumento.
En nuestro medio el instrumento primero llegó al puerto y de ahí subió a la cordillera empujado por mulas y en su recorrido fue tomando forma ecuatoriana. No se conoce de grandes virtuosos, pero si grandes nombres como Luis H. Salgado, Gustavo Bueno, Belisario Peña, que compartieron tanto la vocación por la composición como por la interpretación. Los grandes pianistas ecuatorianos incluyen necesariamente a Meme Dávila de Burbano, Leslie Wright, Carlos Juris, Reinaldo Cañizares, Juan Esteban Cordero y, desde luego, los más jóvenes que han irrumpido con una fuerza trascendente: Washington Garcia, Andrés Torres, Eduardo Florencia, Alex Alarcón, Boris Cepeda, Alejandro Ormaza, Juan Andrés Barahona, Samir El Gould, y el más importante de todos Jonathan Floril, el pianista ecuatoriano con la más sólida y brillante carrera de solista y una fabulosa proyección internacional.
Con él se acaba de inaugurar la más reciente adquisición de la Casa de la Música, un piano Steinway&Sons fabricado en Hamburgo, Alemania, con unas características únicas, finamente acabado, sonido indescriptible, y un destello de sonoridades únicas. El legado más importante para la nueva generación de pianistas ecuatorianos (J. P. Gavilanes, A. Almeida, T. Gangotena, W. Gavilanes, M. Mora) y desde luego la razón ideal (la excusa perfecta) para invitar a pianistas de renombre mundial. Sin lugar a duda, este es el valor agregado que necesitaba la sala de Conciertos más importante de Ecuador y una de las mejores de América Latina para continuar con su tradición de centro cultural de acogida para la alta interpretación musical, en las más perfectas condiciones acústicas. (I)