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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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Ovación para la Sinfonía 7 de Beethoven en la Iglesia de la Compañía

Ovación para la Sinfonía 7 de Beethoven en la Iglesia de la Compañía
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Es imposible comentar la obra de Ludwig van Beethoven (1770-1827) sin recurrir a la monumental Sinfonía número 9 que coronó toda la obra musical del maestro alemán. En el campo de la ópera incursionó muy poco, pero en el de las sonatas bastante, y en los conciertos escribió cinco para piano y uno para violín; y en la composición sinfónica fue inigualable. También se puede decir que tuvo la virtud de estar en dos períodos muy importantes de la música académica: el clásico y el romántico.

¿Qué más se puede decir de las nueve sinfonías? Apartando a la 9 del debate habría que revisar todas las demás y los críticos siempre se detienen en la séptima y en la octava. Cuando estrenó la 7 en la mayor, es decir la opus 92, en 1812, nadie podía imaginar que después vendrían dos más y de un nivel superlativo.

Precisamente, a través de redes sociales el community manager de Deutsche Grammophon citaba una frase atribuida a Beethoven. Cuando se le preguntó al maestro por qué la octava sinfonía era menos popular que la séptima, respondió "porque la octava es mucho mejor". ¿Alguien se atrevería a contradecir esa opinión que salió de la boca del maestro alemán?

En todo caso, la séptima sinfonía, que dirigió de manera magistral el maestro lojano radicado en México, Augusto Carrión, en la iglesia de la Compañía de Jesús, copó las expectativas del público que desafió una noche fría y lluviosa, incluso con truenos, la noche del jueves para apreciar esa interpretación. Cuando Beethoven estrenó la obra en 1813 (otros señalan 1814) el allegreto, o sea el segundo movimiento, fue repetido para deleite de quienes lo escucharon por primera vez.

Es ahí donde se aprecia la fuerza de cada uno de los instrumentos en una delicada coordinación de compases. La concertina ucraniana Mariya Melnychuk, como siempre, concentrada en cada aparición del instrumento, al igual que los chelos y los instrumentos de viento que, a medida que la obra avanza, adquieren un protagonismo que resalta la fuerza instrumental de la obra.

El deleite que causa esta obra entre los oyentes es la misma que demostró el director y cada uno de los integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE), que ha alcanzado una madurez y seguridad indiscutibles. Las cuerdas siempre fueron la fortaleza de la orquesta y los vientos la debilidad. Eso quedó en el pasado, la OSNE alcanzó el más alto nivel con la dirección de Álvaro Manzano, que ayer cedió la batuta a Carrión. En la séptima sinfonía de Beethoven el lojano se tomó sus pausas al final de cada uno de los movimientos para comenzar siempre con fuerza.

Apenas unos pocos aplausos al finalizar el primer movimiento, pero después el público guardó la ovación para el final. También fue un deleite el Capricho español de Korsakov, músico y oficial de la marina rusa que durante una estadía en Cádiz sacó ideas para escribir la obra que consta de cinco movimientos. Antes del intermedio la orquesta interpretó una obra para corno de Richard Strauss; como solista intervino Rómulo Alarcón. Pocas obras fueron compuestas para este instrumento de viento que requiere de mucho estudio y ensayos. (I)

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