Oscurana no es “la novela de poeta” de L. Carlos Mussó
¿Qué lo llevó a cambiar de género y escribir la novela Oscurana?
Más bien he reorientado la lírica: no es “novela de poeta” –un relato que no cuenta nada y se regodea entre la descripción y una mirada ampulosa sobre el mundo y el ser humano–. Dice algo a la vez que se apropia de Pablo Palacio convirtiéndolo en personaje, en desquiciada relación con seres de la ficción. Asuntos que debían decirse en un texto narrativo, con vuelo diferente, como corresponde a una historia sin instrucciones para entrar en la realidad o salir de ella. En literatura más importante que lo sustantivo –el qué– es lo adjetivo –el cómo–.
En Oscurana aborda a Palacio, escritor canónico de nuestras letras. ¿Cómo asume el riesgo de la posible mitificación de un personaje tan comentado?
Palacio es un autor más comentado que leído. Con leyendas blanca y negra. Quise asirme de ambas, tejer un entramado que hiciera volar a sus personajes. El desafío: edificar un personaje que, siendo verosímil, respirara como alguien con errores y desencajes. Lo sencillo era seguir los registros del autor, el testimonio de quienes lo conocieron. Pero desde la estructura marca distancias: no hay capítulos, sino misterios que engarzan la bisagra de un rosario. Los hay gozosos, dolorosos, gloriosos, según los momentos de esplendor o desgracia de Palacio. Proyecta niveles temporales y espaciales.
En Oscurana Palacio es el personaje central, pero Carmen –su esposa- es otro fundamental. Cuénteme acerca de ella.
Cecilia Ansaldo se ha pronunciado generosamente, en cuanto a su configuración, sobre la Carmen de mi novela. La piensa como un poderoso personaje femenino que perdurará, al lado de otros de nuestras letras. Investigué desde el contexto social hasta el familiar; pero ese resto vacío lo llené con un relato que va desde la holgura a la nostalgia y la tragedia. No repetiré la película, invito al lector a asomarse a la zona oscura que hay en todos nosotros.
Hay una lectura que quiere encasillar en cierto tono culterano –en el sentido borgeano– a su poesía. ¿Cómo asume esa actitud?
Hay muchas lecturas sobre esta poesía, y gratifica que así sea. Una que ve los poemas como una trenza fluida que dialoga con el pasado, otra que se sorprende a cada paso, pues tiene en frente el verso y la prosa, el universo clásico con Evohé, el mundo del haikú con Minimal hysteria, el surrealismo de Geometría moral y Cuadernos de Indiana. Hay distintas actitudes lectoras. Yo asumo una posición de diálogo constante con la naturaleza y la cultura. No me preocupa, me alegra más bien, que alguien se pronuncie sobre la poesía que escribo en ese sentido.
¿Qué expectativas tiene con la Universidad de las Artes?
Más que ver las cosas desde los palcos, es conveniente verlas desde las tablas. Prefiero colaborar en cuanto a la forma en que se educa en artes a los estudiantes en formación, y no ser un espectador. Me interesa mucho el proyecto. Veo bien que se haya pensado en el puerto. Se estará ligando a Guayaquil dentro de un circuito importante de centros de educación superior en la región, y será un eslabón decisivo en el eje de las cuatro universidades que programan pronto sus planes académicos.
¿Qué papel juega en el panorama estético de la ciudad y del país?
Pienso un espacio de meditación sobre estos temas, uno que coadyuve en pos de la educación de la gente en temas de arte. Al ser consultada por poesía, la mayoría piensa en los modernistas, que ocuparon un espacio importante hace un siglo. En narrativa se piensa en el realismo social, el indigenismo. Si bien fueron nuestros antecesores (entre ellos están Pepe de la Cuadra y Palacio, los padres del cuento) y ayudaron a visibilizar a grupos importantes en la configuración cultural del país, la literatura no murió con ellos. Se sigue creando y estudiando.
¿Advierte desinterés en los estudios de letras en el medio?
La oferta es una y la demanda otra. Paz dijo que en estética, las regulaciones del mercado se alteran. Debemos mirarnos, hablar de nuestro medio y lo que sucede en él. Las humanísticas han cedido terreno en favor de las ciencias exactas pues se vio el desarrollo desde la economía. Da risa porque países que han llegado a cierto nivel de vida, toman dirección inversa: un mayor consumo de productos culturales y saludables giros hacia las ciencias sociales y las artes. La literatura está ahí. Hay que evitar la improvisación; darle a la crítica un espacio idóneo.
¿Cómo se enriquecería el pénsum de estudios literarios de la UNA?
Creo que hay que tomar la experiencia y a base de la crítica, invertir esfuerzos, tiempo y trabajo en focalizar la mirada de los estudios literarios desde Latinoamérica. Esto es, hay a estas alturas un considerable corpus crítico que se cuaja en la región. Hay que conocer qué dice el mundo sobre las letras, el canon, etc., pero el mundo debe escuchar qué dice Latinoamérica sobre esos mismos temas. De esta manera, una función especular se cumpliría, y nos configuraríamos con más peso, teniendo en consideración cómo nos pensamos, y al mismo tiempo ver cómo nos piensan. Sabemos que cualquier tradición cojea sin la presencia de la reflexión. Juntas, creación y crítica, son las ruedas del eje que van a ampliar el mismo horizonte.
¿Hacia dónde van los intentos que se están haciendo por ordenar los estudios superiores?
Estos intentos conforman uno de los procesos más importantes de las últimas décadas. La educación pública había bajado en calidad si la comparamos con la que se ofrecía hace cien años. Es una gestión que recordaremos, sin temor a equivocarme. Ordenar la casa se volcará en logros y mejoras en educación superior. Se trata de cuerpos teóricos que se configuran entrelazando teoría y praxis.
Firmó un “Manifiesto de los escritores por la libertad de expresión en Ecuador”, ¿desconocía lo que firmaba?
En esa ocasión firmé un documento que se leyó como de respaldo a un medio de comunicación. La prisa de los acontecimientos hizo que engrosara con mi firma, sin mucha reflexión, un texto que fue visto como un agitar de banderas contra el Gobierno.
Algo así como una triste confrontación de intelectuales que tuvo inicio, y que no tiene aún resolución. Es hora de enmendar mis torpezas. Mi posición política siempre ha sido de la de izquierdas; y mi mirada ha devenido crítica con las maniobras de los grandes peces que engullen a los pequeños en esta, la etapa más agresiva del capitalismo. Ha sido así desde que tengo algo de madurez política.