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'Eso sí nunca', la última historia del médico Arturo Fernández

El cineasta Víctor Arregui junto al escritor Alfredo Noriega, coautores del guion del filme 'Cuando me toque a mí'.
El cineasta Víctor Arregui junto al escritor Alfredo Noriega, coautores del guion del filme 'Cuando me toque a mí'.
Foto: Cortesía / Pamela Villamarín
28 de julio de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Una madrugada se torna trágica para un grupo de vecinos en Quito, luego de que Pedro Craw es asaltado y asesinado por un trío de policías que baja de un patrullero, mientras el personaje saca dinero de un cajero automático.

La novela negra se titula Eso sí nunca y cierra la trilogía que contiene la ficción del médico legista Arturo Fernández.

De que nada se sabe y Tan solo morir son los títulos en que ya apareció Fernández, un médico parco que medita en silencio y cuya primera irrupción literaria se extendió al cine, en la adaptación que Víctor Arregui tituló Cuando me toque a mí.

Arturo Fernández, el protagonista, fue interpretado por el actor Manuel Calisto Sánchez, quien recibió un tiro mortal en 2011.  Noriega dedicó la obra -editada por Eskeletra- a su hijo Julián, también fallecido, y a la memoria del artista.

El editor Ramiro Arias recordó que su amistad con el autor viene de las épocas del taller literario “La Pequeña Lulupa”, lo cual pone a Noriega en el mapa literario quiteño, donde ha situado sus historias, pese a ser el más joven de sus compañeros.

La Antología del Cuento Perdido, publicada hace casi tres décadas, incluyó “La Familia”, de Noriega, y otros relatos de autores ecuatorianos, dos de quienes -igual que el citado- residen en Francia: Huilo Ruales y Ramiro Oviedo.

París ha sido el lugar en que Noriega teje sus novelas negras, que registran la lucha contra la muerte y el olvido en una ciudad andina, en la que suele repetirse -casi con descaro- que la memoria es frágil. “Dicen los entendidos que la novela negra se produce en épocas de crisis”, señaló Arias, y recordó que este género “cuestiona la ética y moral de una época”.

Una huella (negra) en el cine

El año en que se estrenó Cuando me toque a mí (2006), la interpretación que Manuel Calisto hizo de Arturo Fernández lo llevó a ganar el Premio de Interpretación Masculina del Festival de Biarritz de Cines y Culturas de América Latina, en Francia.

El humor negro, la voracidad de los personajes en una morgue y una ciudad ennegrecida por la impunidad caracterizan a estas ficciones -en las páginas como en la gran pantalla-; otra constante, a ojos de lectores y espectadores, será el perfil que forjó el actor.

La novela De nada se sabe llegó a manos de Arregui mientras se recuperaba de una cirugía de corazón, en el hospital. “Voy a reírme de la muerte a través de este texto”, esa era la intención, recordó el cineasta.

Durante la presentación de la obra, el martes pasado, en la Alianza Francesa, el director señaló que había leído repetidas veces la historia para adaptarla a un guion, esto pese a que la escritura de Noriega contiene varias imágenes, lo cual es una característica del género negro.

“La literatura es una cosa; el cine, otra distinta”, explicó Noriega, antes de recordar que la personalidad de Manuel Calisto, el actor, era totalmente distinta a la de su personaje, pero lo encarnó.

“Aunque no parezca, fue agradable estar casi dos semanas en la morgue, mientras hacíamos la película”, contó Arregui. “Fue divertido estar con Manuel, quien era muy inteligente. Llegó a un casting pero teminó en su papel porque otro actor había renunciado a este”. Fue una casualidad afortunada que los autores recuerdan con nostalgia y alegría.

La reaparición literaria del doctor Fernández tendrá como escenario una morgue, el lugar en que acompasa su humor negro con acento quiteño y en el que urde sus reflexiones perentorias.

El legista fumará un cigarrillo en la novela, luego de anotar el nombre de uno de los muertos, con Quito como telón de fondo, un espacio heterogéneo y extráñamente cosmopolita: “La Carrión tiene un aire de una calle de Bruselas entrando en el otoño —escribió Noriega—, La Gasca parecería un bulevar de Budapest al que se le han avejentado las casas, La Pérez Guerrero emula una avenida de las afueras de Madrid que quisiera conducir a algún lado y no conduce sino al despecho y la desidia...”

El doctor legista no ha muerto

La mirada escéptica de Arturo Fernández se retoma en esta novela, “pero no sabemos si va a resurgir, de pronto”, dijo el escritor José Antonio Figueroa, quien considera que el Quito de estas novelas tiene sus propias reglas, las de la ficción novelada de Noriega, que le permiten “poder vivir plenamente en el país al que migró”.

La ciudad, como personaje y la tensión entre lo ideal e irracional, su oscuridad de morgue, configuran los giros de Eso sí nunca, según Figueroa. Un taxista que escucha música clásica, el colegio San Gabriel y La Floresta aparecen bajo las nubes y junto al volcán, entre migrantes internos e instituciones de poca credibilidad en cuanto a la resolución de crímenes.

“La morgue se puede considerar como metáfora del purgatorio”, añadió Figueroa, “un lugar en donde lo único que ocurre es una constatación del sinsentido de la vida”, atestiguado por el filtro crítico de Fernández, uno que ya se ha grabado en la narrativa negra del país.

El transcurso de la trilogía

1999 fue un año duro para los ecuatorianos, sumidos en una crisis económica que provocó una ola emigratoria. En ese entorno, Alfredo Noriega quiso volver hasta que le contaron la situación del país. Entonces escribió la novela que llegó al cine.

Tan solo morir se publicó en 2010. Para entonces, Eso sí nunca era el inicio de un manuscrito. La pérdida de un hijo hizo que el autor dejara de leer por un largo periodo, “no podía sosportar la emoción que me causaban otras escrituras”, confesó el autor a sus lectores.

Se acercó la poesía, viajó a Bruselas, Bélgica y retomó un texto pasado para volver sobre el imaginario negro de su saga. (I)

Nueva novela
Eso sí nunca
El sello Eskeletra editó la novela que cierra la trilogía. Cada libro se puede leer por separado.

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