No Lugar presenta 'La nada' de Julissa Massiel
Cuando la artista quiteña Julissa Massiel (1995) estaba en quinto semestre de su carrera de artes visuales (CAV), en la Universidad Católica, debía elegir un tema para ejecutar una obra. Lo que seleccionó, dice, fue un trastorno que afecta a todos en distinta medida, pero a ella con mayor fuerza: la ansiedad.
“Era algo que yo sufría bastante, me mordía mucho las uñas”, cuenta Julissa, parada frente a una de sus obras: una caja con mármol molido que recrea una arena blanca sobre la que descansan serenamente caracoles de diferentes tamaños. Al contrario de lo que remite la ansiedad –descontrol, inquietud-, esta obra trasmitía lo opuesto: calma, sosiego.
Julissa empezó a hacer yoga para apaciguar su ansiedad y, así, con esa técnica oriental, fue calmando su mente y su cuerpo. La meditación le permitió armonizar sus ideas, unas que se traducen en piezas artísticas sencillas, pulcras, de grandes pero ordenadas dimensiones.
Julissa Massiel juega con las distintas dimensiones de los objetos, como si estos no tuvieran una entidad estática y cada uno cargara su personalidad. Foto: Fausto Rivera Yánez / El Telégrafo
Esas obras se presentan en la muestra individual La nada, que se exhibe en No Lugar. “El arte cura muchas cosas de uno mismo, lo uso como terapia. Después de involucrarme en la ansiedad, empecé a indagar sobre la vacuidad”, cuenta esta emergente artista cuya exposición es parte de su proceso de titulación en la CAV.
La nada es un concepto abstracto, pero cargado de múltiples significantes que han sido aprovechados por Julissa. Su trabajo se caracteriza por explorar las múltiples dimensiones de los objetos, como si quisiera retar los cánones racionales que definen el orden de las cosas. Sobres, pinzas de madera para colgar la ropa, matrioshkas o esculturas figurativas de su cuerpo son expuestos en tamaños tan inverosímiles como posibles.
“La vacuidad no es igual al vacío, es como una hoja en blanco donde te puedes liberar y explorar”, dice Julissa, cuya muestra reúne propuestas en performance, videoperformance, instalación, escultura y objetos.
Uno de los tantos conceptos que atraviesa su trabajo es la sucesión de Fibonacci, la cual emplea para recrear en diferentes escalas sus piezas que van creciendo al infinito, como si fueran una masa orgánica que va mutando en un espacio sin límites físicos –la nada-.
Conchas de diferentes tamaños descansan sobre un mar de mármol molido, material con el que la artista reproduce la serie de Fibonacci. Fausto Rivera Yánez / El Telégrafo
En la parte trasera de la galería No Lugar se proyecta un video performance en el cual la artista deposita arena de mar en el desierto de sal de Bolivia, como una ofrenda a un país que tiene cercado su territorio al agua.
Julissa, mediante ese gesto, cuestiona a un mundo cada vez más cerrado, pero que siempre deja a la vista una pequeña abertura por donde se puede actuar. (I)