12 artistas juegan con la noción de “hábito” a través de instalaciones
Ana Viteri y Salenka Chinchin buscan maneras para curar la tristeza. Investigan procesos de curación “habitual” y la contraponen con propuestas alternativas. Usan radiografías intervenidas con plantas medicinales, aquellas que en los modos alternativos de la medicina sirven para curarla.
Colocan estas imágenes que sirven para materializar lo innombrable sobre una cama de sal; después de todo hay una creencia alrededor del agua de mar y salinidad que dicen que es capaz de curarlo todo.
“El concreto dibuja el territorio, la selva desdibuja el origen”. En un pequeño balcón de cemento se dibuja este epitafio frente a las imágenes de intervenciones del hombre en la selva.
La obra “Hortus conclusus” es un jardín ficticio construido por Flora de Neufville para preguntarse por la domesticación y los límites binarios de naturaleza y cultura en esta época.
Parte de un sitio específico en Sevilla Don Bosco de Macas, en el que toma el control en la reconstrucción un huerto. Su obra traslada organismos vivos hacia la ficción.
Gonzalo Zurita presenta “Illinizas”, una serie de marcos que se desprenden de un lienzo, al parecer inconcluso. “En la imposibilidad de completar la pintura y en ese intento por hacerlo radica la forma del paisaje, de un recorrido por etapas de aquello que expande la mirada”, dice Ana Segovia, una de las curadoras de “Habitual”, una muestra que presenta el trabajo de 12 artistas en la Galería No Lugar, en Quito.
A través de una convocatoria abierta, a la que postularon 25 artistas exclusivamente del Colegio de Comunicación y Artes Contemporáneas de la Universidad San Francisco de Quito (Cocoa), se seleccionó el trabajo de estos creadores que empiezan a armar su propio portafolio.
“Habitual” se construye también con la curaduría de Luis López y la producción de Byron Toledo. El nombre “parte de la ironía y pone en tensión las conductas legitimadas como habituales dentro del sistema de arte”. Una de ellas es la exhibición, el recorrer muestras. ¿Qué es lo habitual?, se preguntan los curadores.
Anamaría Garzón, docente e investigadora en Artes, ha desarrollado parte de este proyecto que, a través de dos etapas previas, busca que los artistas que se forman en esta institución concluyan el eslabón: producir y exhibir.
En la primera etapa un grupo de docentes acompañó el trabajo de unos artistas para armar una exposición colectiva. En la segunda fase hicieron que produzcan y se enfrenten a la institución pública en una muestra.
“Aquí cada quien está construyendo su hábito. No hay un afán por producir, son lentos en sus procesos, pero cada quien vive en su mundo”.
Con ello coincide Segovia, quien dentro de la curaduría detectó que “muchas de las aplicaciones eran bastantes coherentes”.
Y según agrega Toledo, muchas de las aplicaciones que se quedaron fuera son de la primera generación de la carrera. “Creo que la academia se repiensa constantemente y los procesos son distintos”, agrega Garzón.
“Es irónico que lo habitual sea eso. Es un juego, si juegas con las reglas del juego puedes ganar o perder. Es una dinámica que se vive dentro de la escena profesional del arte”, dice López.
Aquel hábito también tiene que ver con la apuesta por nuevos formatos, que se salen de la pintura tradicional y ahondan en la instalación como formato. De allí que muchos de ellos apliquen a salones convencionales con respuestas siempre negativas.
En este sentido, el hábito está fuera de los espacios de legitimación a través de premios. (I)