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Munro con su narrativa corta se lleva el Nobel

Munro con su narrativa corta se lleva el Nobel
11 de octubre de 2013 - 00:00

Considerada por muchos la auténtica renovadora de la literatura moderna canadiense, Alice Munro (quien sonaba desde hace tiempo entre las favoritas para el galardón) finalmente se ha llevado el Nobel.

Así, el galardón lo gana nuevamente una mujer -hasta ahora solo lo tenían 12-, una cuentista, a la "Chejov canadiense", a la escritora empeñada en hacer arte de lo cotidiano, en poner la lupa en el alma humana de la gente común.

Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931), una Premio Nobel autora de 12 colecciones de cuentos y de dos novelas, que comenzó a escribir siendo una ama de casa que cuidaba de sus hijas y que a finales de 2012, cuando salió su último libro de relatos, Mi vida querida (Lumen), dijo que posiblemente aquella sería la última de sus obras.

Unas declaraciones que realizó al New Yorker durante una de las pocas entrevistas que la autora ha concedido a lo largo de su vida, porque siempre ha sido reacia y esquiva con la prensa y con cualquier llamada que la hiciera dejar su tranquilo anonimato.

Pues, como ella misma reconocía en la entrevista, la educaron para pensar que lo peor que podía hacer en su vida era llamar la atención.

Munro es autora de libros como Demasiada felicidad, Las lunas de Júpiter, El amor de una mujer generosa o de Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio.

“Ya no sirvo para
una vida normal: he escrito tantos años que no sé hacer
nada más”
La nueva Nobel de Literatura es una elegante mujer de pelo blanco con un bello y armonioso rostro, vivió en el principio de su vida en una granja al oeste de Ontario, en un momento de crisis económica, pero en medio de unos paisajes naturales y de zonas rurales bellísimas que se delatan en sus cuentos.

Gran lectora, consiguió una beca para la universidad, algo raro entre las mujeres de su entorno, se licenció, y allí ya empezó a escribir cuentos. Luego lo abandonó por el cuidado de la familia. Se casó en 1951 y se fue a Vancouver.

Después, y ya con tres hijas, se trasladó a Victoria con su marido, que llevaba una librería, pero la mujer que había nacido para romper el destino al que estaba en principio abocada (pertenecía a una rígida familia presbiteriana) se divorció y eligió seguir su vocación literaria.

"Era la sociedad la que consideraba a las mujeres negligentes por hacer algo tan extravagante como escribir, aunque encontré a muchas amigas que leían en secreto y nos lo pasábamos muy bien", explicaba Munro en aquella entrevista a la publicación New Yorker.

En 1972 regresó a su lugar de origen, y ahí comenzó a escribir prolíficamente. Volvió a casarse en 1976, con Gerald Fremlin.

“Escribo sin pensar si hay un tema de fondo, pero una idea me interesa si tiene complejidad moral”A partir de ahí, la infancia, lo imprevisible, la vida cotidiana, las mujeres, las dudas, las equivocaciones, las relaciones familiares o las personas aparentemente sin brillo que pueblan la vida de cualquier lugar día a día, se volvieron protagonistas de los relatos de esta escritora, que sugiere y dice mucho más de lo que aparece escrito en las páginas de sus libros.

Y es que Munro cumple al milímetro los requisitos que el gran Rilke exigía para ser un buen poeta: "Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe a ella; cúlpese a usted mismo, dígase que no es lo bastante poeta para invocar las riquezas del día a día, para el creador no existe la pobreza ni el lugar pobre o anodino...".

Precisa, observadora, poética, capaz de captar todas las facetas de la naturaleza humana, Alice Munro a veces resulta hasta cruel.

En una entrevista para La Vanguardia, frente a la complejidad de los temas que despliega detrás de una prosa aparentemente simple, Munro manifestó: “Escribo sin pensar si hay un tema de fondo, pero sé que una idea solo me interesa si tiene alguna complejidad moral, si tiene varias aristas”.

“No es que me guste crear personajes que reflexionen sobre problemas morales -continúa-, pero sí marcar cómo de las decisiones que uno toma, uno se puede arrepentir tiempo después. Al mismo tiempo pienso que hay momentos en la vida en los que hay que ser egoísta en un grado tal que, luego, de mayor, uno pueda condenarlo. De eso se trata ser humano”.

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