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El Telégrafo
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Maureen Gubia juega con realidades amenazantes

”Me decidí por el título del individualismo inherente en cada niño; pero siendo institucionalizados aparentan ser única flor”, dice Gubia.
”Me decidí por el título del individualismo inherente en cada niño; pero siendo institucionalizados aparentan ser única flor”, dice Gubia.
Fotos: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO
24 de mayo de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Detrás de la inocente sonrisa de un niño que posa para la cámara mientras juega con sus amigos de escuela durante el recreo, se puede ocultar una verdad escabrosa.

Hace poco se revelaron en el país casos de agresión sexual por parte de un sacerdote a una docena de adolescentes y de abuso escolar que terminaron en la muerte de una niña, en Guayaquil.

¿Qué esconden los rostros exageradamente felices de los niños y de sus familias? ¿Qué es lo que el sistema educativo está  permitiendo? ¿Por qué todo parece tan edulcorado, aun cuando hay tanta violencia a nuestro alrededor?

La muestra fue hecha exclusivamente para la galería teniendo en cuenta el espacio y sus dimensiones. Completó los cuadros en dos meses.

En la más reciente muestra de Maureen Gubia (Guayaquil, 1984) expuesta en la galería Khôra y denominada Inflorescencia 84’, la artista  presenta 15 cuadros al óleo que retratan situaciones escolares extremadamente coloridas, pero que debajo de esas densas capas de pintura hay una realidad incómoda.

Hace cinco años, durante un viaje por una pequeña ciudad de Mississippi, en el sur de Estados Unidos, Maureen Gubia adquirió un extraño anuario escolar de los años ochenta, distribuido por una escuela primaria.

En este libro aparecían los rostros alegres de alumnos y profesores, a pesar de que vivían en medio de un clima político controvertido, entre la Guerra Fría y el creciente desarrollo tecnológico (la eclosión del internet).

“Me influencian las tendencias digitales en la pintura; los procesos virtuales y la dinámica de cómo una imagen se va formando”, precisa.

Ese hallazgo trajo consigo  una serie de coincidencias: el año en el que se publicó el anuario era el mismo que el título de la novela de George Orwell (1984) y el del nacimiento de la artista.

A partir de estos encuentros, Gubia realizó una nueva colección de obras.

“La mayor motivación cuando utilizo referencias fotográficas para componer mis cuadros es tener la libertad de apropiarme de estas y moldear relatos, estándares y atmósferas de una cultura que no sea la mía, y que de manera ambigua refleje mi propia cultura de forma fragmentada, regurgitada”.

Hasta ahora, Gubia ha trabajado con imágenes de la monarquía europea y otras sacadas de revistas de ocio estadounidenses de principios del siglo XX. Antes de esta serie de críticas trabajó con un concepto más íntimo con fotos tipo instantáneas de su propio álbum familiar.

“Me gusta que trabaje en óleo, que es complicado, y que logre las transparencias que ella consigue. Eso lo mezcla con la misma línea del street art, del gratifi rápido y hasta de cierto wash más acuareloso”, dice Anamaría Garzón, directora de Khôra. 

La artista agrega que juega “con contrastes y alusiones a realidades amenazantes. En todos los cuadros de esta muestra -conscientemente y de manera improvisada- apliqué colores brillantes y fluorescentes a la piel de los niños y su alrededor. Es como aludir a la realidad de la Guerra Fría y los desastres nucleares de la época, poéticamente impuestos a la edad de la inocencia”. (I)  

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