DESDE 2004 BUSCÓ ELEMENTOS PARA UNA NUEVA FORMA DE COMPONER
Manuel Larrea busca la música desde los sonidos cotidianos
Una señora abandonó furiosa la sala donde Manuel Larrea daba un concierto porque la música interpretada no era la que ella esperaba. “Si usted quiere de esa música que se escucha en todos lados, yo le regalo un disco. Le estoy ofreciendo algo nuevo”, contestó el pianista en aquella ocasión, seguro de que sus conciertos son para exponerse y que el público tiene el derecho de escuchar y ver lo que nunca ha escuchado ni visto. Hay quienes dicen que sus presentaciones pasan por lo performático, pero él prefiere no pensarlo así, pues solo quiere comunicar y que lo escuchen.
“Todo el mundo desea comprender el arte. ¿Por qué no intentar comprender la canción de un pá- jaro?”, decía el pintor Pablo Picasso. El francés Pierre Schaeffer cuando utilizaba grabaciones de archivo de la radio francesa para realizar experimentos sonoros buscaba escapar de la música como sucesión de notas, huir del do-re-mi-fa-sol, con ello logró sostener el movimiento de la música concreta. Para el músico canadiense Murray Schafer, uno de los principales exponentes de la ecología acústica, la nueva orquesta es el universo sonoro y los nuevos músicos, cualquiera y cualquier cosa que suene.
Desde pequeño, cuando acompañaba a su abuelo, también músico, aprendió a desbaratar, armar y tocar el piano, el instrumento con el que se acopla y por el cual tiene escoliosis.Ese quehacer de relojero está directamente vinculado con el trabajo musical que realiza actualmente. “Imagínate desbaratando el piano, sacando, golpeando, todo eso te da una posibilidad sonora impresionante. Para muchos es ruido pero utilizado de otra manera te puede dar una amalgama totalmente distinta. Yo me vuelco a la pregunta quién tiene la razón realmente. Estas son las notas musicales para nuestra música, pero no es el único sistema musical que existe”.
En 2004 Manuel Larrea regresó de estudiar composición de Jazz en el Berklee College of Music. Estaba enfocado en reencontrarse con el entorno en el que ha vivido la mayor parte de su vida, pero que sonoramente pensaba que no lo ha_ bía disfrutado pues no lo reconocía y tenía en ese momento más herramientas intelectuales y afectivas para aplicar la “escucha reducida”, el escuchar a la mínima potencia.
“A lo primero que te agarras es a lo que existe musicalmente hablando, a los estilos que hay, pero no me llegaba nada, indagué en Esmeraldas pero había un ego particular en la raza negra que llegó un momento que no lo soporté. Busqué en el pasillo y por ahí, pero no. En la Sierra traté de evitar lo tristón y buscar lo festivo, pero lo sentí muy alejado, no me veía inmerso en ese mundo. Había una pared perfecta. Estaba frente a lo colorido, la danza, el ritual, su cosmogonía, y me parecía fabuloso, pero era más de estudio y admiración. En el momento de pensar en verme inmerso en esa música no me visualizaba. A la Amazonía no llegué, indagué por fuera, pero no llegué, no lo conocí”.
Luego de comprobar la distancia con muchos de los géneros musicales conocidos como populares se lanzó a escuchar el sonido del claxon del bus, a la gente, la forma en la que pisa, cómo habla, cómo vende el señor de las frutas en su carreta, y a reconciliarse con esos sonidos a través de los gestos, de las formas para armonizarlos y estructurar cada impresión del entorno en el piano. “Invito a imaginar un mundo con ceguera, sobredimensionado, fascinante, sensible en sus otros sentidos”, dice.
Es entonces cuando su música rebasa a la música y ya no solo es un pentagrama con notas, sino que se incluyen embocaduras, gestos. Su música se basa en una estructura fotográfica que involucra un trabajo del cuerpo en el escenario.
“Mientras se lo oye y observa, uno sucumbe en una cantidad de imágenes que pasan desordenadas. O que se dibujan y repentinamente son atacadas por otras, hasta desdibujarse y ser capaces de volverse algo distinto. Definitivamente, hay materialidad, pero no sostiene nada, enseguida su energía y forma mutan. La sensación es convocada y no hay cómo apartar los ojos, los oídos, el cuerpo ante ese acontecimiento multidimensional que es su música. Manuel no le tiene miedo a la realidad, al sonido en sus diversas variantes, al ruido que emerge de ella. No solemniza. Juega con la tensión dramática de la disonancia. Hace de lo molesto, divertido; y de la diversión, obra de arte”. Así describe la investigadora de artes vivas Bertha Díaz, en una publicación de la revista El Apuntador su experiencia en un concierto de Manuel Larrea.
Según Larrea, mucha gente le llama nueva complejidad porque es probar lo no tradicional y considera que tiene mucho que ver con la transdisciplinariedad. Para este músico mucho de lo que hace más que poder ser explicado es una cuestión de atreverse, de poder equivocarse y aprender del error.
En su cátedra en el Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE)funciona igual. “Yo entré por teatro, no por música, pero propuse hablar en el aula sobre la musicalidad en todo sentido: desde reconocer tu entorno sonoro, la especialidad, el idioma musical y el idioma verbal que tiene un ritmo y fonética particular y sobre el ritmo corporal, esa fusión entre elementos que podrían ser interesantes”. Esta propuesta no ha sido replicada en otra universidad del país y se plantea desde las preguntas, que según dice, no necesariamente tienen que tener una respuesta pues considera es una cuestión sublime.
Manuel Larrea continúa a diario su trabajo con la experimentación musical, con la amalgama de los ruidos que conforman la ciudad y con la práctica fiel de escuchar.
Prepara un nuevo concierto, Colorín Colorado, que prevé será en septiembre de este año y si le preguntan sobre sus planes de grabar un disco la respuesta es negativa.No planea hacerlo, a menos que sea un LP. Si de alguna manera quiere replicar su música lo hará con una caja de música que permita volver a lo análogo y cerrar el circuito de la forma en que compone, porque “más allá de los formatos en los que se graba, lo esencial es escuchar”.
Datos
Manuel Larrea es bachiller del Conservatorio Nacional de Música Antonio Neumane y Licenciado en composición de Jazz por el Berklee College of Music.
Su último concierto se llama “Música Popular Contemporánea, dividido en siete partes, lo cual le originó problemas para su registro en el Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual (IEPI)pues querían considerar las partes como canciones.
Se plantea su propio método de ensayo, dos días a la semana durante horas divididas en improvisación, estiramiento y tocar por 5 minutos cada una, cada dos porciones se detiene y escribe el gesto que usó.
Espera dar su próximo concierto titulado ColorínColorado en septiembre, en el Auditorio Simón Bolívar (MAACCine), donde puso en escena sus primeras composiciones experimentales.