Lozinski, un realizador polaco que cataliza lo real
Es poco lo que se sabe en Occidente de Marcel Lozinski, el invitado especial en la actual edición del Festival EDOC. Es que este cineasta es autor de una filmografía que recoge una visión provocadora de la realidad contemporánea de su patria, Polonia, en un viaje que lleva con su cámara desde 1972.
El EDOC, inaugurado ayer, le dedica toda una sección a su obra, en la que lo llama “El catalizador de lo real”. Son ocho los documentales que se mostrarán en las pantallas de Guayaquil, Quito, Cuenca y Manta.
Entre ellos se encuentra “89mm de Europa” (89mm od Europy, en polaco), obra nominada al Oscar en 1993 y ganadora del Oberhausen Short Film Festival.
En ese corto documental, Lozinski planteaba las enormes diferencias entre el bloque soviético y la Europa Occidental a partir de un pequeño detalle como el ancho de las rieles que se usan en cada país, que difieren según la zona política: las vías de los rusos eran construidas 89 mm más anchas.
Lozinski impartirá además el taller “El cine documental: ¿Espejo de la realidad o punto de vista del autor?”, donde hablará sobre cómo concibe él a este género cinematográfico, a partir de la proyección de fragmentos de su obra.
Nacido en París en 1940, en una familia judeo-polaca, Lozinski es un director que ha filmado 22 documentales (largos y cortos) por un período de cuatro décadas.
Graduado como director en la Escuela de Cine de Lodz (Polonia), donde Lozinski obtuvo su posgrado en 1976 con el documental “Colisión frontal” (Zderzenie czolowe), sobre un trabajador ferroviario que causó un accidente poco antes de retirarse, con lo que perdió todos los derechos que tenía frente a la compañía.
Lozinski impartió clases en la Escuela de Cine Femis, de París, y en el Instituto de Cultura Polaca de la Universidad de Varsovia.
Sin embargo, tuvo problemas con el Ministerio de Cultura de la Polonia comunista por los contenidos de sus obras, donde a veces se cuestionaba a los funcionarios. Debió renunciar a filmar documentales en un período no muy largo entre finales de los 70 e inicios de los 80.
El crítico de cine polaco Tadeusz Sobolewski ha dicho que, en la mayor parte de las películas de Lozinski, es poco lo que se aprecia sobre “el alma del cineasta, pero mucho sobre el alma colectiva”. A ello se podría añadir, dice el también director y guionista polaco Jan Strekowski, que los filmes de Lozinski “a veces nos dicen mucho acerca de la esquizofrenia social”.
Fue parte del cambio generacional del cine polaco que se produjo en la década de los 70. En la misma camada en la que se encontraba otro director, algo más conocido: Krzysztof Kieslowski.
Lozinski, autor de un cine de prosa, lleno de un compromiso político y sociológico, mantenía un fuerte interés por mostrar en sus obras la dicotomía existente en la cotidianidad de sus compatriotas, las diferencias entre la vida oficial y la vida personal de los polacos.
Aquello hizo mella en su obra. O más bien, lo hizo la censura: Sólo 4 películas anteriores a las de 1980 se distribuyen en la actualidad libremente. El resto desaparecieron en manos de los censores.
Miembro desde 1995 de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, en 2003 fue puesto al frente del curso de documental en la Escuela de Maestría en Dirección de Cine de Andrzej Wajda, uno de los más relevantes directores de cine polaco, al que Lozinski ha sido cercano durante toda su carrera.
Con su obra documental ha obtenido 21 premios, incluyendo los que se entregan en festivales del calibre de Oberhausen, Cracovia, San Francisco y Leipzig. “Para que no duela” (1998) ganó la Paloma Dorada (Golden Dove) en el DOK Leipzig; en 1995 el Festival de Oberhausen (Alemania) lo galardonó con el premio Católico Alemán a la Filmografía, con “Cualquier cosa puede pasar” (Wszystko moze sie przytrafic), y en 1996 el mismo filme le procuró la Aguja de Oro (Golden Spire).
En el evento de exhibición cinematográfica más grande de Polonia, el Festival de Cine de Cracovia, Lozinski ha obtenido 10 galardones. El más reciente, en 2011, con “Tonya y sus hijos” (Tonia i jej dzieci).
El filme, reconstruido décadas después de que ocurriera el hecho, trata de un par de hermanos que se enfrentan al trauma de ser separados de su madre, encarcelada por cuestiones ideológicas.
Lozinski estará esta noche en Incine, sede del EDOC, donde el cineasta dirigirá un conversatorio, luego de la exhibición de su documental “Cómo vivir” (Jak zyc, 1981), que empieza a las 19:00.
Revise aquí la programación del Festival EDOC
Filmes de Lozinski en el EDOC
“Final feliz”, 1971. Un experimento entre documental y ficción, en que un grupo de obreros organiza una intensa asamblea en la Polonia socialista.
“Cómo vivir”, 1977. Un campamento vacacional de la Unión de Juventudes Socialistas Polacas para matrimonios jóvenes parece un campo de vigilancia.
“El toque”, 1978. A finales de los 70, miles de polacos acuden a las iglesias de Varsovia que visita el sanador canadiense Clive Harris, esperando curarse con sus manos.
“Mi puesto”. Retrato sencillo y alegre de los trabajadores de El Gran Hotel, uno de los emporios más antiguos de Polonia, donde hablan de la importancia de cada cargo.
“A 89 mm de Europa”, 1993. Los 89 mm de diferencia del ancho de las rieles de los trenes de la URSS y Europa sirven para reconstruir el abismo entre esos bloques.
“Todo puede suceder”, 1995. Tomek, hijo de Lozinski, de 6 años, pregunta a la gente en un parque sobre la familia, el amor, la soledad, la enfermedad, el más allá...
“Para que no duela”, 1998. Una película espejo, que en realidad son dos: archivo de su documental “La Visita”, y la vida de su protagonista, 23 años después.
“Tonia y sus hijos”, 2011. Dos hermanos reconstruyen la historia de la separación en la niñez con su madre, encarcelada política.