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Los cimarrones y la neurosis colonial

Los cimarrones y la neurosis colonial
22 de octubre de 2013 - 00:00

“Empalencamiento” perpetuo del “cimarronismo” político

Para 1912, 90 años después de la proclamación de la independencia del Distrito del Sur, y 82 de la proclamación de la República del Ecuador, mujeres y hombres negros de la provincia de Esmeraldas es probable que creyeran que el colonialismo apenas había mutado de personas y conservaba su esencia, pero el sentido político de la resistencia volvía siempre con la estrategia de los cimarrones: empalencarse con el territorio como creación cultural o física. Cosa de querer vivir en un lugar autónomo y sin los atropellos de la ya identificada sociedad mayor. El 2 de junio de 1885, terminaban de comprar las 62 mil hectáreas de lo que sería la Comuna Río Santiago-Cayapas, por 3.200 sucres, pagados en oro (playado durante lustros y ahorrado pepa a pepa) a doña Isolina Weir, viuda de Rufino Viteri, quien a su vez había comprado estas posesiones a los familiares de Juan José Flores (8). La venta fue forzada por el cimarronismo político combinado de negros libertos, conciertos y peones; no había propietarios, salvo de sus vidas y decisiones.

Es caso único en la historia del Ecuador: de aperreados sin fin a posesionarios con control político. El desamparo legal los convertía en las víctimas principales de los coletazos del colonialismo, pero también en inquilinos del zaguán de la joven República ecuatoriana. “En 1857, la empresa Land Ecuador Company, mediante contrato con el Estado ecuatoriano, cuyo presidente era José María Urbina, obtuvo en San Lorenzo del Pailón la cantidad de 100 mil hectáreas, igual cantidad obtuvo en Atacames, con lo que pretendía pagar una parte de la deuda inglesa de la independencia” (9). Entregaron esos territorios con gente y todo.  La única existencia visible eran los árboles de madera fina y los minerales, los campesinos afroecuatorianos eran del color del aire.

Un siglo después, al volver la mirada a aquel 24 de septiembre, para entender mejor esa condición humana puesta a prueba por las carencias políticas hay que hacerlo con los ojos de presagio de Frantz Fanon. Así se evidencian en términos de resistencia los resultados de las desventuras sociales y económicas que sobrellevaban mujeres y hombres negros en el país y en Esmeraldas: “La inmovilidad a que está condenado el no liberado (o neocolonizado) no puede ser impugnada sino cuando éste decide poner término a la historia de la colonización…” (10)

La ciudad de luciérnagas fijas

Hacia 1913, la ciudad de Esmeraldas tendría alrededor de cinco mil habitantes con abismal diferencia étnico-social entre ellos, sus calles alumbradas por faroles de kerosene parecían luciérnagas fijas y eran apisonadas con martillos pilón de madera manejados por hombres negros no pocas veces obligados a planazos en el lomo. El agua se acarreaba a lomo de peones aguateros y se almacenaba en barricas, se comunicaba por telégrafo y por el cable de las compañías comerciales extranjeras; el mar y los ríos eran las vías de traslado a otras ciudades. Sin el estorbo de los bancos de arena se navegaba río arriba, muy arriba, por el Esmeraldas para traer la materia prima de exportación.

Lo único visible eran los árboles de madera fina y los minerales, los  afroecuatorianos eran del color del aireLa propiedad rural era de familias terratenientes que se adueñaron de la tierra por el sencillo método de ‘hasta donde les dio la vista’, mirando desde una loma, más que agrícola era una provincia ganadera y exportaba maderas finas, caucho, tagua y carne. No era la cantidad de habitantes sino el movimiento comercial que hacía importante a la ciudad, para el 24 de septiembre las casas comerciales se afincaban como auténticas embajadas-negocios. Estaban las casas de Alemania, Francia e Italia, pero también había representantes comerciales de Colombia, Inglaterra, Estados Unidos de América y los viajeros de exploración comercial de otros países europeos. En La Poza (desembocadura del río Esmeraldas) se hacían las operaciones de carga y descarga de los trasatlánticos.

Las autoridades de gobierno, según Franklin Tello Mercado, eran de la Sierra, de Guayaquil o Manabí, casi nunca de Esmeraldas. “Hasta los agentes de policía eran manabitas o de la Sierra” (11). Tello Mercado, médico de profesión, nacido en 1900, vio y padeció las consecuencias de la guerra civil. Su testimonio fue recogido de viva voz por su nieto Franklin Tello Núñez y reproducido en el libro de Marcel Pérez Estupiñán.

También en el Archivo Histórico, que antes perteneció al Banco Central, era posible encontrar un documento audiovisual con su narración testimonial.

“Los negros campesinos bajaban en balsas y canoas trayendo caucho, tagua, plátano y otros productos que vendían frecuentemente y compraban aguardiente y se embriagaban” (12). Por eso eran apresados y cruelmente maltratados e insiste que “eso se veía todos los días en los años 10, 11, 12 y 13”. Se entiende que eran los años de 1910, 1911, etc. Puntualiza de un intendente que se llamó Benigno Ayora, “un hombre cruel” (13). “Cuando llegaban los negros al cuartel de policía los hacía meter en cepos… (Estos instrumentos de tortura) eran dos palos un poco gruesos, unidos los extremos por una bisagra grande que permitía hacer la forma de compás. En la parte superior de los palos cavaban un semicírculo que correspondía a otro semicírculo de la parte inferior, de tal manera que al cerrarse se formaba un círculo y así quedaban los presos agarrados por el cuello… y allí se los ponía una tarde, una noche o un día entero. Esos pobres morenos no comían, no bebían agua, allí se orinaban y allí defecaban. Al día siguiente se les cobraba una multa y se los dejaba en libertad” (14).

La poca simpatía de Franklin Tello Mercado hacia los alzados en armas no invalida su testimonio, sino su efecto contrario: precisa el análisis. Jean Paul Sartre en el prólogo de Los condenados… apronta esta precisión de antropología política: “Y el colonizado se cura de la neurosis colonial expulsando al colono con las armas” (pág. 16). Donde está escrito ‘colonizado’ léase neocolonizado o no liberado del colonialismo. Esa era la “conducta” de las autoridades enviadas a Esmeraldas. Valga el entrecomillado para no justificar una política de Estado con actos personales.

“Los historiadores, los amigos y los partidarios de Carlos Concha hicieron aparecer el movimiento revolucionario como la protesta por la muerte de los Alfaro, a tal punto que en el mausoleo del líder se lee: “encabezó la protesta armada contra los asesinos de los Alfaro en Quito. Pero los esmeraldeños tenían otras razones y la principal era la sed de venganza que sentían contra sus opresores” (15). O sea intereses hostiles de esos años inmediatos, pero están las consecuencias de humillaciones y carencia casi absoluta de derechos desde antes hasta ese 24 de septiembre de 1913.

Carlos Concha encontró la gente que esperaba un líder para el desquite, fue el más indicado por su prestigio y sobre todo era esmeraldeño. No hubo acuerdo previo y cada uno entendió el porqué iba a jugarse la vida: el líder por las fatales desviaciones del liberalismo de Plaza Gutiérrez y los cimarrones para acabar con la ya insoportable opresión. “Si la guerra constituye un acto de fuerza, las emociones están necesariamente implicadas en ella. Si las emociones no son las que dan origen a la guerra, ésta ejerce, sin embargo, una acción de carácter mayor o menor sobre ellas, y la intensidad de la reacción depende no del estado de la civilización, sino de la importancia y la permanencia de los intereses hostiles” (16). Y para esta guerra la largura de los intereses hostiles de los cimarrones, salvo para los historiadores, era proverbial.

DATOS

7 Los condenados de la Tierra, de Frantz Fanon, pág. 9, prólogo de Jean Paul Sartre. Fuente:: http://www.elortiba.org/ Segunda edición liberada, 2007.

8 Primer presidente de la recién proclamada República del Ecuador.

9 La deforestación en el norte de Esmeraldas (Eloy Alfaro y San Lorenzo), Pablo Aníbal Minda Batallas. http://mail.ups.edu.ec/universitas/publicaciones/universitas/contenidospdf//ladeforestacionenEsmeraldas.pdf  

10 Frase textual: “La inmovilidad a que está condenado el colonizado no puede ser impugnada sino cuando el colonizado decide poner término a la historia de la colonización,…” Los condenados de la Tierra, pág. 38.

11 Historia general de Esmeraldas, de Marcel Pérez Estupiñán, pág. 279, editorial Universidad Técnica Luis Vargas Torres, 1996?

12 Óp. Cit., pág. 279.

13  Óp. Cit., pág. 279.

14 Óp. Cit., pág. 280.

15 Óp. Cit., pág. 283.

16 De la guerra, Karl von Clausewitz, pág. 8.

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