Lenguajes e interacciones priman entre las 55 obras
La XI Bienal de Cuenca reúne una muestra de 55 obras, repartidas en tres sedes principales. En el Museo de Arte Moderno, bajo la denominación curatorial de “Atrabiliario”, están expuestas 18 obras; en el Museo de Pumapungo, la exhibición se llama “Hacia un meridiano inquietante” y reúne 23 obras; y en el Museo de la Medicina 14 obras dan título a esta muestra llamada “En defensa de la delicadeza”.
Estos nombres, otorgados a cada muestra por sus curadores, merecen una explicación que explique el porqué de su denominación.
Así, “Atrabiliario”, según su curadora Katya Salazar, alude a una narración plástica que “enfatiza cómo el arte puede persuadir, denunciar, aplacar o intensificar la vida”.
En “Hacia un meridiano inquietante”, su curador, el español Fernando Castro Flórez, pretende generar una suerte de cruce de interpretación y obras que “estén alentadas, tanto por una voluntad cartográfica cuanto por una problematizacion del presente”.
“En defensa de la delicadeza”, curada por Agnaldo Farías, de Brasil, agrupa obras que desafían el carácter espectacular y la grandiosidad de la vida actual y “lo hacen por la vía de lo sutil, lo discreto, con la convicción de que la delicadeza, en calidad de una epifanía, puede ser un arma muy poderosa”.
Estas justificaciones, en las cuales se basaron los curadores para seleccionar las obras, nos permiten entender el perfecto ensamble entre el documento escrito y la muestra.
Hay que señalar el interés de los artistas extranjeros por establecer puntos de interacción con la gente. Así, Rubens Mano, de Brasil, con su Site specific “Velado” (que obtuvo mención) nos muestra un trabajo de intervención en cuatro casas del Centro Histórico.
El proyecto de Ana Gallardo, de Argentina, también se centró en el intercambio con mujeres jubiladas, a quienes les pidió que plasmaran su idea de la vejez y la muerte. El resultado fue un grupo de objetos (hechos en barro) que la artista juntó en una obra inquietante.
El trabajo del jurado (Mercedes Casanegra, de Argentina; Xavier Blum, de Ecuador; y Alexander Apóstol, de Venezuela) fue intenso, pero paliado por la excelente curaduría que, desde tres vertientes diferentes, les permitió tener una visión integral de la muestra.
Alexander Apóstol apunta que, sin embargo de que las tres curadurías ofrecieron trabajos de gran interés, hubo “demasiadas propuestas interesantes, en relación a la cantidad de premios”.
Por su parte, Mercedes Casanegra dice que la pluralidad de lenguajes es la característica del arte contemporáneo, por lo que es “fantástico que en un concurso estén en iguales condiciones, dentro de una propuesta conceptual”.
Xavier Blum cree que la temática “Entre/Abierto” permitió a los curadores elegir obras de diferentes vertientes, métodos y creación que enriquecieron el proceso, desde la propuesta del concepto.
Como un proyecto paralelo, pero dentro del programa de la bienal, se están desarrollando seminarios que versan sobre algunas de las líneas que estructuran el arte contemporáneo, que tienen que ver, básicamente, con la globalización.
Estos seminarios, dictados por la argentina Pilar Altilio, experta en temas de globalización vinculados al arte, amplían la visión sobre las diferentes propuestas presentadas.
Pilar se refiere a que los artistas participantes desarrollan proyectos en los cuales se habla mucho de su perspectiva de sujeto en relación con lo que conocen o admiran, y les produce una sensación de compromiso con relación a sus regiones.