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El Telégrafo
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Entrevista / carmen berenguer / poeta chilena

"Las utopías ya no son un sueño colectivo"

Fue una de las invitadas al Festival Internacional Desembarco Poético, en Guayaquil. Miguel Castro / El Telégrafo
Fue una de las invitadas al Festival Internacional Desembarco Poético, en Guayaquil. Miguel Castro / El Telégrafo
21 de noviembre de 2015 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

Carmen Berenguer (Chile, 1946) se reconstruye. El cabello en el que tanto insistía cambiar le ha vuelto a crecer, aunque en menos proporciones. Grabó todo el proceso contando las formas que le daba. Su poesía —dice— sigue siendo la misma. Tiene el fantasma del cáncer al acecho. Su reconstrucción es continua desde el lenguaje. En Guayaquil estuvo hace una semana, como parte del Festival Desembarco Poético. Leyendo y reconstruyendo.

La restitución de la memoria se impone luego de los gobiernos de dictadura y -al parecer- tras haberse posicionado la democracia. Raúl Zurita, sin embargo decía que no cree en la memoria, sino en la resistencia
del olvido.

Yo tenía un verso: ‘La memoria senil es una muerte memorial’. Lo más interesante que he observado es la desclasificación de los hechos. Cuando hay un trauma en una sociedad como la chilena y en América Latina desde su conquista, es como un shock. Entonces, suceden varias cosas: aletargamiento, evasión de lo sucedido, la psiquis no te funciona bien, hay blancos. El shock te produce amnesia. En ese sentido, pensar que Chile tuvo una dictadura y que se ocultó mucho, hasta hoy, incluso en democracia. Hasta el día de hoy se han ocultado muchas muertes, muchas formas de matar, muchos desaparecidos que no se encontraron nunca porque nadie quiere hablar. Las personas que han sido juzgadas no hablan. Cuando hay desclasificación de la memoria de pronto nos sorprendemos. Pensamos en cómo fue posible que eso haya ocurrido.

¿En qué momento usted empieza a sorprenderse de lo que estaba pasando?

Me sorprendí hace pocos días, antes de venir a Guayaquil, en un programa que se llama ‘Mentiras verdaderas’. En dicho programa se recordaba la visita del papa Juan Pablo II a Chile. En ese programa se hacía una reconstitución de historia. Aparecía el Papa en La Moneda y detrás Pinochet. Yo recuerdo que en la época de Pinochet se decía que había abusado de la visita del Papa, pero según el realizador del programa no era así, todo estaba preparado para que fuera así. Te pones a pensar en que el Papa llegó, besó la tierra, y el que realizaba el programa decía que no lo había sentido como Papa, sino como un gran actor. En el mismo programa entrevistaban al padre de un jovencito, decía que se alegra de poder volver hablar, pero debía decir que su hijo estaba ya asesinado. Es una sucesión de imágenes que te van contando otra historia de la que viviste en ese momento. Esa desclasificación es lo que necesitamos para que nuestra memoria se recupere.

A usted la reconocen como poeta de la resistencia, ¿desde dónde se ejerce y cuándo se asume esa resistencia?

La resistencia viene de haber participado en un movimiento contracultural en los años del gobierno de Pinochet. Se articuló un movimiento fuerte junto a las poblaciones, a los artistas, junto a las mujeres, a los niños, a los jóvenes estudiantes de la universidad y la escuela secundaria. De ese movimiento estudiantil no se habla demasiado. Pero en ese tiempo también se logró sacar a un militar que impuso Pinochet en la Universidad y tenía que ver con dar vueltas dentro de la institución en el marco económico y dejarlo en un nivel del mercado neoliberal. En ese sentido la oposición que se formó fue muy importante y los escritores estuvimos ahí. Ese fue un tipo de resistencia. La otra fue la mujer, que esa todavía perdura.

¿De qué forma perdura?

Perdura porque la derecha no quiere que se cambie la Constitución de 1980, hecha por el dictador, y que nos ha traído muchos problemas. Entre ellos que la mujer gana menos que el hombre por el mismo salario. La mujer todavía tiene que deliberar y pensar en su posición dentro de la democracia. La Presidenta ha logrado algunas cosas con el sistema de la paridad, que es una discriminación positiva.

En su poema ‘Santiago Tango’ describe a la ciudad diciendo “Se nos muere esta loca/ Con una estocada en el lado izquierdo/De su rostro oculto”. La ciudad, como en otros poemas, es una mujer. Esa presencia femenina la podríamos entender en todas las ciudades del mundo por la histeria de la que habla Freud.

No tanto. Eso dice Freud, no vamos a seguir los preceptos de Freud.

Ver esta ciudad que cambia por la dictadura y a la vez es maltratada, ¿es atribuirle un conflicto al que se ha enfrentado la mujer y en el poema lo enfrenta la sociedad?

Baudelaire también la trató así. Las ciudades son metáforas. Uno le puede dar un sentido u otro. Yo sentía que en esa época la mujer se atrevía a salir a bares, como una relación dentro de este mismo movimiento de resistencia se vio que la mujer caminaba por la calle de noche. Los bares se convirtieron en espacios donde se hacía cultura literaria, estética, porque no había otro lugar. Nosotros no teníamos la costumbre de ir a los bares para hablar de arte, a preparar una escena artística.

¿Y tal vez esa resistencia la volvió a asumir con el cáncer?

El cáncer cambió mi perspectiva: me enfrentó a la posibilidad de morir.

¿Eso no sentía cuando se enfrentaba a la dictadura?

También lo hizo la dictadura. No más ni menos. En la dictadura recuerdo una chica que protestaba al lado mío y le dispararon. Teníamos consciencia de que era posible morir, pero era más utópico. El cáncer fue algo más realista, una consciencia de que vas a morir. Se trataba de enfrentar a la realidad que está en tu cuerpo; cambió la perspectiva de ser. Me torné en una mujer más positiva. Traspasé esa situación, me moví de ese lugar. Traspasar esa situación ha sido y es un ejercicio de volver a vivir la vida, pero siempre con un fantasma que puede volver a atacar, el cáncer en cualquier minuto.

¿Qué es lo positivo entonces?

Soy más positiva en vivir. Vivir es ya un camino importante, entendiendo que con la edad que tienes la vida se te acorta, pero pasar esa barrera, de vivir ese cáncer hasta acá, me dio una especie de felicidad de cosas comunes, como conversar con alguien, abrazar a mi hija, a mi hijo; las cosas que antes hacía, pero no estaba siendo consciente de ellas. Ahora todo lo que es comunicación con la gente lo veo de otra manera.

Lo positivo es observar con claridad y, ojalá, con la misma pasión que la observaba al inicio a la escritura. Si estás contento reconociéndote a ti mismo a través de las palabras que escribes, tienes un trabajo bastante logrado y te sientes orgulloso de estar en la capacidad de hacerlo. Me siento privilegiada de poder escribir.

¿El lenguaje poético también ha cambiado?

No. Yo diría que se mantiene. Hice un trabajo visual sobre la caída del pelo y estoy haciendo un libro. Trabajé la enfermedad, la armé simbólicamente. ¿En qué puede cambiar mi literatura? Yo diría que siempre trabajo con el lenguaje. Y con contenidos, pero eso lo trabajo de una manera bastante distinta a todo escritor. Todos tienen su búsqueda del lenguaje, para decir lo que quieren decir.

Ahora se presentó el poemario Atlántida. Ese libro me hizo reflexionar y tomar apuntes sobre esa ciudad perdida, capaz de reconstruirse a través de los versos. Esa pérdida que no es la utopía, es la reconstrucción del lenguaje sobre esa pérdida. Es como reconstruir la memoria. La memoria la vas reconociendo en ciertos lugares, en cosas perdidas. Esto es lo mismo. Me hizo pensar también que la Atlántida se acabó porque la están construyendo a partir del lenguaje, pero también se piensa en otras vidas. Hace 50 años, pensar en Marte podía ser una locura. Ahora se te hace tan cercano porque hubo vestigios de vida real y fue un lugar tal vez perdido, es como una premonición de lo que nos puede ocurrir a nosotros. Sin pensar en la metáfora del Arca de Noé, sino en la reconstrucción del Arca de Noé. Eso me pareció sublime.

¿Y a pesar de que la poesía trata de situaciones tan próximas a la humanidad, sigue pareciendo distante en lo cotidiano?

En los países actuales la poesía no es ningún interés de nadie. No es que los poetas se hayan distanciado por escribir como escriben. El mundo se distanció de la poesía. Es el mundo que no puede leer ese fragmento capaz de encontrarse a sí mismo. El mundo es más hostil, es más materialista. Obtener los sueños del mundo actual es válido, son los sueños que a lo mejor siempre tuvieron, pero también quieren tener cada día más cosas. Tener. Tener. Tener. Se transforman en consumidores de sus propios sueños. El mundo material no quiere tomar un trozo del sueño del otro. En una sociedad tan global, tan fragmentada, es difícil que un poeta llene con un decir utópico a la sociedad. Las utopías van por distintos lugares, no por un sueño colectivo. Eso ya no es posible en este mundo. (I)

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