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La mujer justa y Diez mujeres, Sandor Márai y Marcela Serrano

La mujer justa y Diez mujeres, Sandor Márai y Marcela Serrano
02 de septiembre de 2012 - 00:00

Esperaba más de La mujer justa (Salamandra, Narrativa, Barcelona 2011) de Sándor Márai, el escritor húngaro (nació en 1900 en una pequeña población magiar) que emigró a los Estados Unidos en 1948 cuando el régimen comunista tomó el poder en Hungría; se suicidó en 1989 en San Diego, California, justo cuando resonaba mundialmente su nombre por la calidad de su obra literaria.

En La mujer justa, Márai protesta airadamente, incluso con prepotencia por lo hostil de un orden social que evidenciaba que la felicidad era un bien elusivo y definitivamente inalcanzable: “Yo sé lo que hay que saber”, por ejemplo, o “yo soy el inframundo, el secreto, yo soy la verdad”, donde admite la influencia del mal, pero especialmente su frustración e impotencia: “el hombre justo no existe”, “el dolor no tiene lágrimas ni palabras”; una pareja siente que “un niño es el mayor de los milagros”, pero el niño se les muere, dejándolos desamparados; X persona busca una relación amorosa y se encuentra con alguien que “no se entregaba por completo a nadie·”: a la inversa, sin embargo, “el amor puede transformarse en el mayor egoísmo” y, por último, una mujer se queja (el quejumbroso podría ser un hombre): “mi marido tenía un recuerdo que era más importante que yo”, y todo conduce a la incomunicación, a la soledad del hombre, a la ausencia, al desamparo.

Márai se vuelve, en buena (¿mala?) parte del libro, declamatorio y obvio en su crítica al mundo que lo rodea, diríamos que casi panfletario. Es notoria, además, la pobreza estilística de todo el texto, lo que tal vez se pueda atribuir al traductor: la versión en castellano de La mujer justa es tomada directamente del húngaro, lo que tal vez no le haga justicia, no por gusto dicen los entendidos en la materia que traducir es “traicionar”.

Diez mujeres (Alfaguara/Ecuador, Quito 2012) de Marcela Serrano, se suma a la obra de esta autora chilena entre cuyos títulos destacan sus novelas Nosotras que nos queremos tanto, Para  que no me olvides, Antigua vida mía y El albergue de las mujeres tristes, traducidas a varios idiomas.

Señalan los editores (cuarta de forros del libro) que Diez mujeres es “un retrato implacable del alma femenina”. En efecto, en esta novela nueve mujeres –Francisca, Mané, Juana, Simona, Layla, Luisa, Guadalupe, Andrea y Ana Rosa- desconocidas entre sí y muy diferentes unas de otras comparten las historias de sus vidas, convocadas por su psicoterapeuta (Natasha). El resultado es alentador. ¿Sorprendente? Who knows?

Natasha abre la cortina de la ventana y mira fijamente al grupo de mujeres que se alista para subir al vehículo que viene a recogerlas. En pocos instantes ya no estarán.

Deja caer la cortina. Ya se fueron. Al final, piensa Natasha, apartándose de la ventana, de uno u otro modo, todas tenemos la misma historia que contar. Resonaban en la distancia las palabras de su asistente: “Todas las Mujeres felices se parecen; las desgraciadas lo son cada una a su manera”.

Así, “madres, hijas esposas, viudas, amantes (…) aceptan el desafío de comprender y reinventar sus vidas, sin importar ni su extracción social, la edad o profesión sino el peso del miedo, la soledad, el deseo, las inseguridades” (cuarta de forros again).

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