¿La independencia es de los héroes o de los ciudadanos?
Es cierto, aquel 2 de agosto de 1810 murieron en el Cuartel Real los Quiroga, los Morales, los Larrea, los Salinas, los Riofrío, los Ascásubi...
Pero en las calles de Quito cayeron alrededor de 300 anónimos que no figuraban en los textos escolares y que, aparentemente, no han sido importantes para la historiografía tradicional. Esos 300 cadáveres representaban el 1% de toda la población quiteña.
Esas versiones de héroes patrios sobre quienes se hicieron todas las lecturas de nuestros procesos independentistas, ahora son sometidas a diversos análisis que, por lo menos, buscan ampliar el espectro, y aparecen esos nuevos personajes históricos menospreciados por un discurso blanco-mestizo que empezaba a configurar la noción de la política que estará presente en todo el siglo XIX, así como la construcción de ciudadanía.
Para la investigadora María Elena Bedoya, estos análisis, sin embargo, no hallan todavía el enfoque certero: “Se investigan otros personajes, pero no sé hasta qué punto se les da la dimensión histórica que tienen, por ejemplo, las mujeres o los grupos afrodescendientes”, cuestiona.
Según Bedoya, en nuestros procesos de independencia, no está claro si hay un quiebre real sobre la idea de Colonia, y, si bien se empieza a reconocer la participación de mujeres, afrodescendientes e indígenas, “se corre el riesgo de erigirlos como nuevos héroes”.
Mientras tanto, Guadalupe Soasti, miembro de la Academia Nacional de Historia, rescata la participación de los barrios rebeldes quiteños en las luchas por la independencia, sobre todo entre 1809 y 1810. “Varios de los barrios de Quito estaban alineados con una u otra tendencia y aparecen los ancianos, los religiosos, la clase media de la ciudad interviniendo a favor o en contra de estos postulados políticos”.
Así es que los nuevos librepensadores son quienes llevan el pensamiento liberal hacia el pueblo y lo convocan, por eso son ellos quienes son castigados por la Corona con la muerte, pero no se ha hablado de esos anónimos “los quiteños hemos sido siempre un pueblo protestador, preocupado por intervenir en la cuestión política, y son precisamente los ciudadanos de los barrios o los vasallos de Quito quienes salen a la lucha por esos postulados políticos, el barrio San Sebastián, San Roque y San Blas están permanentemente enfrentándose, hay asonadas, motines por lo que ellos creen que se debe hacer en cuanto al cambio de gobierno “sin ser héroes ni líderes salen a reclamar por sus derechos”.
Esta necesidad fue recogida en el Centro Cultural Metropolitano, donde el Museo Alberto Mena Caamaño, en su muestra permanente De Quito al Ecuador, pretende contar la historia haciendo uso de un relato contextualizado, en el que intervienen, además de los próceres conocidos, las tres Manuelas, Rosa Zárate, el clero, desde cuyos púlpitos se expandían las ideas de la ilustración.
Su directora, Alicia Loaiza, asegura que los hechos no son por sí solos sino que responden a una infinidad de circunstancias, por lo tanto “la lucha independentista debe ser leída como un referente de la lucha colectiva, en la cual los próceres representan a ese pueblo”.
Tanto Bedoya como Loaiza coinciden en que lo importante es visibilizar esos procesos, a través de los cuales la sociedad quiteña empezó a construir sus referentes de ciudadanía y analizar a esos actores en los procesos posteriores.
Bedoya va más allá y somete a debate la necesidad de que la historia se cuente desde la conflictividad “por ejemplo, desde un hecho de género, desde la posición de los indígenas, y no solamente desde una élite blanco-mestiza.
Por eso, cree también que las celebraciones anuales de estos hechos deben rescatar esos procesos sociales y ciertos personajes, para explicar desde dónde vienen los legados y hasta qué punto la ruptura con la Colonia es de verdad una ruptura”.