Cuenta la actriz, compositora y cantante peruana Magaly Solier que después de actuar en la película Madeinusa (Claudia Llosa, 2005) tuvo la intención de trabajar en televisión. Entonces participó en un casting para una teleserie, en la que, sobre un plató, cuestionaron su forma de interpretar un papel. Algo que no había previsto, pero que la inquietó lo justo: Solier intuía que en su próxima incursión en la pantalla grande iba a encontrar su camino a seguir.

En La teta asustada (Llosa, 2009), quizá la más célebre historia andina del cine latinoamericano, hace una interpretación memorable de un personaje nostálgico. La cinta dirigida por Claudia Llosa —y basada en un libro de la antropóloga médica Kimberly Theidon sobre las violaciones masivas que sufrieron centenares de mujeres en el conflicto peruano contra el terrorismo— ganó un Oso de Oro en el festival de Cine de Berlín y, luego, llegó a ser candidata a los Oscar.

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Hoy, a un lustro del estreno de ese largometraje y con 12 años en el mundo del cine, Magaly afirma que “las barreras siempre van a existir. No solo en la Sierra peruana o en la capital, existen en el mundo entero, sobre todo para las mujeres que quizás no hablen el español, quienes tienen que ir viendo por dónde van a entrar: Si te cierran una puerta —afirma convencida—, eso no quiere decir que todo terminó. Que te nieguen algo no quiere decir que te vas a desanimar o esconder, es un reto, hay que enfrentar a la vida, a la discriminación y aprender a hacerse escuchar por otros lados. Si aquí tu proyecto no ingresa, busca otras puertas u otras categorías”.

Este consejo suele repetírselo a quienes han pasado por las evaluaciones que ella ha hecho en varios jurados, incluido el que la trajo esta semana a Quito: integra el comité que evaluará los proyectos preseleccionados en la categoría Producción cinematográfica y audiovisual intercultural, de la Convocatoria 2015, del Fondo de Fomento Cinematográfico que gestiona el Consejo Cinematografía (CNCine).

Mientras la actriz se reúne con los autores de los 13 planes preseleccionados —al igual que hacen los otros dos jueces—, explicó que el valor de la mujer andina, su relación con los niños, las voces escuchadas y relegadas, el papel que cumplen en la educación, la cultura, la identidad e, incluso, la violencia que las rodea son parte de los proyectos (21 en total) que deben pasar por un proceso de maduración, según Solier. Luego de 4 meses de evaluarlos, asegura, se convertirán en largometrajes: “La identidad cultural en los países está en decadencia, hay que saber a quién apoyar, quién apuesta más con su guión en este tema”. (I)

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